17 de septiembre
de 1949.
En mi opinión, sin duda alguna,
el encuentro sostenido en las cumbres de cerro Verde por fuerzas de la Guardia
Civil y la guerrilla, marcaría un antes y un después en la definitiva
resolución de este conflicto.
El desenlace de este
enfrentamiento provocaría el procesamiento de uno de los oficiales del
Instituto Armado, que intervino en la planificación de las operaciones. De
algunos mandos intermedios y de algunos guardias. Asimismo traería consigo el
paso a disponible forzoso, del comandante jefe del sector y del jefe de la 137ª
comandancia de Málaga.
Como consecuencia de este suceso
fueron destinados a la zona otros mandos de la Guardia Civil, de contrastada
experiencia en la lucha contra la guerrilla. Adquirida principalmente en sierra
Morena, donde acabarían con la III Agrupación Guerrillera.
El teniente coronel Ángel
Fernández Montes de Oca, primer jefe de la comandancia de Córdoba, pasaría a
serlo de la 137ª comandancia de Málaga. De la mano de este jefe también
llegaría a esta comandancia, para ocupar la jefatura del subsector para la
persecución de “bandoleros”, con sede en Torrox, otro de los miembros
más destacados en la lucha contra la guerrilla en la sierra cordobesa, el
capitán D. Joaquín Fernández Muñoz. Hombre de probado valor, y muy apreciado
entre sus subordinados.
Sus métodos eran poco ortodoxos
pero altamente eficaces, y se basaban en el “el fin justifica los medios”.
Desde octubre de 1949 a julio de 1950, este oficial infundió un respeto muy cercano
al terror, en las poblaciones próximas, como Torrox, Frigiliana, o Cómpeta.
Localidades en las que sostuvo fuertes enfrentamientos con el personal civil.
Por ejemplo con el alcalde, y otras personalidades de Frigiliana, entre ellos
el párroco D. Domingo Campillo Gascón.
También
con el párroco de Torrox, D. Bartolomé Fayeras LIinás, parece que tuvo un
durísimo enfrentamiento que obligó al obispo de Málaga, D. Ángel Herrera Oria,
a trasladar al mencionado sacerdote para que el asunto no llegara a mayores.
Otro oficial que llegó en esas
fechas a la zona, fue el teniente D. Francisco Giménez Reyna, mano derecha de
Fernández Muñoz, con quien había combatido a la guerrilla en la sierra
cordobesa. Este oficial pasaría a ser el jefe de la línea de Nerja, y apoyaría
al citado capitán en muchos de sus servicios.
Estas nuevas incorporaciones a la
137ª comandancia, se vieron reforzadas con la llegada casi simultánea en
octubre de 1949, del teniente coronel D. José Eulogio Limia Pérez, a la
jefatura de la 136ª comandancia de Granada. Hombre sumamente inteligente y de
acreditado prestigio. Experto en la lucha contra la guerrilla, adquirida en la
zona Centro, donde su dureza y eficaz labor, acabó con las agrupaciones que
actuaban en las montañas cercanas a Ciudad Real y Toledo.
Estos relevos entre otras
circunstancias irían provocando el declive de la agrupación Guerrillera
Málaga-Granada. Por esto considero a este encuentro de cerro Verde, que ahora
paso a relatarles, como uno de los de mayor trascendencia.
El descubrimiento.
Cerro Verde se encuentra situado
entre las localidades de Cómpeta y Frigiliana. Limitado al oeste por el río
Patamalara, conocido como río de Torrox. Al este por el arroyo del Acebuchal,
al norte por el llamado collado de Páez Blanca y los cerros conocidos como
Colmenar de Camacho. Mientras que al sur, por la pequeña aldea del Acebuchal
Alto y su vecina Acebuchal Bajo.
Habitualmente los guerrilleros
establecían su campamento en la ladera este. Por estar más expuesta a los rayos
solares, podían mitigar así los efectos de los fríos días invernales. En el
verano lo trasladaban a su vertiente oeste, la que mira hacia el valle del río
Patamalara. Así, al ser mucho más sombreada, les permitía soportar mucho mejor
los rigores estivales.
Durante el mes de septiembre, que
en estas latitudes aún persiste el calor veraniego, el campamento continuaba
emplazado en la vertiente oeste. Y en la tarde del día 12 fueron divisados
desde la lejanía, algunos guerrilleros por el teniente D. Pedro Martí Serra y
el sargento Fernando Gómez González.
El descubrimiento fue puesto
inmediatamente en conocimiento del capitán jefe del subsector Ismael Quilis
Alfonso. Éste trasladó la información al comandante responsable del sector
interprovincial, D. Florencio Alcalá Martínez, y al jefe de la comandancia de
Málaga, D. Antonio Gutiérrez Martínez.
Así dieron inicio los
preparativos, de lo que a la postre sería uno de los enfrentamientos más
feroces entre miembros de este Cuerpo, y guerrilleros de la Agrupación
Málaga-Granada.
Ajenos a lo que se estaba
preparando, allí se encontraba acampado un numeroso grupo de guerrilleros. El
E.M. casi al completo, a excepción de «Clemente» que había partido la tarde
antes hacia Torrox, para recoger suministros. Además el G.E. y dos de los grupos
pertenecientes al VI Batallón, cuyos jefes eran «Nico» y «Vicente».
El plan para el ataque.
Guardia Civil, sector inter límite,
primer subsector. Orden para el servicio, dada en Almuñécar día 14 de
septiembre de 1949.
El día 16 por la noche, el
teniente Martí, con el grupo de Fogarate, se establecerá en el cortijo Palma.
Emplazando sus armas automáticas, para al amanecer del día 17, abrir fuego
sobre el campamento de bandoleros de cerro Verde.
El día 17, fuerzas de la
posición de cerro Lucero con 60 hombres, partiendo de puerto de Frigiliana, se
hallará a las 8 horas en los collados de Pan Blanca. Para desde allí desplegar
hasta el río Torrox, en línea perpendicular a dicho río (no por veredas). Al
oír el fuego de las armas automáticas, enlazará por la derecha con el teniente
Martí, y por la izquierda con los grupos de Río de la Miel y Chíllar.
Croquis realizado por la Guardia Civil.
El día 17 a las 8 horas, los grupos de Río de la Miel y Chíllar, se encontrarán desplegados desde el Acebuchal Alto a la fuente del Tiro. Y al oír el fuego de armas automáticas, emprenderán la subida rápidamente, para ocupar las alturas de cerro Verde, en toda su longitud. Continuando el descenso hasta la vereda que va, desde los collados de Pan Blanca al coto de D. Blas. Haciendo contacto con la fuerza del grupo Central por la izquierda y con la del Lucero por la derecha. Muy atentos siempre a la posible huída de bandoleros por el frente que ocupan.
Día 17 a las 8 horas, el grupo
Central se hallará desplegado desde el Acebuchal Bajo, hasta el canal de la
fábrica de Torrox nº 3. Y al oírse el fuego de las armas automáticas, avanzará
rápidamente hacia la cumbre de cerro Verde. Apoyado su flanco izquierdo
posteriormente, en la vereda que va al coto de D. Blas y al río. Tomando
contacto por su derecha con los grupos de Río de la Miel y Chíllar, y por la
izquierda con el grupo de Patamalara. Estando siempre atentos a que los
bandoleros en su huída no puedan filtrarse en su frente.
Día 17 a las 8 horas, el grupo
de Patamalara se hallará desplegado en un frente que abarque desde el río
Torrox, canales, y accesos del río a la loma de la Juliana. Y al oírse los
disparos de armas automáticas, avanzarán con precaución y rápidamente, al lugar
del emplazamiento de bandoleros, que ya conoce. Haciendo alto en las
inmediaciones y por encima de la fábrica de Torrox, y procurando establecer
contacto con la fuerza del teniente Martí por su izquierda, y por la derecha
con el grupo Central.
Nota.- nadie se moverá de las
posiciones de apresto, hasta oír el fuego de las armas automáticas. Permaneciendo
en estado de espera hasta las doce horas. A esa hora, y de no ocurrir novedad,
se concentrarán sobre el Colmenar de Camacho, desplazándose los jefes de
fuerzas al cortijo de El Daire, donde recibirán instrucciones.
Las instrucciones complementarias
las recibirán los jefes de fuerza, de los respectivos oficiales, con arreglo a
las que éstos habrán recibido verbalmente.
Almuñécar 14 de septiembre de
1949.
El comandante jefe del sector
Florencio Alcalá Martínez.
Hasta aquí la orden dada por el jefe
del sector para el despliegue. Verdaderamente un servicio muy bien planteado
para realizarse sobre un mapa. Pero descabellado conociendo la topografía del
lugar, su vegetación, y sobre todo las distancias entre los puntos que recoge.
Así el grupo de cerro Lucero,
estaría formado por un contingente de 60 guardias de este destacamento y de
otros de la provincia de Granada. Al mando del teniente D. José Sánchez Ocaña,
y como práctico el cabo primero Matías Lobato Martín, de la dotación del
Lucero.
A pesar de ello, esta fuerza se
despistó en su maniobra de aproximación a la posición que tenían asignada,
yendo a parar al arroyo del Acebuchal. Y desde allí, tuvo que ser el sargento
Leocadio Salas Lobo, perteneciente al grupo de Chíllar, el que les ayudase a llegar
hasta su destino en el collado de Páez Blanca. Para establecer el límite del
operativo por el norte. Esta circunstancia, que provocaría llegar unos minutos
tarde al objetivo, en mi opinión fue una de las posibles causas del fracaso del
servicio.
Por el oeste desde el cortijo
Palma, frente a la zona donde se emplazaban los dos campamentos guerrilleros,
se ubicó el grupo Fogarate formado por treinta guardias, al mando del teniente
D. Pedro Martí Serra. Aquí se situarían dos ametralladoras pesadas, una de las
cuales quedó inservible y fuera de servicio en los primeros momentos.
El pretendido objetivo del empleo
de estas ametralladoras, era hostigar desde la distancia los campamentos. Para
provocar la desbandada de los guerrilleros hacia los lugares donde serían
“cazados” por los guardias, como si de una montería se tratase.
Al mismo tiempo, los disparos de
las ametralladoras valdrían de señal para el inicio de los movimientos de las
distintas fuerzas hacia sus objetivos. También se trasladaría aquí posteriormente
el puesto de mando. Ubicado en un principio algo más arriba y hacia el oeste,
en el collado de la loma de la Juliana.
Al suroeste se situaría el grupo
Patamalara. Constituido por 30 guardias, al mando del sargento Fernando Gómez
González. Quien junto al teniente Martí habían avistado los movimientos de los
guerrilleros el día 12, en la llamada loma de la Mata-Alrededor. Es por esto
que el comandante en su orden decía, que conocían los emplazamientos de los
campamentos.
Al sur el grupo llamado Central,
formado por 30 guardias al mando del sargento Mateo Flores Morales. Con la
misión de cerrar el cerco por esta zona, y enlazar por el este con los grupos
de Chíllar y Río de la Miel. Y por el oeste con el grupo de Patamalara.
Al este el contingente que
posteriormente resultaría el más decisivo. Ya que la huída de los guerrilleros
y los enfrentamientos más cruentos, se produjeron por este sector. Estaba
formado por un brigada, dos sargentos, siete cabos y cuarenta y ocho guardias.
Pertenecientes a los destacamentos de río Chíllar, al mando del brigada Manuel
Rodríguez Muñoz. Y el de Río de la Miel, al mando del sargento Félix Vicente
Meliá.
Éstos se desplegaron en siete
grupos desde la aldea del Acebuchal Alto, hacia el norte hasta llegar a la
fuente del Tiro. En un frente aproximado de dos kilómetros. Todos ellos bajo la
dirección general del brigada mencionado.
Despliegue desde el arroyo del Acebuchal (grupos del 1 al 4).
Como se puede comprobar un despliegue sin precedentes, formado por más de doscientos guardias, sin contar jefes y oficiales ni personal de apoyo.
Según las expectativas de la
Guardia Civil, el número de guerrilleros que había en esos campamentos de la
loma oeste del cerro Verde, era en torno a diez. Luego se comprobaría que eran
muchos más alrededor de los treinta. Además se encontraban allí destacados
muchos de los guerrilleros más experimentados y mejor armados, entre ellos el
propio «Roberto».
Despliegue desde el arroyo del Acebuchal (grupos del 5 al 7).
La baza principal del servicio
consistía en que los guardias que cerraban el cerco desde el norte, sur, y
sobre todo desde el este, llegasen a las cubres de cerro Verde antes que los
guerrilleros. Y desde allí atacar a los que huían.
Pero lo que sucedió fue lo
contrario. Pues los guerrilleros alcanzaron antes que los guardias las zonas
altas y dominantes de cerro Verde. Porque los que diseñaron el servicio
calcularon mal el tiempo previsto para que los grupos, de Chíllar y Río de la
Miel, desplegados a lo largo del arroyo del Acebuchal, alcanzasen estas cotas
superiores.
Una teoría probable es que los
cercados, bien recibiendo una confidencia a última hora o detectando algún tipo
de movimiento, abandonasen sus bases antes de que se iniciasen los disparos de
las ametralladoras. Pero esto no sucedió.
Cuando entrevisté al guerrillero
Miguel Salado Cecilia «Gómez», que aunque no estaba en el momento del asalto,
porque había salido la tarde anterior con el grupo de «Clemente», sus
compañeros le contaron al día siguiente como había sucedido todo.
Me dijo: Los guerrilleros se
percataron de la presencia de la Guardia Civil, al comenzar los disparos de las
máquinas que estaban en el canal. Los primeros tiros se los hicieron a
Andrés, jefe del Grupo de Enlace, y a Vicente, cuando se disponían a relevar la
guardia que se encontraba en los tajos del Búho, junto al campamento.
Para hacernos una idea de cómo se
desarrollaron los hechos, nos servimos de la declaración del guerrillero
Victoriano Sánchez Ramos «Isidro». Al ser detenido por la Guardia Civil
cerca de Frigiliana, en enero de 1951, manifestaría que estuvo presente en este
combate.
A eso de las siete de la mañana, empezó a
tirar la Guardia Civil con ametralladoras desde la fábrica de luz, o cerca de
ella. Y entonces Roberto mandó a Lozano y a Paquillo, cada uno con un grupo, a
tomar las alturas de cerro Verde. Detrás iba Roberto con otro grupo en el que
iba el declarante.
Los dos primeros grupos que
subieron, pasaron de la altura del cerro, y escaparon, porque llegaron antes
que la Guardia Civil. Cuando el grupo de Roberto llegó a la altura del cerro,
se encontraron con la Guardia Civil, y se entabló el tiroteo. El declarante iba
muy detrás acompañado de Marcelo, y no llegamos a disparar.
Nos quedamos ocultos entre la
maleza y los pinos hasta por la noche, que nos trasladamos al sitio conocido
por el Conca, término de Frigiliana.
Los primeros que se tirotearon
con la Guardia Civil fueron el Nico, Andrés, Carlillos, Pepe, Vicente, Ignacio,
Julián, y Roberto. Y de éstos murieron en
el encuentro el Nico, que era el hermano segundo de los conocidos por los
Frailes. Y Julián, que era de Frigiliana.
Supongo que el que mató al
cabo debió ser Andrés, porque fue él quien se apoderó del armamento de dicho
cabo.
Como podemos observar, el astuto
jefe guerrillero, supo anticipar el movimiento de la Guardia Civil. Y en pocos
segundos pudo intuir, que lo que había que hacer era tomar cuanto antes las
alturas. Por eso mandó a los dos primeros grupos con esa misión, y llegaron
antes que los guardias. La habilidad para encontrar la mejor solución táctica
en el combate, era una de las virtudes de este jefe guerrillero, y en esta ocasión
también la demostró.
«Roberto» arrastraba un problema
en su pierna izquierda, por lo que tardó algo más tiempo en alcanzar la zona
alta de cerro Verde. Y rodeado de guerrilleros del G.E. entabló combate con los
guardias. En el transcurso del cual, resultaron muertos los guerrilleros «Nico»
y «Julián». Y por parte de la Guardia Civil, el cabo primero Antonio Toribio
Tejada y el guardia Antonio García Reyes.
El enfrentamiento más duro tuvo
lugar en la cota más alta, la situada al noreste, próxima al collado de Páez
Blanca. Allí resultó herido el brigada, jefe del grupo que ocupaba este sector.
Cuando el suboficial se sintió impedido, transfirió el mando al sargento Félix
Vicente Meliá. Quien sin un motivo justificado, abandonó el operativo llevando
consigo a un nutrido grupo de guardias. Dejando desguarnecido este sector.
A mi modo de ver, y desde la
perspectiva que supone conocer a posteriori los hechos ocurridos, y habiendo
estado en el lugar del suceso, era casi imposible que los grupos de Chíllar y
Río de la Miel hubiesen cumplido a tiempo, la orden encomendada.
Enfrentamiento en la cota más alta.
La distancia, la orografía del
terreno muy abrupta, y la abundante vegetación, dificultaban la ascensión. Por
el contrario la distancia a recorrer por los guerrilleros para alcanzar la zona
alta, era menor y más franca.
Tampoco se produjo el contacto,
como se indicaba expresamente en la orden, entre los grupos que cubrían los
flancos este y norte. Pues el único medio de transmisión de las órdenes fue a
voces. Ya que los aparatos de comunicaciones empleados por la Guardia Civil,
eran totalmente ineficaces en este tipo de terreno, de barrancos y espeso
pinar. Todo ello favoreció la huída de los primeros grupos de guerrilleros por
ese sector, entre ambos contingentes de la Guardia Civil.
Estoy convencido, una vez
estudiado el terreno, de que el numeroso grupo de guardias de Granada, al mando
del teniente D. José Sánchez Ocaña, quizás pudo ser más diligente. Ya que su
emplazamiento inicial, en el collado de Páez
Blanca, se encontraba mucho más próximo de la cima de cerro Verde que el punto
desde donde partió el grupo del brigada.
Tal vez hubiese sido más eficaz
que en la orden se hubiese previsto, haber empezado el avance antes de comenzar
los disparos de las ametralladoras, a pesar de la oscuridad. Seguramente se
hubiese conseguido ocupar la línea de cumbres de cerro Verde antes que los
guerrilleros. Atacándoles así desde posiciones más ventajosas.
O bien infiltrando durante la
noche pequeños grupos de guardias, más especializados y adecuadamente armados,
que hubiesen ocupado las posiciones de privilegio que proporcionaban las cotas
altas. Aguardando desde allí la huida desesperada de los guerrilleros.
Pero ante el temor de ser
descubiertos por los posibles vigías, que se habían localizado en la otra vertiente,
concretamente en los tajos del Búho, se desestimó esta posibilidad.
Sin embargo esta precaución no
fue adoptada en la aproximación al teatro de operaciones del grupo Fogarate, al
mando del teniente Martí. El que sí se estableció en la noche del 16 en el
cortijo Palma. Lo que sí podría haber sido advertido por los centinelas de los
guerrilleros. Pues su campamento estaba emplazado en esa misma vertiente, y con
visión directa de este cortijo.
Sin duda otra de las
circunstancias que harían fracasar el operativo, fue las imprecisas o nulas
instrucciones complementarias que según el plan del comandante, los oficiales
debían haber dado a los respectivos jefes de grupo. Esto unido a la escasa
comunicación entre los grupos que se realizó, en el mejor de los casos a
gritos, permitió a los guerrilleros conocer los movimientos e intenciones de la
Guardia Civil. Asimismo, parece que los propios guerrilleros transmitieron,
también a viva voz, órdenes contradictorias que acabaron por confundir a los
guardias.
Y finalmente, el comportamiento
del sargento Félix Vicente Meliá. Incomprensiblemente este suboficial abandonó
su posición alegando haber recibido órdenes a voces, probablemente de los
guerrilleros, de que se replegara. Lo que creó un enorme pasillo, entre los
grupos que cubrían el norte y el este, por el que sin oposición escaparon los
guerrilleros hacia el río Higuerón.
Opino no obstante que sin
pretenderlo, este suboficial con su negligente y cobarde actuación, sin duda
salvó la vida a muchos de sus compañeros. Pues ante la deficiente planificación
del servicio, podrían haberse encontrado en una situación desfavorable y
verdaderamente delicada.
Por otra parte el cabo primero
Antonio Toribio Tejada, si que alcanzó como se le había ordenado, las cotas
altas de cerro Verde. Y si bien en un derroche
de valor, se despistó y adelantó a los guardias que tenía adjudicados, combatió
junto al grupo del brigada a los guerrilleros. Muriendo heroicamente luchando
contra el enemigo, hasta ser alcanzado por un disparo en la frente. Dejando
bien alto el honor de la Guardia Civil, al que había pertenecido desde que
nació. Pues su padre también había servido como sargento de este Cuerpo.
Se perdió el armamento del cabo
muerto, consistente en un subfusil y una pistola del nueve largo, arrebatados
como se ha dicho, por el guerrillero José Martín García «Andrés».
Inspección ocular, y levantamiento de los cadáveres de los dos
guerrilleros.
Frigiliana a 19 de septiembre
de 1949, el señor Juez acompañado del médico de esta localidad y de mí el
Secretario, se personó en el lugar de los hechos. Encontrando en el mismo, el
cuerpo de dos hombres al parecer cadáveres. Uno de ellos se encontraba en la
posición decúbito supino, y el otro decúbito lateral derecho. Ambos se
encontraban destocados, vistiendo pantalón de pana y camisa caqui, sin que se
les encontrara objeto ni documentación alguna.
A las inmediaciones de uno de
ellos, se halló un cartucherín negro, con diez peines de cinco cartuchos
calibre 7 mm, y un tampón multicopista con su correspondiente rodillo. A las
inmediaciones del otro, una escopeta de dos cañones, fuego central, calibre 12
mm, careciendo de número de fabricación. Partida por la garganta y en mal
estado. Y una canana de lona con seis cartuchos cargados con postas y bala, así
como una pistola automática, calibre 7,65, marca Víncitor y un peine con
cartuchos.
Diligencia de identificación de los cadáveres.
En Frigiliana a 19 de
septiembre de 1949, se extiende la presente para hacer constar, que con
anterioridad a la diligencia de autopsia, fue reconocido uno de los cadáveres
por la mayoría de la población civil de esta localidad. Era el del individuo
MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PLATERO «Espartero». Natural y vecino de Frigiliana,
casado, jornalero, de 47 años de edad, hijo de Antonio y de María.
Y el otro, reconocido por
varios vecinos, entre ellos los llamados Antonio Álvarez García, Ángel Bernardo
Sánchez Herrero, y Francisco López Rojas. Resulta ser ANTONIO ROJAS ÁLVAREZ
«Miserere». Con el nombre de guerra de «Carlos», natural y vecino de
Frigiliana, soltero, del campo, color moreno, ojos negros, de 25 años de edad,
hijo de José y de Ana.
El segundo cadáver correspondía
en realidad a Rafael Jurado Martín, apodado como sus hermanos, «Fraile». Su
nombre en la sierra era «Nico». Natural de Torrox, soltero, e hijo de Rafael y
Nieves.
Nunca podría imaginarse Rafael
Jurado, que acabaría su amplio historial guerrillero a escasos metros de donde
lo comenzó, en el cortijo Calixto. Este cortijo se encontraba situado muy cerca
de la fuente del Tiro, frente a la ladera este de cerro Verde. El 23 de marzo
de 1946, junto a su hermano Antonio, conocido como «Felipe», se unieron al
grupo liderado por Joaquín Centurión Centurión «Juanito».
La confusión quizás pudo deberse
al mal estado en que se encontraba su cadáver, y a su tez morena igual que la
de Rojas Álvarez. Curiosamente cuando realmente murió «Carlillos»,
en el cerro de los Guindos, cerca de Alhama de Granada, su cadáver también fue
confundido con otro de los hermanos «Fraile». Concretamente con el de
Antonio Jurado Martín «Felipe». Lo que hace pensar en el gran parecido físico
entre Rojas Álvarez y los hermanos Jurado.
Curiosamente se dio la
circunstancia de que «Carlillos» también resultó gravemente herido en este
combate de cerro Verde, al ser alcanzado por la explosión de una granada de
mano, pero logró recuperarse.
Los cadáveres de «Nico» y
«Julián», serían enterrados el 19 de septiembre en el cementerio de Frigiliana.
El cabo primero fallecido Antonio
Toribio Tejada, tenía 28 años y era natural de Salorino (Cáceres). Pertenecía a
la 5ª compañía Móvil de Sevilla, y estaba concentrado en el destacamento de
Chíllar. El guardia Antonio García Reyes, tenía 26 años y era natural de Álora
(Málaga). Estaba adscrito al destacamento de Río de la Miel. Ambos eran
solteros.
Los féretros de ambos agentes
fueron inhumados en el cementerio de San Miguel de Málaga, el día 19 de
septiembre de 1949 a las once horas. El del cabo Toribio en el nicho nº 1.061,
y del guardia García Reyes en el nº 1.066, del cuadro segundo bis de la citada
necrópolis.
Autopsias a los cadáveres de los guerrilleros.
Tengo que decirles que en el
procedimiento judicial los documentos que recogen estas autopsias están
manuscritos, y con una caligrafía difícilmente legible. He intentado casi
descifrar su contenido para ustedes, ya que lo considero muy interesante. Sobre
todo para aclarar las causas que motivaron la muerte de Miguel Ángel García
Platero, ya que existe la duda de cómo se produjo su muerte.
Testimonios orales que recogí en
el Acebuchal, y otras aportaciones incluidas en los libros Censo de
Guerrilleros y Colaboradores de la Agrupación Guerrillera Málaga-Granada,
de José Aurelio Romero Navas, páginas 152 y 153. Y también en el libro del
mismo autor, Recuperando la Memoria, página 271, suponen que el
guerrillero Miguel Ángel García Platero «Julián», en primera instancia fue
capturado con vida.
Al ser interrogado posteriormente
por el capitán Quilis, algunas de sus respuestas parece ser que fueron “…si
hubierais querío, semos tos pillaos...”. También al preguntarle que como
obtenían las municiones, respondió: “…usted lo sabe mejor que yo…”.
Lógicamente eran unas respuestas muy comprometedoras para este capitán, que de
ser oídas posteriormente por los jefes de la Guardia Civil, podrían acarrearle
serios problemas.
No olvidemos que la elaboración
de la orden para el servicio, se basaba en gran medida en sus aportaciones, por
su teórico conocimiento del terreno. Y que en el desarrollo del mismo, habían
resultado muertos un cabo y un guardia. Según esta hipótesis, el mismo capitán
Quilis ejecutó al guerrillero al oír sus manifestaciones.
Otra información que recogí en el
Acebuchal Alto, también aseveraba que el guerrillero fue capturado con vida,
cuando se hacía el reconocimiento en la tarde del día 17. Según la misma,
estaba escondido en una calera que existía en las proximidades de la cumbre de
cerro Verde. Siendo ejecutado posteriormente por el citado capitán.
Y según parece algunos guardias
recriminaron la actitud a su capitán, al estimar que se había perdido una
inmejorable fuente de información, con la muerte de este guerrillero.
Comentarios de estos mismos guardias, más tarde en el Acebuchal, dieron pie a
esta desagradable suposición, que no puedo asegurar y a la que no doy demasiado
crédito por razones que más adelante explicaré.
En la villa de Frigiliana a 19
de septiembre de 1949 ante el Juez Militar y de mi el Secretario, comparecen a
las 18 horas de dicho día D. Agustín Gálvez Romero, médico forense y D. Rafael
Pino Pérez, médico de Frigiliana, mayores de edad, y casados. Los que bajo
juramento que prestaron en forma legal dijeron:
Primero: Cadáver de un sujeto
denominado Antonio Rojas Álvarez que representa tener unos 32 años de edad es
de constitución robusta y temperamento sanguíneo. Tiene ojos grandes, cejas
pobladas pelo negro sin canas, y entradas
acentuadas. Tiene un hoyo bastante acentuado en la barba, que está fuerte y
bien poblada. Pecho muy poblado, así como todo su sistema pilar, fuertemente
desarrollado. Hernia inguinal derecha y cicatriz en borde externo del pie
derecho.
Presentaba una herida por
explosión de una bomba, que determina en un fragmento la fractura del maxilar
superior e inferior, y la rotura del paquete vascular y nervioso del cuello en
el lado izquierdo, y unas erosiones en distintas zonas del cuerpo. Además tiene
fractura de la base del cráneo siendo la muerte producida por las lesiones
descritas, y sobre todo por la hemorragia consecutiva a la destrucción del
paquete vascular del cuello. Tiene de talla 1 metro y 750 milímetros.
El segundo cadáver es el de un
individuo que dicen ser Miguel Ángel García Platero, de unos 47 años de edad.
El que examinado en su hábito exterior, presentaba una herida por arma de fuego
en la parte media de la región frontal penetrante en la cavidad craneana. En
dirección de delante a atrás de fuera adentro, y hacia la izquierda. Con
fractura en varios trozos de toda la porción craneana del temporal izquierdo. Y
sin orificio de salida en piel.
Otra en región frontal
de-recha penetrando en la cavidad craneana con orificio de salida sobre la
región malar derecha. Otra en región deltoidea con fractura de la cabeza del
húmero y salida por la cavidad axilar. Otra herida a nivel de la clavícula
izquierda penetrante en la cavidad torácica. Otra herida en zona lateral
derecha del tórax al nivel de la línea mamilar de la tetilla derecha.
Como se puede ver en la autopsia,
el cadáver de Miguel Ángel García Platero presenta hasta cinco heridas por
disparos. Dos en la región frontal, una en el hombro, otra en la clavícula, y
otra en el pecho. De las dos de la cabeza, en una de ellas la bala entra por la
región frontal y sale por la región malar. Tiene una trayectoria un poco
confusa, que podría alimentar la conjetura de que fuese rematado
posteriormente. Pero considero que el resto de las heridas son demasiado
importantes, como para que fuese capturado con vida.
Aproveché una de las ocasiones en
que entrevisté al guerrillero Miguel Salado Cecilia «Gómez», para preguntarle directamente
al respecto de esta conjetura.
Me contestó muy seguro de lo que
decía: No, no, no. Ese hombre murió en el transcurso del tiroteo con la
Guardia Civil. Porque hubo tres compañeros que vieron caer a Julián en
las proximidades de la cima del cerro. Y todos ellos me dijeron lo
mismo, que murió por disparos durante el tiroteo. Por lo que no fue capturado,
ni murió ajusticiado después del mismo.
Estos guerrilleros que según
Miguel lo vieron morir, fueron Miguel Martín García «Guillermo», Francisco Sánchez
Girón «Paquillo», y Vicente Martín Vozmediano «Vicente». Este último iba justo
delante de «Julián», cuando cayó por los disparos de la Guardia Civil. Esta
versión de lo sucedido me ofrece mayor credibilidad que las expresadas
anteriormente.
A continuación les presento
algunos fragmentos de las declaraciones de algunos de los protagonistas que
intervinieron directamente en los hechos. Ciertamente reveladoras para entender
cómo se desarrollaron.
Declaración del Brigada Manuel Rodríguez Muñoz. Jefe del operativo por
el este.
Dijo: Que sobre las ocho y
diez, parte de la fuerza que se encontraba con él en el último grupo, creyó
percibir un sonido como de tiros. Y teniendo la seguridad de que así fuese,
ordenó al sargento D. Félix Vicente Meliá, que fuera a comunicar a todos los
grupos la subida inmediata a cerro Verde, por si no hubiesen oído los disparos.
Y el declarante con los seis guardias que le acompañaban, salió a
coronar el monte, cumpliendo la misión que tenía encomendada.
Tardaría una media hora en
subir a la cúspide de cerro Verde, por la parte que le correspondía, y casi al
mismo instante intentaban coronar dicho punto, unos seis o siete bandoleros.
Por la parte donde se hallaba el declarante. Y más extendidos hacia abajo y
arriba, otro personal también perteneciente a bandoleros. En total sobre unos
veinte, trataban igualmente de coronar dicho cerro. Observada la presencia de
los bandoleros, tomaron posiciones y se abrió fuego sobre los mismos.
Como detrás de estos
individuos, y de donde se hallaba el declarante existe un pinar espeso, los
bandoleros al abrigo de los pinos, y disparando sus armas, que eran fusiles y
metralletas la mayoría, siguieron avanzando hasta encontrase de la fuerza a
unos seis o siete metros. Y no se dejó de tirar en unos tres cuartos de hora.
Hasta que el declarante se
sintió herido en las dos manos, a causa de haberse corrido hacia la izquierda
desde la posición que tenía, con objeto de coger de costado a los bandoleros
que tenía enfrente.
En vista que la pistola ametralladora que portaba tenía un impacto en la
caja, y estaba herido en ambas manos y brazo izquierdo, se consideró
incapacitado para hacer uso de las armas. Se corrió hacia abajo para quitarse
de la puntería de los bandoleros, volviendo a la primitiva posición y un poco a
retaguardia, en donde fue curado. Marchando después loma abajo, hasta donde se
encontraba el sargento. Diciéndole que hallándose herido, se hiciera cargo del
mando de la fuerza.
El cabo Antonio Toribio se hallaba en el quinto grupo o apostadero, de
los que se montaron en el Acebuchal. Y sin duda al oír el tiroteo se
desentendió de su fuerza marchando al sitio donde sonaban los disparos. Notando
su presencia a los pocos minutos de iniciado el fuego, a unos seis metros a su
derecha y delante del declarante.
El cual estaba en posición de
rodilla en tierra haciendo fuego. Y debido a las incidencias del combate, cuando
se percató nuevamente de su presencia, lo vio en el mismo sitio, muerto con un
tiro en la frente.
Declaración del sargento Félix Vicente Meliá. Zona este del despliegue.
De cuarenta y tres años de edad,
casado, natural de Las Palmas (Canarias). Ingresó en la Guardia Civil el 15 de
marzo de 1921, hijo de un oficial del Cuerpo. En aquellos momentos perteneciente al
puesto de Archidona (Málaga).
Seguidamente analizaremos un
extracto de su declaración en la Investigación privativa de la Guardia Civil.
Dijo: Que las instrucciones
recibidas del brigada eran, que una vez oídos disparos de ametralladoras,
culminasen cerro Verde, puesto que había noticias que en dicho lugar había
bandoleros. Que debido a lo abrupto del terreno, creyeron oír disparos de estas
armas sin tener seguridad. Pero una vez cerciorados de ello, recibió orden del
brigada de salir arroyo abajo, por si había algún grupo que no hubiese oído los
disparos.
Ordenándoles la ascensión a
cerro Verde, cosa que cumplimentó con toda rapidez. Observando que todos
los grupos, en cumplimento de la orden recibida, habían emprendido la subida,
incorporándose entonces el que declara a uno de los grupos, cree que era el
segundo o el tercero, de los situados en el arroyo, subiendo con ellos.
Habían divisado en la cresta
de una loma, a cinco individuos que corrían hacia donde se encontraba el grupo.
Pero a distancia bastante larga, ordenó a la fuerza parapetarse a fin de que
estos individuos se acercaran lo suficiente, para poder hacer fuego sobre ellos
con la máxima seguridad. Pero sea que éstos se percatasen de la presencia del
grupo, u otra causa, dieron media vuelta y emprendieron veloz huída. Momento en
que se empezó a disparar, apreciando la caída de uno.
Ordenando que tres guardias
reconociesen el terreno con fijeza, observando momentos después que un
individuo en mangas de camisa. Venía por entre los pinos, no reconociéndolo de
momento, acercándose a él con precaución. Pudiendo observar que se trataba del
brigada Rodríguez Muñoz, que se encontraba herido, y le acompañaba un guardia.
Habiéndosele sido hecha la primera cura.
El brigada le manifestó que
había quedado inútil para disparar, y que el cabo Toribio Tejada, había caído
en los primeros disparos. Ordenándole que con cuatro o cinco guardias, fuese a
la cúspide del cerro. Lugar que por lo visto preferían los bandoleros para su
huída. Cosa que cumplimentó, yendo acompañado del guardia, Julio González
Román, y tres más del grupo de Chíllar, de los que desconoce sus nombres.
Recibiendo asimismo orden del brigada, de hacerse cargo del mando de la fuerza.
Que para subir al lugar que le
ordenó el brigada, no tuvo que pasar ni pasó por donde se hallaba el cabo
muerto. Más al recibir la orden de retirarse, y bajar el erro, en el camino se
encontró con un grupo de guardias que llevaban a dicho cabo en una manta.
Reconociéndole y observando
que le faltaba el armamento, por lo que preguntó a la fuerza dónde estaba,
contestándole el guardia Sebastianes Montero, que el cabo cayó en los primeros
disparos, más no pudo darle explicación
del armamento. Siendo estas mismas manifestaciones, las de los demás guardias
del grupo.
En su segunda declaración,
realizada en Nerja el 30 de octubre, ante el Juez Instructor D. Ignacio López
García. Se le interrogó sobre uno de los detalles más reveladores. Su retirada
con los guardias a su cargo de la línea de cumbres.
Preguntado, de quién recibió
órdenes para retirarse con sus fuerzas de cerro Verde.
Estemos atentos a la respuesta
que dio el sargento, quizás siendo consciente de la responsabilidad que se le
venía encima. O al menos nos muestra claramente, cual era la situación de
desorganización del operativo.
Dijo: Que desde que estaba
mandando el grupo, todas las órdenes que ha recibido para servicios, han
consistido en “que bajéis”, “que subáis”. Noticias éstas que les eran
comunicadas por un guardia cualquiera, de los que se encontraban en el monte. Y
ese día llamaron desde el cerro que había enfrente del brigada, o sea donde se
encontraba la fuerza del grupo Central. Bajando desde luego con todas las
precauciones debidas.
Desde luego la declaración es
clarificadora. Primero, ¿de quién debía recibir órdenes, el que en aquel
momento era el jefe de todos los guardias de los alrededores? Segundo, en el
cerro del lado opuesto del brigada, no podía estar nunca la fuerza del grupo
Central, que se encontraban mucho más al sur. Y tercero, no faltaría más, que bajasen
con todas las precauciones, rodeado por más de veinte guardias y retirándose en
dirección opuesta al peligro.
Puede pensarse que es casi seguro
que la orden de retirada viniese de parte de algún guerrillero, que aprovechó
el desconcierto y los probables deseos del sargento de evadir el inminente
peligro. Probablemente víctima del pánico, de verse al mando de las fuerzas, y
sorprendido por un enemigo más experimentado, bien armado, y sobre todo más
numeroso de lo previsto.
Y también quizás de la falta de
previsión de sus mandos superiores. Que posiblemente debieron destacar a algún
oficial, al capitán Quilis por ejemplo, al mando de estos grupos de Chíllar y
Río de la Miel. Que eran los que por lógica, debían recibir frontalmente a los
guerrilleros que huían a la desesperada del fuego de las ametralladoras.
El 1 de noviembre fue procesado
por desobediencia, y el día 2 se le tomó declaración indagatoria. En la que
sólo ratificó sus anteriores declaraciones.
Declaración del sargento Leocadio Salas Lobo.
Considero muy importante este
testimonio. Este sargento también pertenecía al grupo que se encontraba
desplegado en la zona este, en el arroyo del Acebuchal. Fue quien orientó a las
fuerzas de Granada que se habían despistado. Por lo que puede confirmar el
retraso hasta llegar a sus puestos de partida en el collado de Paéz Blanca.
Dijo: Una vez llegados al
arroyo del Acebuchal, se puso el declarante en cabeza de la fuerza. Y antes de
llegar a la fuente del Tiro, se encontró que venía por dicho arroyo un guardia,
y detrás varios más, hasta un total de sesenta. Que resultaron ser fuerzas de
la provincia de Granada, al mando de un sargento, y que sin duda desconocedores
del terreno iban desorientados.
Personado en el lugar el
brigada D. Manuel Rodríguez, le ordenó como conocedor del terreno, que les
acompañase al collado de Pan Blanca, como así lo hizo. Habiéndose encontrado al
llegar a Pan Blanca, a un teniente de la comandancia de Granada, y se presentó
a él. Dicho teniente le ordenó que se quedase con él.
Preguntado, si cuando se
presentó en los collados de Pan Blanca, al teniente de la fuerza del Lucero,
recibió de él más orden de quedarse allí, algún mando determinado de fuerzas, y
alguna misión especial que cumplir con ellas. Dijo: Que en el momento en que el
declarante llegaba a los collados de Pan Blanca, y darle cuenta al teniente de
que el resto de la fuerza, a excepción de ocho o diez guardias, venían algo
retrasados por cansancio, sonaban las ametralladoras procedentes de cortijo
Palma.
Por lo que el teniente, en
forma muy enérgica, le ordenó que saliese al encuentro de la fuerza retrasada,
y a toda costa les hiciese comparecer rápidamente en los citados collados, cosa
que cumplimentó.
Cuando las fuerzas se
incorporaron de nuevo al teniente, ya sonaban tiros en las inmediaciones de las
alturas de cerro Verde, por su vertiente occidental, o sea, por la que va hacia
el valle del Torrox. Simultáneamente, con el despliegue que se estaba haciendo,
por las fuerzas del collado hacia el río Torrox, como consecuencia de la orden
rápida y enérgica que el teniente dio.
Estos disparos, sin ningún
género de duda, puede afirmar el declarante que eran hechos por bandoleros que
trataban de escalar la cumbre para hacerse fuertes o huir por el collado, si
les era posible. Toda vez que las balas silbaban sobre las fuerzas del collado.
En vista de ello, el teniente
con un grupo de quince guardias y el declarante, se lanzó al frente de ellos
hacia el lugar donde se encontraban los bandoleros sosteniendo con ellos tiroteo,
hasta el mediodía. Teniendo la baja de un cabo primero herido, y haciéndoles un
muerto a los bandoleros. Dando el teniente una muestra de valor y ejemplaridad
escalofriante. Pues en todo momento estuvo al frente del grupo en sitios de
verdadero peligro.
Hacia las diez percibieron
bombas de mano en las alturas de cerro Verde. Y después de las once, el
declarante percibió en dichas alturas las siluetas de dos bandoleros. Uno
vestido de claro y otro de negro, que llamaron la atención del teniente, y este
pudo comprobar con los gemelos que eran bandoleros.
Ordenando que con un grupo de
cinco o seis guardias, situándose más a la izquierda, les hiciesen fuego.
Fijándolos y vigilándolos para impedir su fuga. Así lo cumplimentó haciendo
fuego sobre ellos y desaparecieron, sin poder precisar donde se ocultaron o
huyeron, pero que sí recuerda que a partir de ese instante terminó el fuego.
Esta declaración tiene bastante
valor a mi modo de entender. Primero confirma que el despliegue en el collado
de Páez Blanca se retrasó. Debido al despiste de la fuerza en su aproximación
al lugar del emplazamiento que tenían asignado. No conozco quién pudo ser el
responsable de ello, pero lo cierto es que en el procedimiento se pasó por alto
este retraso, que el propio teniente responsable de estas fuerzas no reconoció
en su declaración.
En segundo lugar, realza
indudablemente el valor del teniente, al frente de sus fuerzas. Pero reparemos
en el detalle de que posteriormente debió usar los prismáticos, para confirmar
que las siluetas que percibieron en la cúspide de cerro Verde se trataban de
guerrilleros.
Asimismo no olvidemos las
declaraciones de brigada Rodríguez Muñoz y de los guardias que componían su
grupo, que sostuvieron combate en ese mismo lugar, a sólo una decena de metros
del enemigo. Y que no vieron en aquellos momentos a ningún grupo de apoyo.
Teniente D. José Sánchez Ocaña. Responsable del operativo por el norte.
Incluyo este fragmento de la
declaración que prestó este teniente, en Granada el 28 de noviembre, ante el
Juez Instructor definitivo, D. Rafael Miranda Dávalos. Recordemos que era el
jefe de las fuerzas que debían ocupar el flanco norte del dispositivo de cerco,
desde el collado de Páez Blanca.
Preguntado, si el fracaso del
servicio es imputable a negligencia de alguno de sus subordinados o de algunos
de los jefes de los otros grupos, o especifique a qué lo atribuye, concretando
en cualquier caso, los fundamentos de su opinión.
Dijo: Que en un principio,
como desconocedor del terreno, ignoraba las posibilidades que para el
cumplimiento de sus misiones, pudieran tener los diferentes grupos. Pero que
más tarde, impuesto de la topografía de la zona de acción, pudo apreciar, que
el camino a recorrer por los bandoleros, desde sus bases hasta las cumbres de
cerro Verde, al ser hostigados por los tiros de las ametralladoras sobre sus
bases, era más corto y accesible que el que debían de recorrer las fuerzas de
los grupos Central, Río de la Miel, y Chíllar.
Y como quiera que estos
grupos, tenían que permanecer en sus situaciones de apresto hasta oír los
disparos, era de presumir como así ocurrió, que los bandoleros coronasen
primero el cerro Verde, que las fuerzas. Y que por consiguiente, éstas se
viesen sorprendidas, como así fue, por el fuego de los forajidos.
Croquis del enfrentamiento visto desde el collado de Paéz Blanca.
Con su declaración el teniente
Sánchez explicó claramente, por qué fracasó el servicio. Todo ello unido al
retraso de sus propias fuerzas al desorientarse en alcanzar el flanco norte,
fue lo que permitió a los guerrilleros ocupar las posiciones de privilegio que
les proporcionaban las alturas de cerro Verde. Y desde ellas mantener a raya a
la Guardia Civil, y luego escapar. Tras el desconcierto y repliegue hasta
Frigiliana, o la fábrica de Torrox, de todo el contingente de Chíllar y Río de
la Miel que debieron defender el sector este.
El 5 de noviembre, días antes de
la declaración anterior, el señor Juez Instructor D. Ignacio López García
acompañado del Secretario D. José Luís Sánchez Moreno, y de la fuerza que
constituían los puestos de Chíllar y Río de la Miel, y que formaron parte del
servicio que sostuvo encuentro en cerro Verde. Se reunieron en el arroyo del
Acebuchal, y ocuparon los mismos lugares que el día del encuentro. Realizando
los mismos movimientos y despliegue para tratar de reconstruir los hechos ocurridos
aquel fatídico día.
Una vez verificada la situación
por el juez, pudo comprobar que el lugar por el que los guardias tuvieron que
subir para ocupar las cumbres de cerro Verde era totalmente inaccesible. Y por
ello dejó sin efecto el anterior procesamiento, de los cuatro guardias que
formaban el grupo del cabo muerto. Éstos eran José Bibiloni Bibiloni, Antonio
de la Torre Sánchez, Jerónimo Almodóvar Villalobos, y Manuel Lara Pérez, los
que quedaron en libertad.
El procedimiento judicial
seguido, es verdaderamente apasionante, pero demasiado extenso para ser
incluido en este trabajo. Y su contenido por sí sólo, podía ser motivo quizás
de una futura publicación. Pero sí decirles que las responsabilidades
recayeron, además de en el sargento Félix Vicente Meliá, en el capitán jefe del
subsector D. Ismael Quilis Alfonso.
Finalmente les presento el fallo
de las sentencias de los Consejos de Guerra celebrados con motivo de este
procedimiento. Ya que la primera de ellas, fue impugnada por el abogado
defensor del capitán Quilis, D. Fernando López Nebrera. Lo que obligó a la
celebración de un segundo Consejo de Guerra.
Fallo de la primera sentencia.
En la Plaza de Granada, a 14
de julio de 1950.
El Consejo de Guerra FALLA,
que debe condenar y condena al procesado capitán de la Guardia Civil D. Ismael
Quilis Alfonso como autor del delito de Negligencia anteriormente señalado, a
la pena de UN AÑO de prisión militar, con la asesoría de suspensión de empleo
durante el tiempo de la condena.
Al sargento D. Félix Vicente
Meliá como autor del delito de abandono de servicio, a la pena de UN AÑO Y
CINCO MESES de prisión militar. Y como autor del delito de negligencia
señalado, a la pena de SEIS MESES y UN DÍA de prisión militar, con las
asesorías de deposición de empleo. Siéndole de abono la totalidad de la prisión
preventiva sufrida. No ha lugar a exigir responsabilidades civiles.
Que igualmente ABSOLVEMOS a
los cabos primeros José Martín Ruiz Palma, y Gabriel Haro Jerónimo, y al cabo
Manuel Sánchez Sánchez.
Fallo de la segunda sentencia.
En la plaza de Granada, a 21
de octubre de 1950.
El Consejo de Guerra FALLA:
que debe condenar y condena al procesado capitán de la Guardia Civil D. Ismael
Quilis Alfonso, a la pena de DOS AÑOS de prisión militar, con asesoría de
suspensión de empleo, conforme al artículo 220 del Código Justicia Militar.
Al procesado sargento de la
Guardia Civil D. Félix Vicente Meliá, a la pena de CUATRO AÑOS de prisión
militar, con asesoría de separación del servicio conforme al artículo 219 del
Código de Justicia Militar.
Y a los cabos primeros José
Martín Ruiz Palma, Gabriel Haro Jerónimo, y Manuel Sánchez Sánchez, a la pena
de SEIS MESES Y UN DÍA de prisión militar, con asesoría de deposición de
empleo, conforme al artículo 220 del Código de Justicia Militar.
Siendo de abono a todos los
procesados la totalidad del tiempo de prisión hubieren sufrido a resultas de
esta causa, sin que haya lugar a exigir responsabilidad civil alguna.
El fallo de este nuevo Consejo de
Guerra, fue bastante más contundente. El capitán pasó de ser condenado a un año
en el primer Consejo, a dos años en este último. El sargento pasó de un año y
cinco meses, a cuatro años. Mientras que los cabos primeros que quedaron
absueltos en el primer Consejo, finalmente se les condenó nada menos que a seis
meses y un día de prisión militar.
Aunque no fueron procesados, las
consecuencias de este servicio afectaron también al teniente coronel de la
comandancia de Málaga, D. Antonio Gutiérrez Martínez, y al comandante jefe del
sector, D. Florencio Alcalá Martínez. Y provocaron que fueran “alejados de
sus mandos por orden de la superioridad, pasando a situación de disponibles
forzosos”.
Guerrilleros que intervinieron en el encuentro.
Como seguramente comprenderán,
conocer el nombre de los guerrilleros que intervinieron en el encuentro no es
tarea fácil. He confeccionado una lista basada en la lectura de numerosos
procedimientos, y de testimonios orales recogidos.
Tengo la convicción que aunque
lógicamente pueda presentar algún error u omisión, no debe variar demasiado de
la real. Se encontraba allí el E.M. casi al completo, el G.E. y dos grupos
constituidos por los guerrilleros nativos de la zona. Mandados por «Vicente»,
y por «Nico».
1. Acosta
Urdiales, Bautista «Máximo».
2. Arrebola
Ruiz, Julio «Jaime».
3. Álvarez
Mesa, José «Pascual».
4. Centurión
Centurión, Francisco «Florentino».
5. Centurión
Jiménez, José «Pepe Casquero».
6. García
Martín, Ángel «Marcelo» o «Zumbo».
7. García
Platero, Miguel Ángel «Julián» o «Espartero» (fallecido).
8. Jurado
Martín, Rafael «Nico» o «Fraile» (fallecido).
9. López
Benítez, Miguel «Justillo».
10. Lozano
Laguna, Manuel «Lozano».
11. Martín
García, José «Andrés».
12. Martín
García, Miguel «Guillermo».
13. Martín
Navas, Blas «Gonzalo».
14. Martín
Navas, José «Tomás».
15. Martín
Navas, Sebastián «Severo».
16. Martín
Rico, Manuel «Ramón».
17. Martín
Vargas, Manuel «Felipillo» o «Martinico».
18. Martín
Vozmediano, Vicente «Vicente».
19. Martín
Vozmediano Blas «Blas» o «Artabús».
20. Muñoz
Lozano, Jorge José «Roberto».
21. Platero
Ayllón, Antonio «Ricardo».
22. Sánchez
Girón, Francisco «Paquillo».
23. Sánchez
Martín, José «Domingo».
24. Sánchez
Ramos, Victoriano «Isidro».
25. Reyes
Montes, Francisco «Carlos».
26. Rojas
Álvarez, Antonio «Carlillos» o «Miserere».
27. Romero
Calvo, Fernando «Ignacio».
28. Triviño
Cerezo, Manuel «Valeriano».
29. Urbano
Sánchez, Enrique «Fermín».
Nota.- En algunos de los
guerrilleros aparecen dos alias. El primero de ellos corresponde al nombre
oficial en la guerrilla, y el segundo al apodo que tenían en sus respectivas
localidades de nacimiento.
Recogido en el libro
Causa Perdida. Agrupación Guerrillera Málaga Granada
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