27 de octubre de
1950. (sierra de Loja).
Desde comienzos del año 1950 la
presencia del E.M. guerrillero en la sierra de Loja fue habitual. Salvo las
ocasiones en que éste se desplazaba para enlazar con los grupos distribuidos a
lo largo de la cordillera cercana a la costa, su base se situaba en los
campamentos ubicados en esta sierra.
En los alrededores de la sierra
de Loja, se instalaron numerosos destacamentos de la Guardia Civil y soldados
de Regulares. Éstos eran los casos de los Ortices, Panes, los Pozos, Santa
Eugenia, o el Ángel. Incluso en el mismo corazón de ella había otros como los
de Cornilejo Alto, Don Juan, o el Ranchuelo. A pesar de este elevado número de
guardias, y la cantidad de guerrilleros que estaban distribuidos en los diferentes
campamentos, los encuentros fueron muy escasos.
El guerrillero Antonio García
Ordóñez «Enrique», me decía: Los guardias, si no había un jefe que los
obligara solían evitarnos. Hay que tener en cuenta que ellos defendían
un sueldo, y nosotros no teníamos nada que perder. Por eso también me decía
que: Los guardias eran una cosa en el pueblo, y otra en la sierra. Al llegar
la noche, éramos nosotros los dueños de la situación.
No estaba muy lejos de la
realidad Antonio García, ya que de otro modo no es explicable que durante casi
año y medio, no hubiesen más tropiezos como el que voy a relatarles.
Prácticamente en cada cerro que destacaba en el entorno, existía un campamento.
Las vías de paso eran abundantes y frecuentadas, dado el número de guerrilleros
y el trasiego de enlaces que los abastecían.
En plena sierra de Loja, en el
camino que conduce desde las Pilas del Dedil a Fuente Espino, se ubicaba el
cortijo Cornilejo Alto. Propiedad de la familia de los «Charros», o «Cofías»,
apodos con el que se conocían a sus propietarios. Gente humilde y muy
trabajadora que ganaba su sustento con la ganadería, y la precaria agricultura
de secano, que a duras penas podían obtener de estos pobres y pedregosos
terrenos.
Ruinas del cortijo Cornilejo Alto
En una de sus dependencias se
ubicó a comienzos de 1950, un destacamento de la Guardia Civil. El que albergó
durante un periodo de 18 meses, un grupo de montaña al mando del teniente
Antonio Navarro López, que llegó a estar formado por 42 guardias. Entre ellos
12 miembros de una contrapartida.
A mediados de octubre de ese año,
se recibió en este destacamento un radiograma enviado por el primer jefe del
sector interlímite, D. Antonio Díaz Carmona. Que alertaba de la presencia de un
importante grupo guerrillero en la sierra de las Víboras de Alhama.
A las seis de la mañana del 27 de
octubre de 1950, salió el teniente al mando de
un grupo compuesto por un sargento, dos cabos primeros, y doce guardias. Con la
misión de localizar a este contingente guerrillero. En un principio se
dirigieron dirección sur, para inspeccionar el lugar conocido como las
Lagunetas, Solana del Herrador, y puerto de los Tinajillos. Posteriormente caminaron hacia el norte dirección a
la sierra de las Víboras de Alhama.
En el paraje denominado Llano de
los Viejos, en la cartografía puerto del Águila, próximo a la sierra
mencionada, el teniente ordenó a uno de los cabos primeros y a cinco guardias,
que quedasen en observación en aquel lugar. Mientras el resto del grupo
reconocía el cercano paraje de la loma del Cuerno.
Este grupo formado por el
teniente, un sargento, un cabo primero, y siete guardias, se adentró en una
zona prácticamente llana, con escasos abrigos para la posible protección,
rodeados de cerros dominantes. Sin saberlo al final de este llano, y entre los
cerros existían dos campamentos guerrilleros casi juntos, en los que se hallaba
un número cercano a los sesenta hombres. Entre ellos su líder «Roberto», el
E.M. y G.E.
Imagen tomada desde el cero del Águila.
Doy por seguro que desde que los
guardias entraron en esta altiplanicie que precede a la loma del Cuerno, de una
longitud de un kilómetro y medio aproximadamente, su presencia fue advertida
por los centinelas del grupo guerrillero, que ocupaban las lomas predominantes.
Los que a su vez avisaron a sus compañeros que tomaron posiciones y se
prepararon para el combate.
Al grupo de guardias acompañaba
un perro llamado León, propiedad de los dueños del Cornilejo. Éste congeniaba
con los guardias allí destacados. Era frecuente cada vez que éstos salían de
servicio que el animal los acompañara.
Este
perro alertó a los agentes de que algo extraño ocurría en aquel sector. Y
probablemente de no concurrir esta circunstancia, los guardias no hubiesen
advertido la presencia de los guerrilleros, que atentos a lo que sucedía se
encontraban aplastados al terreno, para no ser descubiertos y evitar el
enfrentamientoApenas se percataron los guardias de la presencia de los
centinelas, recibieron la primera descarga. Hecha por los guerrilleros
perfectamente parapetados en las lomas que los rodeaban. En los primeros
disparos fueron alcanzados el cabo primero Álvaro Martínez Atance y el guardia
Antonio Martínez Martínez. Que ocupaban el ala derecha del despliegue de la
fuerza, la más próxima a los guerrilleros apostados. Resultando asimismo
heridos el teniente y el guardia Leonardo González Málaga.
Mientras tanto los restantes
guardias se replegaron e incrustaron en el terreno. Carente de rocas en las que
pudieran resguardarse, quedando fijados por el fuego de los guerrilleros hasta
el anochecer.
A los pocos minutos los guardias
recibieron el auxilio del cabo primero y los cinco guardias que habían quedado
retrasados al comienzo de la sierra de las Víboras. Y en torno al mediodía
acudió en su ayuda la contrapartida destacada en el Cornilejo Alto. Y poco
después también lo hicieron un cabo y cuatro guardias procedentes del
destacamento Don Juan, próximo a las Pilas del Dedil.
Al oscurecer los guerrilleros
escaparon dirección oeste, hacia el cortijo Sopalmillo, y posteriormente hacia
el sur, a unos cerros cercanos al Torcal de Elvira donde se refugiaron.
En el combate resultaron heridos
dos guerrilleros, Rafael Corpas López «Mario», natural de Salar donde se le
conocía como «Yero». Y también recibió un disparo en el muslo izquierdo, José
Ruiz Almirón «Nico», hermano del legendario guerrillero Francisco Ruiz
Almirón «Galindo». Antes de ser herido, arrebató el subfusil, la pistola
reglamentaria, y dos cargadores para la misma, así como los correajes y
municiones, al guardia fallecido Antonio Martínez Martínez.
Cuando este guerrillero se entregó
a la Guardia Civil el 3 de febrero de 1951, fue condenado a muerte, la que se
verificó el 28 de enero de 1953. Probablemente esta circunstancia que les
relato, debió influir negativamente en este veredicto. Más aún si tenemos en
cuenta, como luego veremos en la autopsia realizada al cadáver de este guardia,
que lo que le provocó la muerte fue el hundimiento de su frontal. Probablemente
con una piedra de gran tamaño o con un culatazo. Pues las heridas que padecía
se localizaban en los muslos, y no eran tan graves como para producirle la
muerte.
Con motivo de este enfrentamiento
se instruyó el procedimiento 885/50, que a continuación paso a resumirles.
Como Juez Instructor se designó
al comandante de la Guardia Civil D. Enrique Tendero Huertas, el que nombró
como Secretario al guardia segundo Antonio Casaubón Martínez. Y a partir del 17
de noviembre de 1950, por indisposición del
primero, la instrucción del procedimiento pasó al capitán D. Miguel Luengo
Tejero.
El 28 de octubre de 1950 el Juez
Instructor acompañado del Secretario, llegaron al lugar de los hechos para
practicar la diligencia de inspección ocular y levantamiento de los cadáveres.
Y como testigos, por el sargento D. Ángel Heras Casas, y cabo primero Cecilio
Jiménez Ballesteros, ambos intervinieron en el encuentro.
En la falda de una sierra que tiene su origen
en aquel lugar, se encuentra el cadáver del cabo primero Álvaro Martínez
Atance. En posición de decúbito prono. El cual vestía uniforme de cabo de la
Guardia Civil, y presentaba heridas de armas de fuego. Asimismo se encuentra el
cadáver del guardia segundo Antonio Martínez Martínez, a unos 50 m a la
derecha, y algo más bajo que el anterior. En cual vestía uniforme del Cuerpo, y
tenía la posición de decúbito lateral izquierdo. Sin armas a su inmediación, el
que presentaba heridas de arma de fuego.
Informe de la autopsia a los cadáveres de los guardias.
En el cementerio de Alhama de
Granada el 29 de octubre de 1950, ante el señor comandante Juez Instructor y el
Secretario comparecieron los médicos D. Bernardo Murillo Herrera, y D. Federico
Soria Ramírez.
Preguntados acerca del
resultado de la autopsia practicada en el cadáver del cabo primero Álvaro
Martínez Atance. Dijeron: Que en su hábito exterior, aparenta tener unos
treinta años de edad, bien constituido y en buen estado de nutrición. Presenta
un orificio de herida por arma de fuego a nivel de la escápula derecha,
aproximadamente a nivel del octavo espacio intercostal del mismo lado.
A continuación fue abierta la
cavidad torácica, en la cual encontramos una intensa hemorragia que ocupa ambas
cavidades pleurales. Examinados los pulmones observamos un trayecto de
dirección oblicua de atrás a delante, y de derecha a izquierda que atraviesa el
lóbulo inferior del pulmón derecho.
A continuación fue también
abierta la cavidad abdominal donde también encontramos abundante hemorragia,
producida por lesiones en el parénquima hepático, que tienen el aspecto de una
explosión del mismo.
De todo lo cual deducimos que
la muerte del autopsiado ha sido producida por un arma de fuego, cuyo proyectil
al atravesar los órganos antes mencionados, ha producido una intensísima
hemorragia y la anemia aguda consecutiva a la misma, ha causado la muerte.
Examinado el cadáver del
guardia segundo Antonio Martínez Martínez, aparenta ser un hombre de unos
veinticinco o veintiocho años, aproximadamente. En el cual se observa un
hundimiento de la mitad izquierda del frontal, y un orificio de entrada de
herida por arma de fuego en el muslo, y algunos impactos producidos por postas
de escopeta en muslos y piernas.
Una vez examinado su hábito
exterior se procedió a la apertura de la cavidad craneal, en la cual
encontramos una fractura de la bóveda, con hundimiento de la mayor parte del
frontal. La fractura se irradia a la base del cráneo en dirección antero-posterior,
atravesando la bóveda orbitaria derecha, y el peñasco del temporal del mismo
lado, con su consiguiente hemorragia por el conducto auditivo externo.
Las heridas de los muslos
llevan una dirección antero-posterior, atravesando las masas musculares de los
muslos y gran hematoma.
Los cadáveres del cabo primero
Álvaro Martínez Atance, y del guardia segundo, Antonio Martínez Martínez,
fueron inhumados el día 29 en el cementerio eclesiástico de Alhama de Granada.
El cabo en la fosa número 524, y el guardia en la 525.
El cabo primero Álvaro Martínez
Atance, nació el 2 de febrero del año 1922, por lo que tenía veintiocho años.
Era natural de Maranchón (Guadalajara).
El pastor al que entrevisté y que
vivía en aquel entonces en el cortijo de Cornilejo Alto, me comentó que lo
conocía. Precisamente la semana antes del encuentro, había llegado de permiso
ya que había contraído matrimonio.
El guardia Antonio Martínez
Martínez, de estado soltero, era natural de Barqueros (Murcia), donde había
nacido el 8 de abril 1920.
Segunda declaración del teniente D. Antonio Navarro López.
En Granada 4 de octubre de 1951,
se tomó nuevamente declaración al teniente. Al objeto de aclarar las causa de
la pérdida del armamento del guardia Antonio Martínez Martínez. Primeramente se
ratificó en toda su declaración anterior.
¿Cómo se explica que estando
situados en guerrilla abierta los nueve guardias y el deponente, inmediatamente
pegados a las estribaciones de las alturas, que en forma de semiarco rodeaba la
fuerza, fuera posible que al guardia Antonio Martínez, los bandoleros le
pudieran despojar de su armamento? Dice: Que efectivamente, según se ve en el
plano, la fuerza antes dicha estaba desplegada en línea abierta, habiendo una distancia
de uno a otro aproximadamente de diez a quince metros, terminando el ala
derecha de esta fuerza, precisamente con el guardia Antonio Martínez.
Dicho guardia, observó el que
declara, que al empezar el tiroteo como estaban en terreno descubierto y
dominados en las alturas por un grupo de bandoleros, se metió en una barrancada
cuya dirección marcada en el plano casi perpendicular al primer cerro X, donde
estaba el ala izquierda de los bandoleros. Cuya barrancada se metió dentro del
mismo cerro.
A dicho guardia Martínez, poco
después de empezar el tiroteo, ya no se le pudo observar, y además el deponente
y la fuerza estuvieron constantemente fijados en el terreno por el fuego del
enemigo, imposibilitando cuando cayera el día bajo todos los puntos de vista, y
el poder impedir que dicho guardia se les llevara el armamento.
Preguntado, teniendo a la
vista el plano, son en efecto las características y distancias expuestas en él,
las que estaba desplegada la fuerza. Dijo: Que si.
También, y con el mismo propósito,
declaraba el sargento D. Ángel Heras Casas, y el cabo primero Cecilio Jiménez
Ballesteros. Omito sus declaraciones, por ser coincidentes en lo básico, a la
prestada por su teniente que ya les he ofrecido.
He estado varias veces en el
lugar de los hechos. Una de ellas con Antonio García Ordóñez. El que estuvo
explicando cómo se desarrolló el encuentro. Donde estaban ellos posicionados,
la trayectoria seguida por los guardias, etc. Hay tres cuestiones en las que no
coincido con la versión dada por los protagonistas de la Guardia Civil.
La primera de ellas es la toma de
un cerro al oeste, por el cabo Cecilio que en el mapa viene reflejado con la
con la letra H. En ese lugar, el único cerro
existente en la posición señalada en el croquis, era donde estaba uno de los
centinelas, y que luego fue ocupado por más guerrilleros. Los otros cerros al
oeste están demasiado lejanos.
Otra cuestión es la de la
barrancada donde cayó el guardia Martínez. En mi opinión no existe tal
barrancada, el terreno es bastante llano. Lo que sí pudo ocurrir, es que al
estar los guardias en posición de tendidos en tierra, cualquier pequeño
desnivel era suficiente para perder la visión directa de su compañero.
Recordemos además que los cadáveres del guardia y del cabo, fueron encontrados
a una distancia de cincuenta metros, y no los quince metros que según declara
el teniente, marchaban separados en el despliegue.
Y por último, el cerro marcado
con una X, y el que se encuentra al oeste del mismo, no existen o están
situados mucho más al norte de donde se produjo el encuentro. Las posiciones
guerrilleras estaban en los cerros marcados con las letras Y, H.
Lo que creo que ocurrió es que
fue tal la sorpresa, y la superioridad guerrillera, que los guardias quedaron
totalmente abrumados y dominados. Milagrosamente pudieron salvar sus vidas.
Sinceramente creo que en un principio, ni siquiera supieron cómo y desde donde
les atacaban, y se limitaron a soportar la situación, cuerpo a tierra como
buenamente pudieron.
Considero,
basándome en mis tres visitas al lugar de los hechos, que fue una
verdadera temeridad la maniobra efectuada por la Guardia Civil. En primer lugar
por la situación de total desventaja. Tanto numéricamente como
topográficamente. Y en segundo lugar porque con toda seguridad, fue advertida
su presencia desde la lejanía. Dando tiempo a su enemigo a organizar el ataque,
dirigidos por un excelente táctico como era «Roberto». Y pienso que fue un
verdadero milagro, que el enfrentamiento no resultase más dramático para los
guardias.
Finalizo así este relato de este
dramático enfrentamiento, en el que nuevamente la guerrilla resultó indemne.
Capítulo completo recogido en el libro
Causa Perdida. Agrupación Guerrillera Málaga-Granada
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