6 de diciembre de
1948.
Otro de los sucesos con más
repercusión de toda la historia de la Agrupación Guerrillera Málaga-Granada,
fue el encuentro sostenido por fuerzas de la
Guardia Civil y del 4º tabor de Regulares acantonado en Frigiliana, con los
guerrilleros en la ladera sur de cerro Lucero.
El alto valle del río Higuerón
habitualmente se había constituido en un magnífico refugio para los hombres
liderados por «Roberto». Las condiciones orográficas, con profundos barrancos,
pronunciadas elevaciones, y abundantes riscos, ofrecían el lugar ideal para la
defensa y ocultación.
Además la existencia de una vía
natural entre la costa malagueña y la vega de Granada, a través del puerto de
Frigiliana, facilitaba el trasiego constante de arrieros que transportaban sus
mercancías de una a otra comarca. A esto se unía una buena comunicación con los
valles adyacentes, a través de pasos naturales como el puerto Umbrales o el
collado de los Civiles.
Esta situación en cierto modo
facilitaba el posible abastecimiento a los grupos guerrilleros. Que conseguían
de estos arrieros la complicidad necesaria, unas veces por afinidad, otras por
necesidad, y también por recelo. El caso es que en muchas ocasiones les
proporcionaban su sustento, y los encargos que les solicitaban.
Asimismo la situación estratégica
de venta Panaderos, parada casi obligada de los usuarios que transitaban esta
vía, también era utilizada por los guerrilleros para su suministro.
Del mismo modo muchos de los
hombres que conformaban las filas de la Agrupación, por aquel entonces eran
originarios de Frigiliana, Torrox, o Río de la Miel. Localidades cercanas a
este enclave, que al ser por ello conocedores del terreno, lo convertían en más
seguro.
Por estas razones casi desde sus
comienzos, los guerrilleros establecieron sus refugios y campamentos en estos
parajes. En la cueva de la Montés, Rajas Negras, barranco Sin Salida, cerro del
Cisne, Piedra Sillada, la Cadena, y también en el barranco Bartolo, en la
ladera sur de cerro Lucero. Allí se ubicaba un importante campamento guerrillero
que aquel lunes 6 de diciembre de 1948, la Guardia Civil pretendió atacar.
Era frecuente que en las fechas
navideñas, los grupos guerrilleros y el E.M. con su G.E. se reunieran en algún
lugar para celebrar estas fechas, recibir instrucciones, e intercambiar dinero
y armamento. Así sucedió a finales de 1948, cuando se encontraban alrededor de
noventa guerrilleros concentrados en el aquel campamento cercano a venta
Panaderos.
Para abastecer a semejante
personal era necesario movilizar a un gran número de enlaces, por lo que es más
que probable que la Guardia Civil recibiese noticias de que algo importante se
estaba fraguando. Quizás por este motivo, y por
el descubrimiento meses antes de una base en el citado barranco Bartolo, se
diseñó el servicio que desencadenó el definitivo encuentro.
El lugar en el que se ubicaba el
campamento guerrillero, ofrecía las máximas garantías para su defensa. Buena
perspectiva de casi la totalidad del valle para los centinelas, excelente
protección en un terreno muy rocoso, y lo que es más importante una elevadísima
pendiente, que les proporcionaba una posición dominante, al mismo tiempo que
dificultaba el avance por el sur de las posibles fuerzas atacantes.
Zona en la que se ubicaba el campamento guerrillero.
Los defensores además de las
armas largas constituidas principalmente por escopetas, no muy útiles para este
combate, disponían de algunos mosquetones. Arma ideal para mantener a raya a
las fuerzas atacantes. Pero el arma que marcó la diferencia, fue un fusil
ametrallador de patillas, que los guerrilleros arrebataron a los soldados de
reemplazo, en el encuentro sostenido en el río Verde de la sierra de Cázulas el
29 de marzo de este mismo año.
Dispuesto en un lugar
preponderante, y manipulado por un experto como era José García Muñoz
«Ceferino» o «Chendarme». Guerrillero de Agrón (Granada), que había
prestado el servicio militar en una unidad de ametralladoras en el norte de
África. El radio de acción de esta poderosa arma, hacía del todo imposible el
avance de las fuerzas atacantes. Que se vieron obligadas a cobijarse en el terreno
y desistir de su intención.
El combate se prolongó durante
toda la jornada, y al llegar la noche los guerrilleros huyeron por la zona
noroeste dirección a la sierra de Loja. Aprovechando el error táctico de su
enemigo, que incomprensiblemente no supo ocupar este sector.
Asistamos a algunos testimonios
de algunos guerrilleros que participaron en el combate, y que años después
manifestaron sus sensaciones de lo ocurrido.
Uno de ellos era José García
Elena «Angelillo», ya fallecido, el día 6 de noviembre de 1987
era entrevistado por el maestro y amigo José Aurelio Romero Navas. Allí
había más moros… pero gracias al fusil ametrallador, que llevaba uno que era de
Agrón, los tuvimos a raya. Yo calculo que eran unos tres o cuatro mil.
Por cierto que de allí salimos
por un sitio que ni los prácticos sabían que se podía. Gracias al «Canillo»,
que era como un látigo subiendo, llegó hasta la cúspide de cerro Lucero, y
luego ya subimos todos con una cuerda. Pero tuvimos que dejar abajo en el
campamento casi todo, incluidas las doce cabras que estaban listas para la
comida.
Zona del combate
Parece revelador otro testimonio
recogido por el mismo autor anterior, en agosto de 1984, a José López Centurión
«Rodolfo». A las ocho de la mañana empezó el tiroteo, siendo un error
táctico de ellos lo que nos salvó, porque nosotros no habíamos sentido nada,
aunque a lo lejos sí que oíamos ruido, pero lo achacábamos a las cabras
monteses.
También, si en lugar de tirar
para arriba, lo hacemos para abajo no la contamos. Esa fue la equivocación que
cometieron. Recuerdo que los moros nos decían “rojillos, bajad para abajo”, y
nosotros les decíamos “moros, subid a por nosotros”.
Los muertos que pudo haber yo
no lo sé, pero sí que veíamos bajar y subir camillas con gente sobre ellas.
Allí quienes mandamos fuimos nosotros.
A continuación les presento la
versión oficial de lo sucedido, incluida en el procedimiento 3/49.
Atestado.
Este fue el informe redactado por
la Guardia Civil, el que en líneas generales, explica lo sucedido.
D. Pedro Martí Serra, teniente
jefe del segundo distrito del primer subsector del sector interprovincial de la
Guardia Civil Granada-Málaga. Por medio del presente atestado, instruido en
virtud de orden del señor comandante, D. Francisco Alcalá Martínez, jefe del
citado sector, hace constar lo siguiente:
Con fecha 30 del pasado mes de
noviembre, en virtud de una orden del sector interlímite, se disponía el
reconocimiento del terreno comprendido entre
el triángulo formado por el río Higuerón, camino de las Carihuelas, y una línea
ideal que une los puertos de Umbrales y Frigiliana.
Este servicio se encomendaba a
la fuerza del primer distrito, y a la compañía de Regulares acantonada en
Frigiliana. A la fuerza del segundo distrito se le asignaba la misión de
reconocer el cerro Lucero, desde el puerto de Frigiliana a hasta venta
Panaderos.
Para llevar a cabo ambos
cometidos se dispuso que el teniente del primer distrito, D. Enrique Cazenave
Acosta, con el destacamento de El Imán, fuerza del puesto de Frigiliana, y
compañía de Regulares, pernoctarán el día cinco de diciembre, en el cortijo El
Imán. El día seis, esta fuerza debía salir con la antelación necesaria para
encontrarse a las 8:30 en puerto Umbrales. E iniciar el reconocimiento de la
parte del terreno que anteriormente se indica.
La fuerza del segundo
distrito, al mando del teniente que suscribe, se debía fraccionar en dos
grupos. Un grupo de veintiún hombres, al mando del sargento jefe del
destacamento de barranco Moreno, D. Manuel Flores Comitre, el día cinco debía
pernoctar en el cortijo de El Daire. Y otro grupo de igual número de hombres, a
las órdenes del teniente firmante, debía pernoctar en la misma fecha, en el
cortijo de los Pradillos Altos.
El día seis la fuerza que
pernoctó en El Daire, se debía fraccionar en tres grupos. Uno de seis guardias
debía dirigirse al cerro de los Borges, otro también de seis a puerto Llano.
Ambos grupos debían poner su atención en las estribaciones de cerro Lucero. El
resto de los veintiún hombres, con el sargento, debían establecerse en el observatorio
que los bandoleros habían utilizado por encima de venta Panaderos, y que está
situado por debajo de una antigua base. Estas fuerzas no debían hacer acto de
presencia hasta las 8:30 horas.
Cerro de los Boges
No entiendo que pudo ocurrir con
los dos primeros grupos, ya que por su sector huyeron los guerrilleros.
Interpreto que se unieron a las fuerzas mandadas por el teniente Martí, que
continuó hasta las proximidades del puerto de Frigiliana, dejando el sector de
puerto Llano sin defensa.
La fuerza que pernoctó en los
Pradillos Altos, debía salir con la antelación necesaria, para hallarse en la
parte este de cerro Lucero (altura de puerto Frigiliana). Debiendo seguir este
itinerario: puerto Cómpeta, rambla Seca, y vereda de los Moriscos a dicho
lugar. Procurando seguir una vereda que conduce a la mencionada base, y
descubrir cualquier rastro que pudiera conducir a otra nueva base, que pudieran
haber establecido los bandoleros por aquellos parajes.
La finalidad de estos
reconocimientos, era averiguar si se había establecido alguna base nueva, y
comprobar si las ya conocidas habían vuelto a ser utilizadas.
El capitán del primer
subsector, con el grupo volante, debía encontrarse en las inmediaciones de
venta Camila, atento a cuanto pudiera ocurrir en los dos servicios que se
señalan.
Desarrollado el servicio en la
forma prevista, sobre las ocho treinta, y casi simultáneamente, fueron
agredidas las fuerzas que al mando del sargento Flores Comitre, se dirigían al
observatorio indicado. Resultando herido el guardia segundo Román Gómez
Carrillo.
Y las fuerzas que con el
teniente Instructor, se encontraban en el lugar que se les había asignado,
sufrieron un violento fuego de fusiles ametralladores, y fusiles, de los
elementos bandoleros establecidos en cerro Lucero y estribaciones. Ambas
fuerzas tomaron inmediatamente posiciones y rechazaron el fuego,
generalizándose la lucha en un amplio sector, cuyas posiciones dominantes
estaban ocupadas por los forajidos.
Sobre las once horas de dicho
día seis, la compañía de Regulares y la Guardia Civil al mando del teniente D.
Enrique Cazenave, tomaban contacto con el sargento de barranco Moreno y tomaban
parte en la lucha, sufriendo la baja de un cabo de Regulares que resultó
herido.
Sobre las catorce horas del
mismo día, el sargento de Regulares y unos doce soldados, entablaron contacto
con el grupo mandado por el teniente Pedro Martí. Quien dispuso el despliegue
de sus fuerzas en un espacio más amplio, para evitar la huida de los bandoleros
por el sector de terreno que dominaban.
Venta Panaderos desde el cerro Lucero.
Sobre las diez y siete horas,
resultó muerto de una ráfaga de fusil ametrallador, un soldado marroquí. De
esta forma, y siempre bajo violento fuego de los bandoleros, enérgicamente
rechazado por las fuerzas de la Guardia Civil y compañía de Regulares, se continuó
el combate hasta la entrada de la noche. Durante la cual los bandoleros
aprovechando la oscuridad y lo accidentadísimo del terreno, y que éste no era
posible cercarlo por completo sin un gran número de fuerzas, abandonó el lugar
de la lucha.
En la mañana del día siete,
todas las fuerzas que el día anterior habían sostenido el encuentro, y la
compañía de Infantería establecida Cómpeta, realizaron un completo
reconocimiento del terreno. Donde se pudo apreciar que los bandoleros habían
vuelto a utilizar la antigua base establecida encima de venta Panaderos, en el
llamado barranco Bartolo. Ésta daba la sensación que hacía muy poco era
utilizada, pues las chabolas estaban reconstruidas y la hierba estaba aún
verde, ya que anteriormente habían sido destruidas al ser descubiertas.
Esparcido en el suelo había
gran cantidad de víveres, garbanzos, judías, harina, cebada, no pudiendo ser
recogidos por estar entre las piedras. Asimismo siete garrafas estropeadas que
habían contenido aceite, siete cabras sacrificadas. Pero cuya carne tampoco
pudo ser recogida, por estar en estado de descomposición, debido sin duda a
haber estado expuestas al sol.
Cerro Lucero y sus
estribaciones presentan gran número de parapetos construidos con piedras y todo
da la sensación, de que los componentes de la partida de bandoleros serían
sobre cien hombres.
Por el teniente jefe de la línea de Torre del Mar, se instruyen
diligencias de carácter urgente con motivo de la herida sufrida por el guardia
del destacamento de barranco Moreno Román Gómez Carrillo. Y por un oficial de
la compañía de Regulares, se instruye por la muerte y heridas de dos
componentes de dicha unidad.
Ruinas de venta Panaderos.
En el reconocimiento aludido
anteriormente, fueron hallados en los parapetos ocupados por los bandoleros,
varios regueros de sangre, que demuestran que estos sufrieron varias bajas.
Que yo sepa los guerrilleros
tuvieron únicamente dos bajas. Luís Almendros Muñoz «Luís», sufrió un roce en
el codo que posteriormente le provocaría que uno de sus dedos le quedara
inutilizado. Además Manuel Jiménez Melgares, que recibió un tiro en la nalga.
Ambos en la misma acción, en la que recibieron una ráfaga por detrás cuando
estaban coronando la montaña. Los regueros de sangre a los que se refiere el
teniente, que dice haber hallado en las proximidades del citado campamento,
podrían pertenecer a las cabras sacrificadas. Y el teniente probablemente
buscaba excusar de alguna manera el fracaso de la operación.
Como recoge en su atestado el
teniente D. Pedro Martí Serra, para el esclarecimiento de los hechos fue
comisionado como Juez Instructor, el teniente de la Guardia Civil D. Paulino
Cordero Sánchez, quien nombró como secretario al guardia primero Antonio Oliva
Fernández.
En Cómpeta el 8 de diciembre de
1948, compareció el sargento D. Manuel Flores Comitre, jefe del destacamento al
cual pertenecía el guardia segundo Román Gómez
Carrillo que resultó herido en el encuentro. Natural de Yunquera (Málaga), dijo
tener 34 años de edad, de estado casado, perteneciente al puesto de Natera de
la séptima compañía de la 137ª comandancia, y en aquel momento desempeñaba el
cometido de jefe del destacamento de barranco Moreno.
Dijo: Que en virtud de orden
recibida del señor jefe del sector interprovincial Granada-Málaga, por conducto
del teniente, jefe del segundo distrito de Cómpeta, de fecha cuatro del actual.
Salió del destacamento con los once hombres que lo componen en dirección al
cortijo de El Daire. En donde debían de incorporarse siete guardias y un cabo,
llegando a las diez y ocho horas del día cinco del corriente mes, con la misión
de pernoctar en el indicado cortijo.
A las seis horas del siguiente
día, salió en unión de toda su fuerza, compuesta ya de veinte hombres, en
dirección al collado de los Civiles. Punto desde el cual fraccionó dicha fuerza
en tres grupos de seis hombres, para establecerse uno en el cerro de los
Borges, otro de igual número en puerto Llano, y el declarante con siete hombres
tenía que establecerse en el observatorio instalado por encima de la venta
Panaderos. Conforme así se le ordenaba en la orden de referencia.
Llegaron a ese punto sobre las
ocho y treinta horas de la mañana del día seis. Y al llegar a él, y una vez
distribuida la fuerza convenientemente, se dispuso a practicar el
reconocimiento ordenado del citado observatorio de los bandoleros, sito como
antes se indicaba por encima del cortijo venta Panaderos. Y al dar vista a una
cañada, que caía del cerro Lucero, dando vista ya a la cúspide de este cerro,
fueron sorprendidos con una ráfaga de arma automática. Hecha sin duda por
algunos de los centinelas, parapetados en los observatorios que tenían
instalados en las cúspides de tan repetido cerro Lucero.
Momento en el cual dispuso se
desplegara la fuerza, para hacer frente a los agresores. Apreciando ya desde
los puntos elegidos para cubrirse, el campamento de los mismos. Y por tanto se
aprestaron a repeler la agresión, tratando a su vez de contener al enemigo, y
dar tiempo a la llegada de otras fuerzas que según la ya citada orden, habían
de coincidir por aquellos contornos. Lucha en la cual fue cuando resultó herido
el guardia segundo Román Gómez Carrillo. Tan pronto como se dio cuenta de la
baja sufrida, ordenó inmediatamente la evacuación de dicho guardia. Disponiendo que lo efectuaran, los de igual empleo,
Rafael Martín Ugena, José Peláez Luque, y Román Manteca Montoya. Siendo
trasladado al cortijo de El Daire, y desde este punto en un vehículo del
Cuerpo, al pueblo de Cómpeta. Para que en éste fuera debidamente atendido dada
la gravedad de la herida que al parecer presentaba.
Sabiendo que fue asistido de
primera intención por el médico D. Cándido Lara Valdeiglesias, y que
seguidamente fue trasladado en una furgoneta al hospital militar de Málaga, en
donde se encuentra en la actualidad.
Preguntado, si al guardia
herido le fue recogido el armamento y municiones que llevara consigo. Dijo: Que
sí, que fue recuperado y se encuentra depositado en el puesto de Cómpeta.
Consistente en el fusil nº de serie 3Z 3070, y pistola marca Star número 60288,
con sus correspondientes cargadores. Más la dotación reglamentaria de cartuchos
de ambas armas, excepto las consumidas.
A continuación declararon los
guardias que ocupaban posiciones próximas al compañero herido. Lo manifestado
por cada uno de ellos es muy similar, y no aporta nada nuevo a lo ya declarado
por el sargento.
En el mencionado hospital, se
tomó declaración al guardia segundo herido en este suceso, Román Gómez
Carrillo.
Dijo tener 40 años de edad,
casado, natural de Sotillo de las Palomas, provincia de Toledo, perteneciente
al puesto de El Padrón, de la 11ª compañía de la
137ª comandancia, en aquel momento se encontraba concentrado en el destacamento
de barranco Moreno, término municipal de Cómpeta.
Dijo: Que iniciando su
reconocimiento en despliegue, ordenado por el sargento jefe de las fuerzas, en
cuya formación continuaron avanzando hasta dar vista a unas alturas que hay
antes de llegar al indicado cerro Lucero, momento en el cual fueron
sorprendidos por una ráfaga de fuego que les hicieron desde la parte más alta
del cerro. Pareciéndole lo fue de arma automática, y hecho por los bandoleros
desde los escondites de piedra que en dichas alturas existen.
Por lo que seguidamente le fue
ordenado por el sargento, dejaran de avanzar y tomaran posiciones adecuadas,
para prestarse a la defensa y contrarrestar la agresión de que habían sido
objeto. Efectuado así y entablando a partir de entonces, un intenso tiroteo por
ambas partes, en el cual y ya tendido en tierra, fue alcanzado por una bala que
le produjo la herida que sufre.
Ruinas del cortijo El Daire.
Seguidamente al darse cuenta
de ello sus compañeros vecinos, acudieron en su auxilio. Haciéndolo los
guardias Rafael Martín Ugena, y José Peláez Luque, que se encontraban a su
derecha, así como también el guardia Román Manteca Montoya que estaba situado a
su izquierda, siendo evacuado al cortijo de El Daire, desde allí en un vehículo
del Cuerpo al pueblo de Cómpeta, en donde por el médico titular fue curado de
primera intención, y trasladado más tarde al hospital militar en donde se
encuentra.
Les presento a continuación la
declaración prestada en Málaga el 14 de febrero de 1949, por el teniente D.
Pedro Martí Serra, de 38 años de edad, casado, natural de Fanlo, provincia de
Huesca. Mandaba el segundo distrito del subsector, con sede en Cómpeta.
Diga quién tenía el mando de
las fuerzas que en conjunto actuaron el día de autos. Dice: Que el mando de las
fuerzas en su conjunto lo tenía el capitán de dicho Instituto D. Ismael Quilis,
que estaba situado en venta Camila con el grupo volante, que supone lo
constituían unos doce o catorce hombres.
Diga qué distancia hay desde
venta Camila, al lugar donde el declarante sostenía fuego con los bandoleros,
desde las 8:30 del día de autos. Contesta: Que calcula puede haber hora y media
de camino.
Preguntado, diga si dio parte
o mandó aviso al capitán Sr. Quilis, de la situación del declarante. Contesta:
Que sí, mandó a un cabo y dos guardias, a quienes verbalmente les explicó cuál
era su situación, para que se lo dijeran al capitán.
Al mismo tiempo que le pedía
más fuerzas. Ya que con los veintiún hombres de que disponía el declarante, y
debido al número muy superior del enemigo, y la ventajosa situación de éste,
situado en posiciones de altura, en terrenos muy rocosos, y cuyo enemigo hacía
verdadero alarde de armamento y municiones. Se hacía del todo punto imposible
avanzar, subir hacia las posiciones que ocupaban, y tenía que limitarse a
contener a los bandoleros e impedir la huida de éstos por el sitio que ocupaba
el declarante, que se prestaba a la huida de aquellos.
Que el cabo y los guardias que
mandó con este aviso, no regresaron. Y supone el declarante, que no pudieron
hacerlo, porque el terreno que habían de recorrer estaba muy batido por el
fuego de los bandoleros. Que tampoco recibió los refuerzos que pedía porque en
realidad no los había, y sería insuficiente la fuerza con que contaba el
capitán para atender la parte baja de cerro Lucero.
Diga hasta qué hora permaneció
el declarante haciendo fuego y cortando esa huida que pudieran tener los
bandoleros. Contesta: Que el fuego lo sostuvo durante todo el día, hasta que se
hizo de noche. No retirándose y permaneciendo toda la noche en sus posiciones
hasta que se hizo de día, y pudo apreciar que ya no había bandoleros. Pues
debieron filtrarse por algún otro sitio, pero no por el que estaba el
declarante. Y después de reconocer el terreno y convencerse de que habían
desaparecido, bajó hacia venta Panaderos donde suponía se encontraría el capitán,
a quien encontró y dio novedades.
Después pudo enterarse de que
la situación de las demás fuerzas era tan apurada como la del declarante.
Quiere decir que se les haría difícil o mejor dicho imposible, subir a donde
estaba el declarante. Pues es tal la escabrosidad del terreno, que subiendo
tranquilamente se hace muy difícil, y casi imposible si se está recibiendo
fuego enemigo.
Diga quién le mandó el
refuerzo de fuerzas Regulares que según dice recibió a las catorce horas.
Contesta: Que no lo sabe, y deduce que como la compañía de Regulares andaba en
reconocimiento también por la parte del puerto Umbrales, tomó contacto con el
declarante un sargento con diez o doce moros. Que ya se quedaron con el
declarante y con ellos pudo reforzar su servicio, dejando cinco o seis moros
con los guardias, vigilando la única vereda de escape que podían utilizar. Y
con otros seis soldados moros y un guardia, consiguió escalar la altura de un
monte desde donde creía podía batir con
ventaja a los bandoleros. Pero dichos bandidos a su vez, consiguieron escalar a
la altura de otro cerro que dominaba la nueva posición del declarante.
Diga si se mandó aviso a la
compañía del Ejército que estaba Cómpeta, ya que dada la distancia que separa
dicho pueblo del lugar del suceso, hubo tiempo bastante para que esa compañía
interviniera en el tiroteo y persecución de los bandoleros. Contesta: Que no lo
sabe, pero que dicha compañía no intervino, o por lo menos el declarante no la
vio hasta el día siguiente, a eso de las doce.
Diga las bajas que tuviera, y
número de disparos que efectuó la fuerza de su mando. Contesta: Que sólo tuvo
la baja de un moro muerto. Y disparos sólo se hicieron un centenar, pues el
declarante procuró no quedarse sin municiones. Y ordenó que sólo disparasen sobre
seguro cuando viesen a algún bandido. Lo que se hacía difícil, porque no se
dejaban ver, permaneciendo siempre ocultos tras las peñas. Que dicho enemigo lo
suponía a una distancia aproximada de unos mil metros en línea recta, y en un
plano muy superior al que ocupaba el declarante.
Preguntado, diga si sabe si
causaron bajas a los bandoleros. Contesta: Que cree que sí, por los rastros de
sangre que encontraron al día siguiente.
Diga si pudo darse cuenta de
por qué sitio pudieron huir los bandoleros. Y qué número de ellos calcula que
hubiera. Contesta: Que calcula que hubiera un centenar, y no sabe por donde
pudieron filtrarse. Aunque la sierra es muy grande y siendo como son muy
conocedores del terreno, se comprende fácilmente que durante la noche pudieran
huir por distintos sitios. De lo que sí está seguro, es de que por la parte
donde el declarante tenía sus fuerzas, no se filtraron.
El que a continuación prestó
declaración fue el teniente D. Enrique Cazenave Acosta, quien mandaba la fuerza
del primer distrito del sector inter provincial de la Guardia Civil
Granada-Málaga. Lo haría en Málaga el 8 de agosto de 1949. Dijo estar casado,
natural de Granada.
Diga si el día 6 de diciembre
de 1948, formaba parte de las fuerzas que tuvieron encuentro con una partida de
bandoleros, en el lugar conocido por cerro Lucero, de esta provincia. Y
explique la forma en que se desarrollaron los hechos. Contesta: Que sí formaba
parte de dichas fuerzas, en virtud de orden escrita que recibió del capitán D.
Ismael Quilis Alfonso, jefe del subsector.
Llevaba a su mando doce
guardias y marchó, en unión de una compañía de Regulares, con la misión de
reconocer el triángulo comprendido entre Frigiliana y El Imán, en donde
pernoctaban. De El Imán a venta Panaderos, reconociendo las antiguas bases de
bandoleros. Y de venta Panaderos a Frigiliana.
Al llegar a las alturas
dominantes del puerto Umbrales, se oyó intenso tiroteo. Serían sobre las ocho
horas treinta minutos de la mañana del día seis, cuando se inició el descenso
inmediato hacia el río Higuerón. Y al llegar a la altura de venta Camila,
recibió orden verbal, transmitida a voces por el capitán Sr. Quilis, que se
encontraba en la mencionada venta Camila. Para que todas las fuerzas, tanto de
la Guardia Civil como de Regulares, se trasladasen a la máxima urgencia a venta
Panaderos. Llegando a este lugar aproximadamente a las once.
Al llegar, ya caían
proyectiles de los bandoleros sobre estas fuerzas, y en la referida venta
Panaderos, se encontraba el capitán jefe del subsector, Sr. Quilis, con las
fuerzas del grupo volante. Que la constituían unos doce hombres al mando de un
sargento.
Allí esperó a que fuese
llegando toda la fuerza de Regulares. Que la componían unos cuarenta hombres,
mandados por un capitán y dos tenientes. Una vez todos reunidos, el capitán
Quilis dispuso se atacase al enemigo. Entrando el oficial que declara, con un
grupo de seis guardias y unos cuantos moros, por el sitio que indicó el
capitán, y que era precisamente la línea de máxima pendiente que tiene el monte
que se encuentra inmediatamente detrás de venta Panaderos.
La ascensión fue sumamente
dificultosa, a consecuencia de lo inclinado del terreno y del intenso fuego que
se recibía. Se mantuvo un enlace permanente entre toda la fuerza que subía a
ocupar aquella cresta topográfica. Y al llegar a ésta, el fuego aumentó su
intensidad y era casi imposible avanzar. Ya que aparte del fuego, estaba
completamente cortado el posible paso.
Bordeando el monte por detrás,
se recibió el fuego desde los cerros de enfrente, quedando entre los bandoleros
y las fuerzas que atacaban el barranco Bartolo.
Sobre las cuatro y media de la
tarde, recibió orden el oficial que declara, de que se entrevistase con los
oficiales de Regulares. Ordenando el capitán de esta fuerza, el regreso a venta
Panaderos, en donde aún se encontraba el capitán Quilis con fuerzas del grupo
volante. El cual al ser informado de la situación del enemigo, y de la
intensidad de los fuegos, por el jefe de las fuerzas indígenas, marchó
acompañado de algunos guardias, a Cómpeta a pedir refuerzos. Esto ocurría sobre
las 17:30 horas del indicado día.
En mi modesta opinión, parece un
poco tardía la decisión del capitán. Teniendo en cuenta que en esos días de
diciembre, la noche cae muy poco después de su partida hacia Cómpeta, pudiendo
haberlo hecho mucho antes. Además me pregunto si no hubiese sido más acertado
solicitar esos refuerzos, mediante el envío de alguna pareja de guardias, o
haber aprovechado a los compañeros que evacuaron al guardia herido. Para quedar
mientras tanto, al mando de sus fuerzas en ese momento tan comprometido.
Tampoco
parece acertado su ejemplo, al regresar hasta Cómpeta. Mientras sus
subordinados, con el teniente Martí Serra a la cabeza, permanecían toda la
noche en el teatro de operaciones, en precaria y ciertamente delicada
situación. Mientras tranquilamente y lejos del peligro, el señor Quilis
descansaba en su cama. Pero sigamos con la declaración del teniente Cazenave.
A medida que avanzaba la noche
fue cesando el tiroteo. Colocándose todas las fuerzas, así como las que
componían un grupo mandado por el sargento Flores Comitre, que venían de la
parte de Cómpeta, en una línea de apostadero sucesivo, que ocupaba desde el
puerto de Frigiliana hasta la venta Panaderos.
En esta situación se mantuvo
la fuerza hasta el día siete. En el que a las 12 horas, llegó el jefe del
sector comandante Alcalá, el jefe del tabor de Regulares comandante Ortigüela,
y el jefe del subsector capitán Quilis. Los que ordenaron una amplia batida
dando como resultado el hallazgo, en el barranco Bartolo de un campamento de
bandoleros. Que sin género de dudas habrían abandonado el día anterior. Toda
vez que había huellas recientes de su permanencia en el mismo. Tanto de comida
como de camas, hechas en el suelo con esparto. Y a deducir por la cantidad de
éstas, se calcula que en aquel campamento habría aproximadamente unos ochenta
hombres.
Terminada la batida el oficial
que declara, con fuerzas de la Guardia Civil, y asimismo de Regulares
regresaron a Frigiliana. Sin haber tenido que lamentar
en el grupo de fuerzas que él mandaba, nada más que la baja de un cabo
indígena, que resultó herido.
Es curiosa esta última afirmación
del teniente Cazenave. Bastantes años después, siendo en aquel momento coronel
de la Guardia Civil, y cuando la democracia en España ya estaba consolidada, en
una entrevista con motivo de un documental realizado por Alfonso Arteseros, al
referirse a los peligrosos servicios que en aquella época realizaban, afirmaba:
Concretamente en el encuentro aquel de venta Panaderos, a mi me mataron
siete guardias.
Es seguro que se refería al
encuentro que nos ocupa, ya que no hubo otro de estas dimensiones en este
sector. Y reiteramos que lo afirmaba claramente: “A mí me mataron siete
guardias”. La verdad es que no llego a comprender esta aseveración.
Considero que es casi imposible que se hubiese podido ocultar a la luz pública
la muerte de estos siete guardias, de aquí mi desconcierto.
Creo no obstante que a lo mejor
lo que quiso decir, es que en el tiempo en el que estuvo destinado en la zona,
murieron siete guardias. Lo que sí sucedió, pero en diferentes encuentros. Aún
así es insólito, porque estos guardias que fallecieron no estaban todos bajo
las órdenes de este teniente.
También
los datos que nos ofrecieron, tanto los guerrilleros que participaron, que
cifran en miles el número de fuerzas atacantes, y en numerosísimo el número de
bajas producidas a éstos. A pesar de lo cual la versión oficial ofrecida por
las fuerzas atacantes, nos presenta un número inferior de efectivos al de los
guerrilleros. Y mostrando una sola baja mortal, perteneciente al grupo de
Regulares, y escasos heridos. Uno por parte de la Guardia Civil y otro soldado
también herido.
Si tenemos en cuenta la duración
del combate, a lo largo de todo el día, y su dimensión, y que participaron no
menos de ochenta y siete guerrilleros, y un número al menos similar de fuerzas
atacantes, es un verdadero milagro que el resultado final fuese tan optimista
como recoge la versión oficial.
La revista del PC Mundo Obrero,
entonces clandestina, recogió que en aquel combate, las fuerzas represivas
sufrieron veinticinco muertos y quince heridos. Resultado que me parece
también excesivo. Pero sigamos con la declaración del teniente.
Diga a qué distancia se encontraba
el teniente D. Pedro Martí, de venta Panaderos. Contesta: Que en línea recta
poca distancia, pero que debido a lo
accidentado del terreno, se emplearía hora y media en hacer este recorrido.
Diga si la línea sucesiva de
apostaderos que según dice se constituyó, lo eran sólo en las vertientes de
cerro Lucero que miran hacia la costa, o se procuró también instalarlos en la
vertiente hacia Granada para evitar la huida por aquellos lugares. Contesta:
Que sólo se colocaron en la vertiente que da hacia el mar, ignorando si el
capitán Sr. Quilis montó otros servicios en la vertiente opuesta.
Ignoro si estos apostaderos a los
que se refiere el teniente Cazenave, que pudo instalar el capitán Quilis se
establecieron. Lo que es seguro es que el contingente guerrillero realizó su
huida por esa zona, camino de la sierra de Loja. Por lo que de haberse montado
estos apostaderos, cosa que dudo, indudablemente fueron infructuosos.
Verdaderamente es difícil
imaginar cómo no se cerró el cerco por la zona noroeste. Seguramente de haberse
realizado esta operación, los guerrilleros hubiesen tenido una enorme
dificultad para poder escapar. Ya que las fuerzas atacantes hubiesen dispuesto
de una situación ventajosa y privilegiada, que les habría permitido culminar
con éxito este servicio.
Es
verdad que la orden de servicio situaba a un grupo de seis guardias en puerto
Llano, lugar por donde los guerrilleros escaparon. Pero no se verificó si se
establecieron o no en este sector. Además de haberlo realizado, era un grupo de
fuerza a todas luces insuficiente, para detener a un contingente tan elevado de
guerrilleros. Considero además que al ser una misión, que como luego se
demostró de vital importancia, debió ser encomendada al mando de un oficial.
Diga qué tiempo puede
invertirse desde venta Panaderos a Cómpeta. Contesta: Que se puede tardar hora
y cuarto, teniendo en cuenta que desde venta Panaderos al El Daire hay que ir a
pie, en cuyo trayecto se puede invertir unos tres cuartos de hora a buen paso.
Y desde El Daire, donde había una furgoneta, a Cómpeta se podía invertir una
media hora.
Sin duda el paso al que se
refiere el teniente, tenía que ser muy bueno. Creo conocer bien ese recorrido,
que he realizado en varias ocasiones, y me parece quizás un tiempo muy escaso.
Sobre todo para realizarlo como lo hicieron los guardias, cargados con el
equipo y tomando las correspondientes precauciones.
Desde venta Panaderos primero hay
que bajar algo más de un kilómetro, y luego emprender un sendero que dibuja un
pronunciado ascenso hacia el llamado collado de los Civiles. Y desde allí
descender la misma distancia hasta el cortijo de El Daire, desde donde una
pista conduce hasta Cómpeta.
A continuación el Instructor
formuló al teniente Cazenave, una interesante y comprometedora pregunta, que seguramente
todos nos hacemos.
Diga cómo se explica, que
visto el cariz que presentaba el encuentro con los bandidos, que por su crecido
número y el nutrido fuego que practicaban, se hacía difícil hacer el copo de
ellos, contando sólo con las fuerzas de que disponía. Y visto que el fuego
empezó a las ocho de la mañana, cómo no se pidió el auxilio o refuerzos de la
compañía de Infantería de destacada en Cómpeta.
Ya que hubo tiempo durante
todo el día de que hubiesen intervenido, y posiblemente con esta ayuda se
hubiese podido evitar la huida de los bandoleros. Contesta: Que no sabe, y se
limitó a cumplir las órdenes que recibió de su inmediato superior. Y lo que sí
sabe, es que la compañía de Infantería apareció al siguiente día, sobre las 12
horas, descendiendo desde las alturas dominantes hasta venta Panaderos.
Como vemos la opinión del
interrogador coincide con la que les comenté. Seguramente de haberse realizado
antes la maniobra que efectuó la compañía de Infantería a la mañana siguiente,
conjuntamente con la desplegada desde el río Higuerón, sin duda habría cambiado
el resultado del combate.
La investigación se dirigió a
esclarecer por qué no se tomó esta decisión, a todas luces vital y necesaria,
dado el rumbo que tomaron los acontecimientos.
Al Respecto, a continuación
recojo la declaración que prestaría en Málaga el 5 de septiembre de 1949, el
capitán D. José Ruiz del Portal Costa. Natural de Algeciras (Cádiz), y de 29
años de edad. Era el jefe de la compañía de Infantería destacada en Cómpeta.
Diga si el día 6 de diciembre
de 1948, se encontraba destacado en Cómpeta al mando de su compañía. Contesta:
Que sí, y en aquella época mandaba la segunda compañía.
Diga si tuvo conocimiento en
dicho día de lo que ocurría en cerro Lucero, que está en la demarcación de
Cómpeta. A qué hora supo que en dicho cerro, o sus inmediaciones, tuvieron
encuentro fuerzas de la Guardia Civil con numerosa partida de bandoleros, con
los que sostenía fuerte tiroteo. Por quién supo estas noticias, y si recibió
orden de acudir con las fuerzas de su mando al lugar de la lucha. Contesta: Que
el indicado día 6 de diciembre, salió de Cómpeta a las siete de la mañana,
debidamente autorizado, para trasladarse
a Málaga, al objeto de liquidar en la Caja del Cuerpo y resolver otros asuntos
relacionados con la compañía.
A las ocho de la noche de
dicho día regresó a Cómpeta, y en el momento de su llegada, el teniente que
quedó al mando de la compañía, le dijo al declarante que se había enterado de
que desde por la mañana había tiroteo con los bandidos en cerro Lucero. Y que
el teniente coronel de la Guardia Civil jefe de la comandancia de Málaga, le
ordenó que encargase pan para las tropas, al objeto de salir al día siguiente.
Y unos veinte o treinta
minutos después de esta conversación con el teniente, recibió recado del jefe
de la comandancia, para que fuera al cuartel de la Guardia Civil. Donde dicho
jefe le dijo al declarante, aclara y dice, que quien lo recibió en el cuartel
fue el comandante jefe del sector, y le dijo que tuviera la compañía preparada,
para salir en camiones a las seis de la mañana del día siguiente hasta El
Daire, que es donde llega la pista, y desde allí la compañía seguiría a pie por
el collado de los Civiles hasta puerto Llano. Donde debía situarse para taponar
la salida de los bandoleros. Que es la parte de cerro Lucero que está orientada
hacia la provincia de Granada.
El 7 de septiembre de 1949,
prestaría su declaración en Málaga el teniente de Infantería, D. Juan Jiménez
Ramírez. De 38 años de edad, natural de Jubrique. El contenido de su
declaración, de alguna manera ya se ha recogido en la manifestación de su
capitán.
Juzguen ustedes a tenor de las
declaraciones, de quién fue la responsabilidad de que se malograse este
servicio. ¿Para qué eran necesarios, un comandante jefe del sector, un teniente
coronel jefe de la comandancia, y un coronel de la Guardia Civil jefe del
tercio, si no era para tomar las decisiones oportunas? Además estando a casi
dos horas de camino del teatro de operaciones, difícilmente su concurso podría
ser productivo.
En Málaga el 16 de septiembre de
1949, también declaró el comandante D. Leopoldo Gómez de Hortigüela, jefe del
grupo de Regulares Alhucemas nº 5, con base en Frigiliana.
Diga si recibió orden para que
el día seis de diciembre del pasado año, una compañía de las fuerzas de su
mando, prestaran un servicio en cerro Lucero. Y diga de quién recibió esta
orden, y quién iba al mando de las fuerzas, que en conjunto prestaron dicho
servicio. Contesta: Que recibió una petición para el servicio de reconocimiento
del río Higuerón, en colaboración con la Guardia Civil. Cuya petición no tiene
seguridad si la recibió del comandante del sector, que es el comandante de la
Guardia Civil Sr. Alcalá, o fue del jefe de la comandancia de la Guardia Civil
de Málaga. Dato que no puede contestar
por no tener en este momento a su disposición el archivo del Tabor.
Que el capitán que mandaba la
compañía de Regulares, tenía la misión del reconocimiento de los barrancos de
la ladera izquierda del río Higuerón, y llevaba esta misión determinada, y el
mando único de su unidad, y por tanto no tenía ningún jefe directo en el lugar
donde se efectuaba el reconocimiento.
Diga quién tenía el mando del
conjunto de las fuerzas que operaban en cerro Lucero. Contesta: Lo tenía el
jefe del sector, Sr. Alcalá, que estaba en su puesto de mando, que no sabe si
era El Daire o en Cómpeta.
Diga a qué hora de dicho día
tuvo noticia de las novedades, y de lo que ocurría en cerro Lucero. Que determinaciones
tomó, y de quién recibió órdenes. Contesta: Que a media tarde del indicado día,
en Nerja, recibió noticia telefónica por el comandante Sr. Alcalá, de que tenía
una baja. Trasladándose inmediatamente a Competa con la Plana Mayor del Tabor,
total unos quince hombres.
Llegando todavía de día,
aunque con poco sol y encontrando en dicho pueblo al señor coronel del 37º de
tercio, al teniente coronel jefe de la comandancia de Málaga, y al jefe del
sector Sr. Alcalá. Quedando a las órdenes del coronel del tercio, y recibiendo
orden de dicho jefe de que a la mañana siguiente cooperase en un reconocimiento
que se practicó en cerro Lucero. Sin otro resultado que el de encontrar doce
cabras sacrificadas y numerosos víveres y efectos.
A continuación, el Instructor
formuló la ya reiterada pregunta.
Diga cómo se explica que no se
utilizara durante todo el día de autos, a la compañía de Infantería destacada
en Cómpeta. Que pudo ayudar a las fuerzas que operaban en cerro Lucero, e
incluso taponar las salidas de la parte norte de dicho cerro, con lo que
posiblemente se hubiese evitado la fuga de los bandoleros. Contesta: Que ignora
las causas por las cuales el coronel del tercio de la Guardia Civil, no dispuso
de esas fuerzas hasta el día siguiente.
Con la declaración del comandante
Hortigüela, terminaron las comparecencias recogidas en este procedimiento. Como
hemos asistido, este comandante descargó toda la responsabilidad en el coronel
del 37º de la Guardia Civil, D. Andrés García
Pérez, de no haber tomado la decisión de emplear la compañía del Ejército para
taponar la salida de los guerrilleros por puerto Llano.
Echo quizás en falta las
declaraciones que pudieran ofrecernos tanto el comandante del sector D.
Florencio Alcalá Martínez, como el capitán jefe del subsector D. Ismael Quilis
Alfonso, que eran los jefes directos de las fuerzas de la Guardia Civil. Y
debido a su mayor rango, también de las de Regulares que intervinieron en este
encuentro.
Probablemente inmersos en otro
proceso judicial mucho más grave, seguido con motivo de un encuentro sostenido
el 17 de septiembre de ese mismo año, al mismo tiempo que se producían las
comparecencias. En esta ocasión, las fuerzas de la Guardia Civil y la guerrilla
se enfrentaron en cerro Verde. Resultando muertos un guardia y un cabo primero
de este Cuerpo. Seguramente por la deficiente planificación y dirección de
estos mismos jefes.
Considerando quizás que el
resultado del encuentro de cerro Verde, al tener un resultado más dramático que
el que nos ocupa, y al estar ya en marcha un procedimiento judicial en el que
estos jefes estaban implicados, quizás no se consideró necesario tomarles
declaración por lo sucedido en cerro Lucero.
En mi opinión la planificación
del servicio en cerro Lucero no fue nada acertada. Seguramente el mando de la
Guardia Civil no era consciente del verdadero potencial del contingente
guerrillero allí concentrado. Pero quizás debió cerciorarse antes de enviar a
ese lugar de una dificultad topográfica extrema, a un elevado número de
guardias y de soldados de Regulares, que de verdadero milagro no tuvieron un
final mucho más trágico.
Creo que hasta un profano en
tácticas militares, hubiese atacado las posiciones guerrilleras de arriba a
abajo. Asegurando primeramente las posiciones elevadas de cerro Lucero, y
cerrando la posible huída por la zona noroeste, el tan mencionado puerto Llano.
Totalmente al contrario de cómo se realizó. Lo que hace pensar en un total
desconocimiento de la topografía del lugar.
Además es seguro que el número de
fuerzas que intervinieron, era a todas luces insuficiente. Para atacar a tan
elevado número de guerrilleros, bien armados, excelentes conocedores del
terreno, con un total desprecio al peligro, y sobre todo en este enclave tan
inhóspito y abrupto.
Es verdaderamente inexplicable, a
no ser que se subestimara al enemigo, que no se hubiesen tomado previamente las
alturas de cerro Lucero. Y en el peor de los casos cuando ya se tenía certeza
de lo que ocurría, no se solicitase por medio de los guardias que evacuaron a
su compañero herido hasta Cómpeta, la necesaria ayuda a otros puestos y
destacamentos de la zona de Granada. Y también a la misma compañía del Ejército
de Cómpeta de la que tanto se ha hablado.
Era vital ocupar el sector de
puerto Llano. Ya que de lo contrario, era de esperar que por allí los
guerrilleros acabarían huyendo. A ninguno de los jefes de la Guardia Civil
reunidos en Cómpeta, se les ocurrió esta idea. Lo lógico hubiese sido, que en
lugar de solicitar al jefe de la compañía del Ejército que comprase pan para al
día siguiente ir con sus fuerzas hasta puerto Llano. Esa misma mañana del día
6, se debería de haber anticipado esta orden.
El 17 de junio de 1953 el capitán
General de la Novena Región Militar en Granada, acordó el Sobreseimiento
Provisional de estas actuaciones, a tenor de lo dispuesto en el caso
segundo del artículo 723 del Código de Justicia Militar, ya que a pesar de
estar agotada la investigación, no fue posible llegar al conocimiento de
quiénes fueron los autores del hecho de provocar la herida del guardia.
Como ven, siendo importante
averiguar los responsables de las heridas del guardia y la muerte de un
soldado, no se consideró oportuno tomar ninguna determinación con los jefes
responsables del servicio. Lo que eventualmente llevaría a posteriores fracasos
como fue el caso de cerro Verde.
Articulo completo recogido en el libro
Causa Perdida. Agrupación Guerrillera Málaga-Granada