domingo, 30 de julio de 2017

El desastre de cerro Verde( Cómpeta).

17 de septiembre de 1949.

En mi opinión, sin duda alguna, el encuentro sostenido en las cumbres de cerro Verde por fuerzas de la Guardia Civil y la guerrilla, marcaría un antes y un después en la definitiva resolución de este conflicto.
El desenlace de este enfrentamiento provocaría el procesamiento de uno de los oficiales del Instituto Armado, que intervino en la planificación de las operaciones. De algunos mandos intermedios y de algunos guardias. Asimismo traería consigo el paso a disponible forzoso, del comandante jefe del sector y del jefe de la 137ª comandancia de Málaga.

Como consecuencia de este suceso fueron destinados a la zona otros mandos de la Guardia Civil, de contrastada experiencia en la lucha contra la guerrilla. Adquirida principalmente en sierra Morena, donde acabarían con la III Agrupación Guerrillera.

El teniente coronel Ángel Fernández Montes de Oca, primer jefe de la comandancia de Córdoba, pasaría a serlo de la 137ª comandancia de Málaga. De la mano de este jefe también llegaría a esta comandancia, para ocupar la jefatura del subsector para la persecución de “bandoleros”, con sede en Torrox, otro de los miembros más destacados en la lucha contra la guerrilla en la sierra cordobesa, el capitán D. Joaquín Fernández Muñoz. Hombre de probado valor, y muy apreciado entre sus subordinados.

Sus métodos eran poco ortodoxos pero altamente eficaces, y se basaban en el “el fin justifica los medios”. Desde octubre de 1949 a julio de 1950, este oficial infundió un respeto muy cercano al terror, en las poblaciones próximas, como Torrox, Frigiliana, o Cómpeta. Localidades en las que sostuvo fuertes enfrentamientos con el personal civil. Por ejemplo con el alcalde, y otras personalidades de Frigiliana, entre ellos el párroco D. Domingo Campillo Gascón.

También con el párroco de Torrox, D. Bartolomé Fayeras LIinás, parece que tuvo un durísimo enfrentamiento que obligó al obispo de Málaga, D. Ángel Herrera Oria, a trasladar al mencionado sacerdote para que el asunto no llegara a mayores.

Otro oficial que llegó en esas fechas a la zona, fue el teniente D. Francisco Giménez Reyna, mano derecha de Fernández Muñoz, con quien había combatido a la guerrilla en la sierra cordobesa. Este oficial pasaría a ser el jefe de la línea de Nerja, y apoyaría al citado capitán en muchos de sus servicios.

Estas nuevas incorporaciones a la 137ª comandancia, se vieron reforzadas con la llegada casi simultánea en octubre de 1949, del teniente coronel D. José Eulogio Limia Pérez, a la jefatura de la 136ª comandancia de Granada. Hombre sumamente inteligente y de acreditado prestigio. Experto en la lucha contra la guerrilla, adquirida en la zona Centro, donde su dureza y eficaz labor, acabó con las agrupaciones que actuaban en las montañas cercanas a Ciudad Real y Toledo.

Estos relevos entre otras circunstancias irían provocando el declive de la agrupación Guerrillera Málaga-Granada. Por esto considero a este encuentro de cerro Verde, que ahora paso a relatarles, como uno de los de mayor trascendencia.

El descubrimiento.
Cerro Verde se encuentra situado entre las localidades de Cómpeta y Frigiliana. Limitado al oeste por el río Patamalara, conocido como río de Torrox. Al este por el arroyo del Acebuchal, al norte por el llamado collado de Páez Blanca y los cerros conocidos como Colmenar de Camacho. Mientras que al sur, por la pequeña aldea del Acebuchal Alto y su vecina Acebuchal Bajo.

Habitualmente los guerrilleros establecían su campamento en la ladera este. Por estar más expuesta a los rayos solares, podían mitigar así los efectos de los fríos días invernales. En el verano lo trasladaban a su vertiente oeste, la que mira hacia el valle del río Patamalara. Así, al ser mucho más sombreada, les permitía soportar mucho mejor los rigores estivales.

Durante el mes de septiembre, que en estas latitudes aún persiste el calor veraniego, el campamento continuaba emplazado en la vertiente oeste. Y en la tarde del día 12 fueron divisados desde la lejanía, algunos guerrilleros por el teniente D. Pedro Martí Serra y el sargento Fernando Gómez González.

El descubrimiento fue puesto inmediatamente en conocimiento del capitán jefe del subsector Ismael Quilis Alfonso. Éste trasladó la información al comandante responsable del sector interprovincial, D. Florencio Alcalá Martínez, y al jefe de la comandancia de Málaga, D. Antonio Gutiérrez Martínez.

Así dieron inicio los preparativos, de lo que a la postre sería uno de los enfrentamientos más feroces entre miembros de este Cuerpo, y guerrilleros de la Agrupación Málaga-Granada.
Ajenos a lo que se estaba preparando, allí se encontraba acampado un numeroso grupo de guerrilleros. El E.M. casi al completo, a excepción de «Clemente» que había partido la tarde antes hacia Torrox, para recoger suministros. Además el G.E. y dos de los grupos pertenecientes al VI Batallón, cuyos jefes eran «Nico» y «Vicente».

El plan para el ataque.

Guardia Civil, sector inter límite, primer subsector. Orden para el servicio, dada en Almuñécar día 14 de septiembre de 1949.
El día 16 por la noche, el teniente Martí, con el grupo de Fogarate, se establecerá en el cortijo Palma. Emplazando sus armas automáticas, para al amanecer del día 17, abrir fuego sobre el campamento de bandoleros de cerro Verde.

El día 17, fuerzas de la posición de cerro Lucero con 60 hombres, partiendo de puerto de Frigiliana, se hallará a las 8 horas en los collados de Pan Blanca. Para desde allí desplegar hasta el río Torrox, en línea perpendicular a dicho río (no por veredas). Al oír el fuego de las armas automáticas, enlazará por la derecha con el teniente Martí, y por la izquierda con los grupos de Río de la Miel y Chíllar.

Croquis realizado por la Guardia Civil.

El día 17 a las 8 horas, los grupos de Río de la Miel y Chíllar, se encontrarán desplegados desde el Acebuchal Alto a la fuente del Tiro. Y al oír el fuego de armas automáticas, emprenderán la subida rápidamente, para ocupar las alturas de cerro Verde, en toda su longitud. Continuando el descenso hasta la vereda que va, desde los collados de Pan Blanca al coto de D. Blas. Haciendo contacto con la fuerza del grupo Central por la izquierda y con la del Lucero por la derecha. Muy atentos siempre a la posible huída de bandoleros por el frente que ocupan.

Día 17 a las 8 horas, el grupo Central se hallará desplegado desde el Acebuchal Bajo, hasta el canal de la fábrica de Torrox nº 3. Y al oírse el fuego de las armas automáticas, avanzará rápidamente hacia la cumbre de cerro Verde. Apoyado su flanco izquierdo posteriormente, en la vereda que va al coto de D. Blas y al río. Tomando contacto por su derecha con los grupos de Río de la Miel y Chíllar, y por la izquierda con el grupo de Patamalara. Estando siempre atentos a que los bandoleros en su huída no puedan filtrarse en su frente.

Día 17 a las 8 horas, el grupo de Patamalara se hallará desplegado en un frente que abarque desde el río Torrox, canales, y accesos del río a la loma de la Juliana. Y al oírse los disparos de armas automáticas, avanzarán con precaución y rápidamente, al lugar del emplazamiento de bandoleros, que ya conoce. Haciendo alto en las inmediaciones y por encima de la fábrica de Torrox, y procurando establecer contacto con la fuerza del teniente Martí por su izquierda, y por la derecha con el grupo Central.

Nota.- nadie se moverá de las posiciones de apresto, hasta oír el fuego de las armas automáticas. Permaneciendo en estado de espera hasta las doce horas. A esa hora, y de no ocurrir novedad, se concentrarán sobre el Colmenar de Camacho, desplazándose los jefes de fuerzas al cortijo de El Daire, donde recibirán instrucciones.

Las instrucciones complementarias las recibirán los jefes de fuerza, de los respectivos oficiales, con arreglo a las que éstos habrán recibido verbalmente.

Almuñécar 14 de septiembre de 1949.
El comandante jefe del sector Florencio Alcalá Martínez.

Hasta aquí la orden dada por el jefe del sector para el despliegue. Verdaderamente un servicio muy bien planteado para realizarse sobre un mapa. Pero descabellado conociendo la topografía del lugar, su vegetación, y sobre todo las distancias entre los puntos que recoge.

Así el grupo de cerro Lucero, estaría formado por un contingente de 60 guardias de este destacamento y de otros de la provincia de Granada. Al mando del teniente D. José Sánchez Ocaña, y como práctico el cabo primero Matías Lobato Martín, de la dotación del Lucero.

A pesar de ello, esta fuerza se despistó en su maniobra de aproximación a la posición que tenían asignada, yendo a parar al arroyo del Acebuchal. Y desde allí, tuvo que ser el sargento Leocadio Salas Lobo, perteneciente al grupo de Chíllar, el que les ayudase a llegar hasta su destino en el collado de Páez Blanca. Para establecer el límite del operativo por el norte. Esta circunstancia, que provocaría llegar unos minutos tarde al objetivo, en mi opinión fue una de las posibles causas del fracaso del servicio.

Por el oeste desde el cortijo Palma, frente a la zona donde se emplazaban los dos campamentos guerrilleros, se ubicó el grupo Fogarate formado por treinta guardias, al mando del teniente D. Pedro Martí Serra. Aquí se situarían dos ametralladoras pesadas, una de las cuales quedó inservible y fuera de servicio en los primeros momentos.

El pretendido objetivo del empleo de estas ametralladoras, era hostigar desde la distancia los campamentos. Para provocar la desbandada de los guerrilleros hacia los lugares donde serían “cazados” por los guardias, como si de una montería se tratase.

Al mismo tiempo, los disparos de las ametralladoras valdrían de señal para el inicio de los movimientos de las distintas fuerzas hacia sus objetivos. También se trasladaría aquí posteriormente el puesto de mando. Ubicado en un principio algo más arriba y hacia el oeste, en el collado de la loma de la Juliana.

Al suroeste se situaría el grupo Patamalara. Constituido por 30 guardias, al mando del sargento Fernando Gómez González. Quien junto al teniente Martí habían avistado los movimientos de los guerrilleros el día 12, en la llamada loma de la Mata-Alrededor. Es por esto que el comandante en su orden decía, que conocían los emplazamientos de los campamentos.

Al sur el grupo llamado Central, formado por 30 guardias al mando del sargento Mateo Flores Morales. Con la misión de cerrar el cerco por esta zona, y enlazar por el este con los grupos de Chíllar y Río de la Miel. Y por el oeste con el grupo de Patamalara.

Al este el contingente que posteriormente resultaría el más decisivo. Ya que la huída de los guerrilleros y los enfrentamientos más cruentos, se produjeron por este sector. Estaba formado por un brigada, dos sargentos, siete cabos y cuarenta y ocho guardias. Pertenecientes a los destacamentos de río Chíllar, al mando del brigada Manuel Rodríguez Muñoz. Y el de Río de la Miel, al mando del sargento Félix Vicente Meliá.

Éstos se desplegaron en siete grupos desde la aldea del Acebuchal Alto, hacia el norte hasta llegar a la fuente del Tiro. En un frente aproximado de dos kilómetros. Todos ellos bajo la dirección general del brigada mencionado.

Despliegue desde el arroyo del Acebuchal (grupos del 1 al 4).

Como se puede comprobar un despliegue sin precedentes, formado por más de doscientos guardias, sin contar jefes y oficiales ni personal de apoyo.

Según las expectativas de la Guardia Civil, el número de guerrilleros que había en esos campamentos de la loma oeste del cerro Verde, era en torno a diez. Luego se comprobaría que eran muchos más alrededor de los treinta. Además se encontraban allí destacados muchos de los guerrilleros más experimentados y mejor armados, entre ellos el propio «Roberto».
Despliegue desde el arroyo del Acebuchal (grupos del 5 al 7).

La baza principal del servicio consistía en que los guardias que cerraban el cerco desde el norte, sur, y sobre todo desde el este, llegasen a las cubres de cerro Verde antes que los guerrilleros. Y desde allí atacar a los que huían.

Pero lo que sucedió fue lo contrario. Pues los guerrilleros alcanzaron antes que los guardias las zonas altas y dominantes de cerro Verde. Porque los que diseñaron el servicio calcularon mal el tiempo previsto para que los grupos, de Chíllar y Río de la Miel, desplegados a lo largo del arroyo del Acebuchal, alcanzasen estas cotas superiores.

Una teoría probable es que los cercados, bien recibiendo una confidencia a última hora o detectando algún tipo de movimiento, abandonasen sus bases antes de que se iniciasen los disparos de las ametralladoras. Pero esto no sucedió.

Cuando entrevisté al guerrillero Miguel Salado Cecilia «Gómez», que aunque no estaba en el momento del asalto, porque había salido la tarde anterior con el grupo de «Clemente», sus compañeros le contaron al día siguiente como había sucedido todo.

Me dijo: Los guerrilleros se percataron de la presencia de la Guardia Civil, al comenzar los disparos de las máquinas que estaban en el canal. Los primeros tiros se los hicieron a Andrés, jefe del Grupo de Enlace, y a Vicente, cuando se disponían a relevar la guardia que se encontraba en los tajos del Búho, junto al campamento.

Para hacernos una idea de cómo se desarrollaron los hechos, nos servimos de la declaración del guerrillero Victoriano Sánchez Ramos «Isidro». Al ser detenido por la Guardia Civil cerca de Frigiliana, en enero de 1951, manifestaría que estuvo presente en este combate.

 A eso de las siete de la mañana, empezó a tirar la Guardia Civil con ametralladoras desde la fábrica de luz, o cerca de ella. Y entonces Roberto mandó a Lozano y a Paquillo, cada uno con un grupo, a tomar las alturas de cerro Verde. Detrás iba Roberto con otro grupo en el que iba el declarante.

Los dos primeros grupos que subieron, pasaron de la altura del cerro, y escaparon, porque llegaron antes que la Guardia Civil. Cuando el grupo de Roberto llegó a la altura del cerro, se encontraron con la Guardia Civil, y se entabló el tiroteo. El declarante iba muy detrás acompañado de Marcelo, y no llegamos a disparar.

Nos quedamos ocultos entre la maleza y los pinos hasta por la noche, que nos trasladamos al sitio conocido por el Conca, término de Frigiliana.

Los primeros que se tirotearon con la Guardia Civil fueron el Nico, Andrés, Carlillos, Pepe, Vicente, Ignacio, Julián, y Roberto. Y de éstos murieron en el encuentro el Nico, que era el hermano segundo de los conocidos por los Frailes. Y Julián, que era de Frigiliana.

Supongo que el que mató al cabo debió ser Andrés, porque fue él quien se apoderó del armamento de dicho cabo.

Como podemos observar, el astuto jefe guerrillero, supo anticipar el movimiento de la Guardia Civil. Y en pocos segundos pudo intuir, que lo que había que hacer era tomar cuanto antes las alturas. Por eso mandó a los dos primeros grupos con esa misión, y llegaron antes que los guardias. La habilidad para encontrar la mejor solución táctica en el combate, era una de las virtudes de este jefe guerrillero, y en esta ocasión también la demostró.

«Roberto» arrastraba un problema en su pierna izquierda, por lo que tardó algo más tiempo en alcanzar la zona alta de cerro Verde. Y rodeado de guerrilleros del G.E. entabló combate con los guardias. En el transcurso del cual, resultaron muertos los guerrilleros «Nico» y «Julián». Y por parte de la Guardia Civil, el cabo primero Antonio Toribio Tejada y el guardia Antonio García Reyes.

El enfrentamiento más duro tuvo lugar en la cota más alta, la situada al noreste, próxima al collado de Páez Blanca. Allí resultó herido el brigada, jefe del grupo que ocupaba este sector. Cuando el suboficial se sintió impedido, transfirió el mando al sargento Félix Vicente Meliá. Quien sin un motivo justificado, abandonó el operativo llevando consigo a un nutrido grupo de guardias. Dejando desguarnecido este sector.

A mi modo de ver, y desde la perspectiva que supone conocer a posteriori los hechos ocurridos, y habiendo estado en el lugar del suceso, era casi imposible que los grupos de Chíllar y Río de la Miel hubiesen cumplido a tiempo, la orden encomendada.
Enfrentamiento en la cota más alta.

La distancia, la orografía del terreno muy abrupta, y la abundante vegetación, dificultaban la ascensión. Por el contrario la distancia a recorrer por los guerrilleros para alcanzar la zona alta, era menor y más franca.
Tampoco se produjo el contacto, como se indicaba expresamente en la orden, entre los grupos que cubrían los flancos este y norte. Pues el único medio de transmisión de las órdenes fue a voces. Ya que los aparatos de comunicaciones empleados por la Guardia Civil, eran totalmente ineficaces en este tipo de terreno, de barrancos y espeso pinar. Todo ello favoreció la huída de los primeros grupos de guerrilleros por ese sector, entre ambos contingentes de la Guardia Civil.

Estoy convencido, una vez estudiado el terreno, de que el numeroso grupo de guardias de Granada, al mando del teniente D. José Sánchez Ocaña, quizás pudo ser más diligente. Ya que su emplazamiento inicial, en el collado de Páez Blanca, se encontraba mucho más próximo de la cima de cerro Verde que el punto desde donde partió el grupo del brigada.

Tal vez hubiese sido más eficaz que en la orden se hubiese previsto, haber empezado el avance antes de comenzar los disparos de las ametralladoras, a pesar de la oscuridad. Seguramente se hubiese conseguido ocupar la línea de cumbres de cerro Verde antes que los guerrilleros. Atacándoles así desde posiciones más ventajosas.

O bien infiltrando durante la noche pequeños grupos de guardias, más especializados y adecuadamente armados, que hubiesen ocupado las posiciones de privilegio que proporcionaban las cotas altas. Aguardando desde allí la huida desesperada de los guerrilleros.

Pero ante el temor de ser descubiertos por los posibles vigías, que se habían localizado en la otra vertiente, concretamente en los tajos del Búho, se desestimó esta posibilidad.

Sin embargo esta precaución no fue adoptada en la aproximación al teatro de operaciones del grupo Fogarate, al mando del teniente Martí. El que sí se estableció en la noche del 16 en el cortijo Palma. Lo que sí podría haber sido advertido por los centinelas de los guerrilleros. Pues su campamento estaba emplazado en esa misma vertiente, y con visión directa de este cortijo.

Sin duda otra de las circunstancias que harían fracasar el operativo, fue las imprecisas o nulas instrucciones complementarias que según el plan del comandante, los oficiales debían haber dado a los respectivos jefes de grupo. Esto unido a la escasa comunicación entre los grupos que se realizó, en el mejor de los casos a gritos, permitió a los guerrilleros conocer los movimientos e intenciones de la Guardia Civil. Asimismo, parece que los propios guerrilleros transmitieron, también a viva voz, órdenes contradictorias que acabaron por confundir a los guardias.

Y finalmente, el comportamiento del sargento Félix Vicente Meliá. Incomprensiblemente este suboficial abandonó su posición alegando haber recibido órdenes a voces, probablemente de los guerrilleros, de que se replegara. Lo que creó un enorme pasillo, entre los grupos que cubrían el norte y el este, por el que sin oposición escaparon los guerrilleros hacia el río Higuerón.

Opino no obstante que sin pretenderlo, este suboficial con su negligente y cobarde actuación, sin duda salvó la vida a muchos de sus compañeros. Pues ante la deficiente planificación del servicio, podrían haberse encontrado en una situación desfavorable y verdaderamente delicada.

Por otra parte el cabo primero Antonio Toribio Tejada, si que alcanzó como se le había ordenado, las cotas altas de cerro Verde. Y si bien en un derroche de valor, se despistó y adelantó a los guardias que tenía adjudicados, combatió junto al grupo del brigada a los guerrilleros. Muriendo heroicamente luchando contra el enemigo, hasta ser alcanzado por un disparo en la frente. Dejando bien alto el honor de la Guardia Civil, al que había pertenecido desde que nació. Pues su padre también había servido como sargento de este Cuerpo.

Se perdió el armamento del cabo muerto, consistente en un subfusil y una pistola del nueve largo, arrebatados como se ha dicho, por el guerrillero José Martín García «Andrés».

Inspección ocular, y levantamiento de los cadáveres de los dos guerrilleros.
Frigiliana a 19 de septiembre de 1949, el señor Juez acompañado del médico de esta localidad y de mí el Secretario, se personó en el lugar de los hechos. Encontrando en el mismo, el cuerpo de dos hombres al parecer cadáveres. Uno de ellos se encontraba en la posición decúbito supino, y el otro decúbito lateral derecho. Ambos se encontraban destocados, vistiendo pantalón de pana y camisa caqui, sin que se les encontrara objeto ni documentación alguna.

A las inmediaciones de uno de ellos, se halló un cartucherín negro, con diez peines de cinco cartuchos calibre 7 mm, y un tampón multicopista con su correspondiente rodillo. A las inmediaciones del otro, una escopeta de dos cañones, fuego central, calibre 12 mm, careciendo de número de fabricación. Partida por la garganta y en mal estado. Y una canana de lona con seis cartuchos cargados con postas y bala, así como una pistola automática, calibre 7,65, marca Víncitor y un peine con cartuchos.

Diligencia de identificación de los cadáveres.
En Frigiliana a 19 de septiembre de 1949, se extiende la presente para hacer constar, que con anterioridad a la diligencia de autopsia, fue reconocido uno de los cadáveres por la mayoría de la población civil de esta localidad. Era el del individuo MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PLATERO «Espartero». Natural y vecino de Frigiliana, casado, jornalero, de 47 años de edad, hijo de Antonio y de María.

Y el otro, reconocido por varios vecinos, entre ellos los llamados Antonio Álvarez García, Ángel Bernardo Sánchez Herrero, y Francisco López Rojas. Resulta ser ANTONIO ROJAS ÁLVAREZ «Miserere». Con el nombre de guerra de «Carlos», natural y vecino de Frigiliana, soltero, del campo, color moreno, ojos negros, de 25 años de edad, hijo de José y de Ana.

El segundo cadáver correspondía en realidad a Rafael Jurado Martín, apodado como sus hermanos, «Fraile». Su nombre en la sierra era «Nico». Natural de Torrox, soltero, e hijo de Rafael y Nieves.
Nunca podría imaginarse Rafael Jurado, que acabaría su amplio historial guerrillero a escasos metros de donde lo comenzó, en el cortijo Calixto. Este cortijo se encontraba situado muy cerca de la fuente del Tiro, frente a la ladera este de cerro Verde. El 23 de marzo de 1946, junto a su hermano Antonio, conocido como «Felipe», se unieron al grupo liderado por Joaquín Centurión Centurión «Juanito».

La confusión quizás pudo deberse al mal estado en que se encontraba su cadáver, y a su tez morena igual que la de Rojas Álvarez. Curiosamente cuando realmente murió «Carlillos», en el cerro de los Guindos, cerca de Alhama de Granada, su cadáver también fue confundido con otro de los hermanos «Fraile». Concretamente con el de Antonio Jurado Martín «Felipe». Lo que hace pensar en el gran parecido físico entre Rojas Álvarez y los hermanos Jurado.

Curiosamente se dio la circunstancia de que «Carlillos» también resultó gravemente herido en este combate de cerro Verde, al ser alcanzado por la explosión de una granada de mano, pero logró recuperarse.

Los cadáveres de «Nico» y «Julián», serían enterrados el 19 de septiembre en el cementerio de Frigiliana.
El cabo primero fallecido Antonio Toribio Tejada, tenía 28 años y era natural de Salorino (Cáceres). Pertenecía a la 5ª compañía Móvil de Sevilla, y estaba concentrado en el destacamento de Chíllar. El guardia Antonio García Reyes, tenía 26 años y era natural de Álora (Málaga). Estaba adscrito al destacamento de Río de la Miel. Ambos eran solteros.

Los féretros de ambos agentes fueron inhumados en el cementerio de San Miguel de Málaga, el día 19 de septiembre de 1949 a las once horas. El del cabo Toribio en el nicho nº 1.061, y del guardia García Reyes en el nº 1.066, del cuadro segundo bis de la citada necrópolis.

Autopsias a los cadáveres de los guerrilleros.
Tengo que decirles que en el procedimiento judicial los documentos que recogen estas autopsias están manuscritos, y con una caligrafía difícilmente legible. He intentado casi descifrar su contenido para ustedes, ya que lo considero muy interesante. Sobre todo para aclarar las causas que motivaron la muerte de Miguel Ángel García Platero, ya que existe la duda de cómo se produjo su muerte.

Testimonios orales que recogí en el Acebuchal, y otras aportaciones incluidas en los libros Censo de Guerrilleros y Colaboradores de la Agrupación Guerrillera Málaga-Granada, de José Aurelio Romero Navas, páginas 152 y 153. Y también en el libro del mismo autor, Recuperando la Memoria, página 271, suponen que el guerrillero Miguel Ángel García Platero «Julián», en primera instancia fue capturado con vida.
Al ser interrogado posteriormente por el capitán Quilis, algunas de sus respuestas parece ser que fueron “…si hubierais querío, semos tos pillaos...”. También al preguntarle que como obtenían las municiones, respondió: “…usted lo sabe mejor que yo…”. Lógicamente eran unas respuestas muy comprometedoras para este capitán, que de ser oídas posteriormente por los jefes de la Guardia Civil, podrían acarrearle serios problemas.

No olvidemos que la elaboración de la orden para el servicio, se basaba en gran medida en sus aportaciones, por su teórico conocimiento del terreno. Y que en el desarrollo del mismo, habían resultado muertos un cabo y un guardia. Según esta hipótesis, el mismo capitán Quilis ejecutó al guerrillero al oír sus manifestaciones.

Otra información que recogí en el Acebuchal Alto, también aseveraba que el guerrillero fue capturado con vida, cuando se hacía el reconocimiento en la tarde del día 17. Según la misma, estaba escondido en una calera que existía en las proximidades de la cumbre de cerro Verde. Siendo ejecutado posteriormente por el citado capitán.

Y según parece algunos guardias recriminaron la actitud a su capitán, al estimar que se había perdido una inmejorable fuente de información, con la muerte de este guerrillero. Comentarios de estos mismos guardias, más tarde en el Acebuchal, dieron pie a esta desagradable suposición, que no puedo asegurar y a la que no doy demasiado crédito por razones que más adelante explicaré.

En la villa de Frigiliana a 19 de septiembre de 1949 ante el Juez Militar y de mi el Secretario, comparecen a las 18 horas de dicho día D. Agustín Gálvez Romero, médico forense y D. Rafael Pino Pérez, médico de Frigiliana, mayores de edad, y casados. Los que bajo juramento que prestaron en forma legal dijeron:

Primero: Cadáver de un sujeto denominado Antonio Rojas Álvarez que representa tener unos 32 años de edad es de constitución robusta y temperamento sanguíneo. Tiene ojos grandes, cejas pobladas pelo negro sin canas, y entradas acentuadas. Tiene un hoyo bastante acentuado en la barba, que está fuerte y bien poblada. Pecho muy poblado, así como todo su sistema pilar, fuertemente desarrollado. Hernia inguinal derecha y cicatriz en borde externo del pie derecho.

Presentaba una herida por explosión de una bomba, que determina en un fragmento la fractura del maxilar superior e inferior, y la rotura del paquete vascular y nervioso del cuello en el lado izquierdo, y unas erosiones en distintas zonas del cuerpo. Además tiene fractura de la base del cráneo siendo la muerte producida por las lesiones descritas, y sobre todo por la hemorragia consecutiva a la destrucción del paquete vascular del cuello. Tiene de talla 1 metro y 750 milímetros.

El segundo cadáver es el de un individuo que dicen ser Miguel Ángel García Platero, de unos 47 años de edad. El que examinado en su hábito exterior, presentaba una herida por arma de fuego en la parte media de la región frontal penetrante en la cavidad craneana. En dirección de delante a atrás de fuera adentro, y hacia la izquierda. Con fractura en varios trozos de toda la porción craneana del temporal izquierdo. Y sin orificio de salida en piel.

Otra en región frontal de-recha penetrando en la cavidad craneana con orificio de salida sobre la región malar derecha. Otra en región deltoidea con fractura de la cabeza del húmero y salida por la cavidad axilar. Otra herida a nivel de la clavícula izquierda penetrante en la cavidad torácica. Otra herida en zona lateral derecha del tórax al nivel de la línea mamilar de la tetilla derecha.

Como se puede ver en la autopsia, el cadáver de Miguel Ángel García Platero presenta hasta cinco heridas por disparos. Dos en la región frontal, una en el hombro, otra en la clavícula, y otra en el pecho. De las dos de la cabeza, en una de ellas la bala entra por la región frontal y sale por la región malar. Tiene una trayectoria un poco confusa, que podría alimentar la conjetura de que fuese rematado posteriormente. Pero considero que el resto de las heridas son demasiado importantes, como para que fuese capturado con vida.
Aproveché una de las ocasiones en que entrevisté al guerrillero Miguel Salado Cecilia «Gómez», para preguntarle directamente al respecto de esta conjetura.

Me contestó muy seguro de lo que decía: No, no, no. Ese hombre murió en el transcurso del tiroteo con la Guardia Civil. Porque hubo tres compañeros que vieron caer a Julián en las proximidades de la cima del cerro. Y todos ellos me dijeron lo mismo, que murió por disparos durante el tiroteo. Por lo que no fue capturado, ni murió ajusticiado después del mismo.

Estos guerrilleros que según Miguel lo vieron morir, fueron Miguel Martín García «Guillermo», Francisco Sánchez Girón «Paquillo», y Vicente Martín Vozmediano «Vicente». Este último iba justo delante de «Julián», cuando cayó por los disparos de la Guardia Civil. Esta versión de lo sucedido me ofrece mayor credibilidad que las expresadas anteriormente.

A continuación les presento algunos fragmentos de las declaraciones de algunos de los protagonistas que intervinieron directamente en los hechos. Ciertamente reveladoras para entender cómo se desarrollaron.

Declaración del Brigada Manuel Rodríguez Muñoz. Jefe del operativo por el este.
Dijo: Que sobre las ocho y diez, parte de la fuerza que se encontraba con él en el último grupo, creyó percibir un sonido como de tiros. Y teniendo la seguridad de que así fuese, ordenó al sargento D. Félix Vicente Meliá, que fuera a comunicar a todos los grupos la subida inmediata a cerro Verde, por si no hubiesen oído los disparos. Y el declarante con los seis guardias que le acompañaban, salió a coronar el monte, cumpliendo la misión que tenía encomendada.

Tardaría una media hora en subir a la cúspide de cerro Verde, por la parte que le correspondía, y casi al mismo instante intentaban coronar dicho punto, unos seis o siete bandoleros. Por la parte donde se hallaba el declarante. Y más extendidos hacia abajo y arriba, otro personal también perteneciente a bandoleros. En total sobre unos veinte, trataban igualmente de coronar dicho cerro. Observada la presencia de los bandoleros, tomaron posiciones y se abrió fuego sobre los mismos.

Como detrás de estos individuos, y de donde se hallaba el declarante existe un pinar espeso, los bandoleros al abrigo de los pinos, y disparando sus armas, que eran fusiles y metralletas la mayoría, siguieron avanzando hasta encontrase de la fuerza a unos seis o siete metros. Y no se dejó de tirar en unos tres cuartos de hora.

Hasta que el declarante se sintió herido en las dos manos, a causa de haberse corrido hacia la izquierda desde la posición que tenía, con objeto de coger de costado a los bandoleros que tenía enfrente.

En vista que la pistola ametralladora que portaba tenía un impacto en la caja, y estaba herido en ambas manos y brazo izquierdo, se consideró incapacitado para hacer uso de las armas. Se corrió hacia abajo para quitarse de la puntería de los bandoleros, volviendo a la primitiva posición y un poco a retaguardia, en donde fue curado. Marchando después loma abajo, hasta donde se encontraba el sargento. Diciéndole que hallándose herido, se hiciera cargo del mando de la fuerza.

El cabo Antonio Toribio se hallaba en el quinto grupo o apostadero, de los que se montaron en el Acebuchal. Y sin duda al oír el tiroteo se desentendió de su fuerza marchando al sitio donde sonaban los disparos. Notando su presencia a los pocos minutos de iniciado el fuego, a unos seis metros a su derecha y delante del declarante.

El cual estaba en posición de rodilla en tierra haciendo fuego. Y debido a las incidencias del combate, cuando se percató nuevamente de su presencia, lo vio en el mismo sitio, muerto con un tiro en la frente.

Declaración del sargento Félix Vicente Meliá. Zona este del despliegue.
De cuarenta y tres años de edad, casado, natural de Las Palmas (Canarias). Ingresó en la Guardia Civil el 15 de marzo de 1921, hijo de un oficial del Cuerpo. En aquellos momentos perteneciente al puesto de Archidona (Málaga).

Seguidamente analizaremos un extracto de su declaración en la Investigación privativa de la Guardia Civil.
Dijo: Que las instrucciones recibidas del brigada eran, que una vez oídos disparos de ametralladoras, culminasen cerro Verde, puesto que había noticias que en dicho lugar había bandoleros. Que debido a lo abrupto del terreno, creyeron oír disparos de estas armas sin tener seguridad. Pero una vez cerciorados de ello, recibió orden del brigada de salir arroyo abajo, por si había algún grupo que no hubiese oído los disparos.

Ordenándoles la ascensión a cerro Verde, cosa que cumplimentó con toda rapidez. Observando que todos los grupos, en cumplimento de la orden recibida, habían emprendido la subida, incorporándose entonces el que declara a uno de los grupos, cree que era el segundo o el tercero, de los situados en el arroyo, subiendo con ellos.

Habían divisado en la cresta de una loma, a cinco individuos que corrían hacia donde se encontraba el grupo. Pero a distancia bastante larga, ordenó a la fuerza parapetarse a fin de que estos individuos se acercaran lo suficiente, para poder hacer fuego sobre ellos con la máxima seguridad. Pero sea que éstos se percatasen de la presencia del grupo, u otra causa, dieron media vuelta y emprendieron veloz huída. Momento en que se empezó a disparar, apreciando la caída de uno.

Ordenando que tres guardias reconociesen el terreno con fijeza, observando momentos después que un individuo en mangas de camisa. Venía por entre los pinos, no reconociéndolo de momento, acercándose a él con precaución. Pudiendo observar que se trataba del brigada Rodríguez Muñoz, que se encontraba herido, y le acompañaba un guardia. Habiéndosele sido hecha la primera cura.

El brigada le manifestó que había quedado inútil para disparar, y que el cabo Toribio Tejada, había caído en los primeros disparos. Ordenándole que con cuatro o cinco guardias, fuese a la cúspide del cerro. Lugar que por lo visto preferían los bandoleros para su huída. Cosa que cumplimentó, yendo acompañado del guardia, Julio González Román, y tres más del grupo de Chíllar, de los que desconoce sus nombres. Recibiendo asimismo orden del brigada, de hacerse cargo del mando de la fuerza.

Que para subir al lugar que le ordenó el brigada, no tuvo que pasar ni pasó por donde se hallaba el cabo muerto. Más al recibir la orden de retirarse, y bajar el erro, en el camino se encontró con un grupo de guardias que llevaban a dicho cabo en una manta.

Reconociéndole y observando que le faltaba el armamento, por lo que preguntó a la fuerza dónde estaba, contestándole el guardia Sebastianes Montero, que el cabo cayó en los primeros disparos, más no pudo darle explicación del armamento. Siendo estas mismas manifestaciones, las de los demás guardias del grupo.

En su segunda declaración, realizada en Nerja el 30 de octubre, ante el Juez Instructor D. Ignacio López García. Se le interrogó sobre uno de los detalles más reveladores. Su retirada con los guardias a su cargo de la línea de cumbres.

Preguntado, de quién recibió órdenes para retirarse con sus fuerzas de cerro Verde.

Estemos atentos a la respuesta que dio el sargento, quizás siendo consciente de la responsabilidad que se le venía encima. O al menos nos muestra claramente, cual era la situación de desorganización del operativo.
Dijo: Que desde que estaba mandando el grupo, todas las órdenes que ha recibido para servicios, han consistido en “que bajéis”, “que subáis”. Noticias éstas que les eran comunicadas por un guardia cualquiera, de los que se encontraban en el monte. Y ese día llamaron desde el cerro que había enfrente del brigada, o sea donde se encontraba la fuerza del grupo Central. Bajando desde luego con todas las precauciones debidas.

Desde luego la declaración es clarificadora. Primero, ¿de quién debía recibir órdenes, el que en aquel momento era el jefe de todos los guardias de los alrededores? Segundo, en el cerro del lado opuesto del brigada, no podía estar nunca la fuerza del grupo Central, que se encontraban mucho más al sur. Y tercero, no faltaría más, que bajasen con todas las precauciones, rodeado por más de veinte guardias y retirándose en dirección opuesta al peligro.

Puede pensarse que es casi seguro que la orden de retirada viniese de parte de algún guerrillero, que aprovechó el desconcierto y los probables deseos del sargento de evadir el inminente peligro. Probablemente víctima del pánico, de verse al mando de las fuerzas, y sorprendido por un enemigo más experimentado, bien armado, y sobre todo más numeroso de lo previsto.

Y también quizás de la falta de previsión de sus mandos superiores. Que posiblemente debieron destacar a algún oficial, al capitán Quilis por ejemplo, al mando de estos grupos de Chíllar y Río de la Miel. Que eran los que por lógica, debían recibir frontalmente a los guerrilleros que huían a la desesperada del fuego de las ametralladoras.

El 1 de noviembre fue procesado por desobediencia, y el día 2 se le tomó declaración indagatoria. En la que sólo ratificó sus anteriores declaraciones.

Declaración del sargento Leocadio Salas Lobo.
Considero muy importante este testimonio. Este sargento también pertenecía al grupo que se encontraba desplegado en la zona este, en el arroyo del Acebuchal. Fue quien orientó a las fuerzas de Granada que se habían despistado. Por lo que puede confirmar el retraso hasta llegar a sus puestos de partida en el collado de Paéz Blanca.

Dijo: Una vez llegados al arroyo del Acebuchal, se puso el declarante en cabeza de la fuerza. Y antes de llegar a la fuente del Tiro, se encontró que venía por dicho arroyo un guardia, y detrás varios más, hasta un total de sesenta. Que resultaron ser fuerzas de la provincia de Granada, al mando de un sargento, y que sin duda desconocedores del terreno iban desorientados.

Personado en el lugar el brigada D. Manuel Rodríguez, le ordenó como conocedor del terreno, que les acompañase al collado de Pan Blanca, como así lo hizo. Habiéndose encontrado al llegar a Pan Blanca, a un teniente de la comandancia de Granada, y se presentó a él. Dicho teniente le ordenó que se quedase con él.

Preguntado, si cuando se presentó en los collados de Pan Blanca, al teniente de la fuerza del Lucero, recibió de él más orden de quedarse allí, algún mando determinado de fuerzas, y alguna misión especial que cumplir con ellas. Dijo: Que en el momento en que el declarante llegaba a los collados de Pan Blanca, y darle cuenta al teniente de que el resto de la fuerza, a excepción de ocho o diez guardias, venían algo retrasados por cansancio, sonaban las ametralladoras procedentes de cortijo Palma.

Por lo que el teniente, en forma muy enérgica, le ordenó que saliese al encuentro de la fuerza retrasada, y a toda costa les hiciese comparecer rápidamente en los citados collados, cosa que cumplimentó.

Cuando las fuerzas se incorporaron de nuevo al teniente, ya sonaban tiros en las inmediaciones de las alturas de cerro Verde, por su vertiente occidental, o sea, por la que va hacia el valle del Torrox. Simultáneamente, con el despliegue que se estaba haciendo, por las fuerzas del collado hacia el río Torrox, como consecuencia de la orden rápida y enérgica que el teniente dio.

Estos disparos, sin ningún género de duda, puede afirmar el declarante que eran hechos por bandoleros que trataban de escalar la cumbre para hacerse fuertes o huir por el collado, si les era posible. Toda vez que las balas silbaban sobre las fuerzas del collado.

En vista de ello, el teniente con un grupo de quince guardias y el declarante, se lanzó al frente de ellos hacia el lugar donde se encontraban los bandoleros sosteniendo con ellos tiroteo, hasta el mediodía. Teniendo la baja de un cabo primero herido, y haciéndoles un muerto a los bandoleros. Dando el teniente una muestra de valor y ejemplaridad escalofriante. Pues en todo momento estuvo al frente del grupo en sitios de verdadero peligro.

Hacia las diez percibieron bombas de mano en las alturas de cerro Verde. Y después de las once, el declarante percibió en dichas alturas las siluetas de dos bandoleros. Uno vestido de claro y otro de negro, que llamaron la atención del teniente, y este pudo comprobar con los gemelos que eran bandoleros.

Ordenando que con un grupo de cinco o seis guardias, situándose más a la izquierda, les hiciesen fuego. Fijándolos y vigilándolos para impedir su fuga. Así lo cumplimentó haciendo fuego sobre ellos y desaparecieron, sin poder precisar donde se ocultaron o huyeron, pero que sí recuerda que a partir de ese instante terminó el fuego.

Esta declaración tiene bastante valor a mi modo de entender. Primero confirma que el despliegue en el collado de Páez Blanca se retrasó. Debido al despiste de la fuerza en su aproximación al lugar del emplazamiento que tenían asignado. No conozco quién pudo ser el responsable de ello, pero lo cierto es que en el procedimiento se pasó por alto este retraso, que el propio teniente responsable de estas fuerzas no reconoció en su declaración.

En segundo lugar, realza indudablemente el valor del teniente, al frente de sus fuerzas. Pero reparemos en el detalle de que posteriormente debió usar los prismáticos, para confirmar que las siluetas que percibieron en la cúspide de cerro Verde se trataban de guerrilleros.
Asimismo no olvidemos las declaraciones de brigada Rodríguez Muñoz y de los guardias que componían su grupo, que sostuvieron combate en ese mismo lugar, a sólo una decena de metros del enemigo. Y que no vieron en aquellos momentos a ningún grupo de apoyo.

Teniente D. José Sánchez Ocaña. Responsable del operativo por el norte.
Incluyo este fragmento de la declaración que prestó este teniente, en Granada el 28 de noviembre, ante el Juez Instructor definitivo, D. Rafael Miranda Dávalos. Recordemos que era el jefe de las fuerzas que debían ocupar el flanco norte del dispositivo de cerco, desde el collado de Páez Blanca.

Preguntado, si el fracaso del servicio es imputable a negligencia de alguno de sus subordinados o de algunos de los jefes de los otros grupos, o especifique a qué lo atribuye, concretando en cualquier caso, los fundamentos de su opinión.

Dijo: Que en un principio, como desconocedor del terreno, ignoraba las posibilidades que para el cumplimiento de sus misiones, pudieran tener los diferentes grupos. Pero que más tarde, impuesto de la topografía de la zona de acción, pudo apreciar, que el camino a recorrer por los bandoleros, desde sus bases hasta las cumbres de cerro Verde, al ser hostigados por los tiros de las ametralladoras sobre sus bases, era más corto y accesible que el que debían de recorrer las fuerzas de los grupos Central, Río de la Miel, y Chíllar.

Y como quiera que estos grupos, tenían que permanecer en sus situaciones de apresto hasta oír los disparos, era de presumir como así ocurrió, que los bandoleros coronasen primero el cerro Verde, que las fuerzas. Y que por consiguiente, éstas se viesen sorprendidas, como así fue, por el fuego de los forajidos.

Croquis del enfrentamiento visto desde el collado de Paéz Blanca.

Con su declaración el teniente Sánchez explicó claramente, por qué fracasó el servicio. Todo ello unido al retraso de sus propias fuerzas al desorientarse en alcanzar el flanco norte, fue lo que permitió a los guerrilleros ocupar las posiciones de privilegio que les proporcionaban las alturas de cerro Verde. Y desde ellas mantener a raya a la Guardia Civil, y luego escapar. Tras el desconcierto y repliegue hasta Frigiliana, o la fábrica de Torrox, de todo el contingente de Chíllar y Río de la Miel que debieron defender el sector este.

El 5 de noviembre, días antes de la declaración anterior, el señor Juez Instructor D. Ignacio López García acompañado del Secretario D. José Luís Sánchez Moreno, y de la fuerza que constituían los puestos de Chíllar y Río de la Miel, y que formaron parte del servicio que sostuvo encuentro en cerro Verde. Se reunieron en el arroyo del Acebuchal, y ocuparon los mismos lugares que el día del encuentro. Realizando los mismos movimientos y despliegue para tratar de reconstruir los hechos ocurridos aquel fatídico día.

Una vez verificada la situación por el juez, pudo comprobar que el lugar por el que los guardias tuvieron que subir para ocupar las cumbres de cerro Verde era totalmente inaccesible. Y por ello dejó sin efecto el anterior procesamiento, de los cuatro guardias que formaban el grupo del cabo muerto. Éstos eran José Bibiloni Bibiloni, Antonio de la Torre Sánchez, Jerónimo Almodóvar Villalobos, y Manuel Lara Pérez, los que quedaron en libertad.
El procedimiento judicial seguido, es verdaderamente apasionante, pero demasiado extenso para ser incluido en este trabajo. Y su contenido por sí sólo, podía ser motivo quizás de una futura publicación. Pero sí decirles que las responsabilidades recayeron, además de en el sargento Félix Vicente Meliá, en el capitán jefe del subsector D. Ismael Quilis Alfonso.

Finalmente les presento el fallo de las sentencias de los Consejos de Guerra celebrados con motivo de este procedimiento. Ya que la primera de ellas, fue impugnada por el abogado defensor del capitán Quilis, D. Fernando López Nebrera. Lo que obligó a la celebración de un segundo Consejo de Guerra.

Fallo de la primera sentencia.
En la Plaza de Granada, a 14 de julio de 1950.
El Consejo de Guerra FALLA, que debe condenar y condena al procesado capitán de la Guardia Civil D. Ismael Quilis Alfonso como autor del delito de Negligencia anteriormente señalado, a la pena de UN AÑO de prisión militar, con la asesoría de suspensión de empleo durante el tiempo de la condena.

Al sargento D. Félix Vicente Meliá como autor del delito de abandono de servicio, a la pena de UN AÑO Y CINCO MESES de prisión militar. Y como autor del delito de negligencia señalado, a la pena de SEIS MESES y UN DÍA de prisión militar, con las asesorías de deposición de empleo. Siéndole de abono la totalidad de la prisión preventiva sufrida. No ha lugar a exigir responsabilidades civiles.
Que igualmente ABSOLVEMOS a los cabos primeros José Martín Ruiz Palma, y Gabriel Haro Jerónimo, y al cabo Manuel Sánchez Sánchez.

Fallo de la segunda sentencia.
En la plaza de Granada, a 21 de octubre de 1950.
El Consejo de Guerra FALLA: que debe condenar y condena al procesado capitán de la Guardia Civil D. Ismael Quilis Alfonso, a la pena de DOS AÑOS de prisión militar, con asesoría de suspensión de empleo, conforme al artículo 220 del Código Justicia Militar.

Al procesado sargento de la Guardia Civil D. Félix Vicente Meliá, a la pena de CUATRO AÑOS de prisión militar, con asesoría de separación del servicio conforme al artículo 219 del Código de Justicia Militar.

Y a los cabos primeros José Martín Ruiz Palma, Gabriel Haro Jerónimo, y Manuel Sánchez Sánchez, a la pena de SEIS MESES Y UN DÍA de prisión militar, con asesoría de deposición de empleo, conforme al artículo 220 del Código de Justicia Militar.

Siendo de abono a todos los procesados la totalidad del tiempo de prisión hubieren sufrido a resultas de esta causa, sin que haya lugar a exigir responsabilidad civil alguna.

El fallo de este nuevo Consejo de Guerra, fue bastante más contundente. El capitán pasó de ser condenado a un año en el primer Consejo, a dos años en este último. El sargento pasó de un año y cinco meses, a cuatro años. Mientras que los cabos primeros que quedaron absueltos en el primer Consejo, finalmente se les condenó nada menos que a seis meses y un día de prisión militar.

Aunque no fueron procesados, las consecuencias de este servicio afectaron también al teniente coronel de la comandancia de Málaga, D. Antonio Gutiérrez Martínez, y al comandante jefe del sector, D. Florencio Alcalá Martínez. Y provocaron que fueran “alejados de sus mandos por orden de la superioridad, pasando a situación de disponibles forzosos”.

Guerrilleros que intervinieron en el encuentro.
Como seguramente comprenderán, conocer el nombre de los guerrilleros que intervinieron en el encuentro no es tarea fácil. He confeccionado una lista basada en la lectura de numerosos procedimientos, y de testimonios orales recogidos.

Tengo la convicción que aunque lógicamente pueda presentar algún error u omisión, no debe variar demasiado de la real. Se encontraba allí el E.M. casi al completo, el G.E. y dos grupos constituidos por los guerrilleros nativos de la zona. Mandados por «Vicente», y por «Nico».

1. Acosta Urdiales, Bautista «Máximo».
2. Arrebola Ruiz, Julio «Jaime».
3. Álvarez Mesa, José «Pascual».
4. Centurión Centurión, Francisco «Florentino».
5. Centurión Jiménez, José «Pepe Casquero».
6. García Martín, Ángel «Marcelo» o «Zumbo».
7. García Platero, Miguel Ángel «Julián» o «Espartero» (fallecido).
8. Jurado Martín, Rafael «Nico» o «Fraile» (fallecido).
9. López Benítez, Miguel «Justillo».
10. Lozano Laguna, Manuel «Lozano».
11. Martín García, José «Andrés».
12. Martín García, Miguel «Guillermo».
13. Martín Navas, Blas «Gonzalo».
14. Martín Navas, José «Tomás».
15. Martín Navas, Sebastián «Severo».
16. Martín Rico, Manuel «Ramón».
17. Martín Vargas, Manuel «Felipillo» o «Martinico».
18. Martín Vozmediano, Vicente «Vicente».
19. Martín Vozmediano Blas «Blas» o «Artabús».
20. Muñoz Lozano, Jorge José «Roberto».
21. Platero Ayllón, Antonio «Ricardo».
22. Sánchez Girón, Francisco «Paquillo».
23. Sánchez Martín, José «Domingo».
24. Sánchez Ramos, Victoriano «Isidro».
25. Reyes Montes, Francisco «Carlos».
26. Rojas Álvarez, Antonio «Carlillos» o «Miserere».
27. Romero Calvo, Fernando «Ignacio».
28. Triviño Cerezo, Manuel «Valeriano».
29. Urbano Sánchez, Enrique «Fermín».
Nota.- En algunos de los guerrilleros aparecen dos alias. El primero de ellos corresponde al nombre oficial en la guerrilla, y el segundo al apodo que tenían en sus respectivas localidades de nacimiento.


Recogido en el libro 
Causa Perdida. Agrupación Guerrillera Málaga Granada


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