sábado, 29 de julio de 2017

Fuga de Ramón Vía de la prisión malagueña.

 Fuga de la prisión provincial.
Antes de que se celebrase el juicio a Ramón Vía Fernández, en la madrugada del 1 de mayo de 1946, tendría lugar una espectacular fuga de la prisión malagueña de veintiséis presos. Entre ellos el líder guerrillero, y Manuel Joya Gallego, otro de los guerrilleros que vinieron con él desde Orán.

Con motivo de delimitar las responsabilidades, en que pudiera haber incurrido el personal del servicio de guardia del establecimiento penitenciario, el 6 de mayo de 1946, se inició la instrucción del procedimiento 35/46. Llevada a cabo por el Juez, comandante de Infantería, D. Juan Fariñas Carvajal, asistido como Secretarios, a lo largo del desarrollo de la misma, por el capitán del mismo cuerpo, D. Benigno Ruiz Ruiz, el teniente también de Infantería, D. Francisco Román Chicón, el capitán de Artillería D. Salvador Casado Flores, y también por el soldado de Infantería Manuel Galindo Martín.

El sargento D. Antonio Mata Gómez, comandante del servicio de vigilancia de la prisión, perteneciente al regimiento de Infantería Pavía nº 19, envió el siguiente escrito, relatando lo ocurrido, al Excmo. Sr. Coronel Gobernador Militar de Málaga.

 A V. E. da parte el sargento de lo que sigue: A las siete y treinta, el oficial de prisiones, D. Antonio Bustos de Sigüenza, se personó en esta guardia diciendo que se le había escapado un preso.
Inmediatamente se dio orden por el que suscribe de acordonar la prisión y registrar las inmediaciones, encontrando un orificio de medio metro de diámetro, a unos 35 m de la garita nº 1, y a unos 80 m de la nº 2. En un sitio que debido a la pendiente que tiene el terreno y a la hierba que hay, estaba oculto de las vistas de ambas garitas, a unos 5 m del orificio está la alambrada. Ésta es de dos filas de palos, unidos cada cuatro, por dieciséis alambres espinosos, pero que por su parte baja deja un espacio más que suficiente para que un hombre arrastrándose pueda pasar al otro lado sin dificultad alguna. Por lo tanto, los evadidos no tuvieron necesidad de forzar los alambres. No formando el menor ruido que hubiera delatado su presencia.

A continuación de la alambrada, se extiende un terreno sembrado de trigo de bastante altura, habiendo encontrado el rastro de los evadidos que van en sentido oblicuo a las garitas. No viéndose desde ninguna de ellas a un hombre que arrastrándose fuera en la expresada dirección.
Lógicamente los tiempos no son los actuales, pero resulta sorprendente que los acontecimientos se desarrollasen de esta manera. Si tan claro tenía el sargento la posibilidad de que esto podía suceder, cómo no tomaron anteriormente las correspondientes medidas para evitar posibles evasiones.

El sargento que suscribe, y el soldado José García López, pasaron a su interior encontrando ropa usada, un abrigo de paisano, varias talegas conteniendo comida, ropa, y tabaco. Un macuto con medicamentos, dos picos, una pala, dos carrillos rudimentarios, una instalación de luz eléctrica, con tres lámparas y una más que apareció en el cuarto de baño, donde empezaba la mina. Latas con aceite para alumbrarse, una botella con aceite, cuatro sogas de esparto, varias palancas de hierro, un escardillo, unas botas nuevas, un sombrero, una bobina, y unas tijeras. Objetos que se encuentran en poder del Sr. Director de la prisión, lo que nos demuestra que abandonaron la impedimenta al objeto de no producir ruido.

También es inexplicable, la cantidad y diversidad de materiales que pudieron conseguir los evadidos en el interior de la prisión sin ser descubiertos.

El servicio se encontraba montado normalmente, dándose la alerta cada cuarto de hora, y habiendo interrogado a los centinelas que había en las garitas nº 1 y 2, que manifiestan no haber sentido ruido alguno, que no fuera producido por la lluvia y el viento abundantes que hacía. Los centinelas estuvieran vigilando por las mirillas interiores de las garitas.

El soldado José Ramírez Castro, dice que estando en el puesto de dos a cuatro horas, el carcelero de servicio le hizo entrega de las llaves de la cancela que da al exterior, con el objeto de evitarse molestias cada vez que los cabos habían de hacer el relevo de los centinelas, no teniendo conocimiento de esto, ni el cabo de cuarto, ni el que suscribe.
Por información recogida posteriormente, en vez de un preso escapado como digo anteriormente, han sido veinticinco más.

Nota. El que suscribe hace constar que según me manifiesta el sargento D. Bibiano Ríos Cortés, de la 2ª compañía del 1º batallón de fusiles del regimiento de Infantería Pavía nº 19, estando el día 14 del pasado mes de abril de comandante de dicha guardia, escuchó sobre la una de la madrugada del día 15, un ruido extraño en el jardín, que estuvo observando durante cerca de una hora, y como no sabía el origen de tal ruido, y suponiendo pudiera proceder del interior de dicho centro, lo puso en conocimiento del carcelero que estaba de servicio, por si tenía a bien tomar algunas medidas. A lo cual contestó dicho funcionario que no tenía importancia, y que seguramente procedía de la fuente del citado jardín.

Lo que tengo el honor de poner en su superior conocimiento para los efectos que procedan.

Málaga 1 de mayo de 1946
El sargento comandante.

Al día siguiente de la evasión, fue detenido en el extrarradio de la ciudad Eduardo Álvarez Neira. Se encontraba en prisión desde 1942, como autor de un importante robo de alhajas perpetrado en Málaga. Sus declaraciones nos ofrecen un apasionante relato de cómo se produjo la fuga.

Dijo: Que él se enteró por Juan Pérez Román «Juanillo el de la Elvira», que se pretendía una evasión. Por lo que se dirigió a Fernando Gutiérrez Rojas y a Bernardo Aranda Rando, también recluidos en la prisión, a quienes les hizo presente que estaba enterado del plan. Exigiéndoles que le permitiesen formar parte del grupo que quería evadirse.

En un principio se negaron. Pero ante las amenazas de descubrirles, accedieron y le enseñaron la galería, que desde hacía nueve días estaban cavando, en unión de Francisco Campos Ortiz, y Antonio Isidoro Verdejo. A éstos ya se les había unido, Juan Visquet, Antonio Alba, el conocido por Antonio el Practicante, Miguel Ortiz, y Luis Ferrer.

Tenían establecido tres turnos de seis hombres trabajando unas cinco horas cada uno. De esto también estaba enterado Ramón Vía Fernández, dirigente comunista. Quien por acuerdo de todos, quedaba eximido del trabajo por ser persona destacada en la cárcel, por temor a ser descubiertos caso de notarse su ausencia.

A mediados del mes de abril y seguramente por la indiscreción de sus compañeros, también se enteraron de la existencia del plan algunos comunistas, los que también quisieron formar parte del grupo. Lo que no les quedó más remedio que aceptar. Así se llegó un grupo de veintiséis hombres.

Para la realización de los trabajos se valieron de un pico, una pala, una espuerta, más dos carretillas de mano. Cosa que Neira admite no saber cómo pudieron llegar a la prisión. La tierra que extraían la depositaron en un hueco de la pared que para tal efecto habían abierto en una galería del sótano.

El día 1 estuvieron todo el día trabajando, pudiendo observar que se encontraban cerca de la superficie, y aunque algunos de ellos se proponían mediante la galería trasponer la alambrada, ante el temor de llegar a ser descubiertos, decidieron activar los trabajos e irrumpieron al exterior a unos 20 metros de la tapia, en el lado sur del edificio.

Comenzaron a salir sobre las 4:30 de la madrugada, de uno en uno, arrastrándose para no ser descubiertos por los vigilantes del edificio. Así pasaron las alambradas, que cortaron con unos alicates que para tal fin portaban.

Una vez fuera, todos cruzaron por un sembrado de trigo hasta alejarse de la cárcel reuniéndose en las inmediaciones del matadero, situado a unos 200 metros. Allí se separaron en grupos, se despidieron y comenzaron a dispersarse.

Añade el detenido que no le unía ninguna amistad con el jefe de los comunistas, con quien discrepaba en todo. Especialmente en cuanto las ideas políticas se refiere. No pudieron convencerle, porque la teoría que sustentaban era absurda en relación con su modo de ser y de pensar, por lo que se suscitaban frecuentes discusiones.

Declaró que nunca ha podido observar que entre los reclusos evadidos existiera relación alguna con el personal de la cárcel, ni tampoco con el exterior. Suponiendo que las carretillas pudieron haberlas desmontado para poder introducirlas en la cárcel, siendo montadas con posterioridad.

Agrega que como los que estaban en la enfermería, tenían relación con los demás y gozaban de cierta libertad, cuando se fue acercando el día de la terminación de la galería aquellos que estaban comprometidos con la evasión, se valían de los medios que estaban a su alcance para producirse dolencias que les obligara a ser internados en la enfermería. Recordando que Ramón Vía se produjo unas fiebres altas, tras fumar cigarrillos impregnados de aceite, lo que le ocasionaba una alta temperatura.

Declara que Ramón Vía gozaba de una popularidad inmensa entre los comunistas, que le guardaban gran consideración y acatamiento.

Recuerda que para realizar los trabajos emplearon un cordón eléctrico de 26 m, con cuatro bombillas, ignorando quién pudo facilitar este material. Pero el encargado de manipularlo era Fernando Gutiérrez Rojas. Cuando se carecía de energía eléctrica se valían de candiles, cuya procedencia también ignora.

Para ocultar las señales de tierra y las manchas que les producía en sus ropas, vestían ropas viejas que una vez terminado el trabajo, dejaban dentro de la galería, para no causar sospecha. Procurando siempre tener estudiado perfectamente, que cada uno asistiera a sus listas e inspecciones reglamentarias.

Hemos asistido al relato de una fuga de la prisión provincial de Málaga, propia de las más famosas películas del cine. Posteriormente a la declaración de este detenido, el Juez Instructor citó nuevamente a declarar a algunos de los responsables de la vigilancia de la prisión. Pero todos se mostraron sorprendidos del hecho, y lógicamente trataron de evadir sus posibles responsabilidades.

A continuación declararon los soldados y mandos intermedios, responsables de la vigilancia de la prisión de Málaga. (Declaraciones recogidas en el libro Causa Perdida)

Diferentes encuentros de los evadidos de la cárcel con fuerzas del régimen:

Una vez desplegadas las fuerzas del Régimen en la ciudad, lograron dar muerte a seis de los huidos en dos encuentros. Uno sostenido por fuerzas de la policía en la zona del Huerto de los Claveles, y otro por fuerzas de la Guardia Civil en Granja Suárez. Los que seguidamente paso a relatarles parte de los mismos. (Resto recogido en Causa Perdida)

Este era el contenido del atestado realizado por la policía en el primero de los sucesos que les menciono.
En la ciudad de Málaga y en su comisaría del Cuerpo General de Policía, siendo las ocho horas del día 12 de mayo de 1946, ante el comisario jefe de la brigada de investigación criminal D. Eugenio García la Roche, y de mí el agente D. Casto Carrillo de Albornoz y García del Cid, habilitado como Secretario, para la práctica de las presentes diligencias.

En el día de ayer, once de los corrientes, pudieron averiguar y comprobar que parte de los citados individuos se cobijaban en el nº 2 del Huerto de los Claveles. Donde habita un individuo llamado Plaza.

También pudieron comprobar que estos individuos tenían relación con los atracos realizados en la capital, durante los últimos días.

Colocadas todas las fuerzas y personal que se cita por parte del inspector y agentes que hablan, se procedió por medio del detenido Plaza, a que éste regresara nuevamente a su domicilio y dijera los individuos que en él se encontraban, que había notado la presencia de agentes de policía por aquellos alrededores. Y que sería conveniente para su seguridad se marcharan, ya que sería probable que éstos volvieran.

En efecto, siendo las cuatro horas y treinta minutos del día que se cita, se pudo observar que un individuo se asomaba a la puerta de entrada de la casa nº 2, de la calle Huerto de los Claveles, cuya casa y por la situación especial del terreno se encuentra más baja del nivel de éste. Volviendo al interior y unos minutos después salían al exterior tres individuos.

El primero de ellos alto, fuerte, portando una pistola en la mano izquierda. Detrás otro más bajo que el anterior, al que no se le notaba que empuñase arma alguna. Y seguidamente otro casi de igual estatura que el segundo, que llevaba una pistola de gran tamaño, parecida a las que se utilizan para efectuar señales.

En vista de ello, y por los funcionarios que comparecen, se procedió a darles el alto. Siendo este momento cuando los tres individuos se abrieron en abanico. Tomando el primero la dirección del puente de Armiñán. Es decir desviándose hacia la izquierda de la entrada de la casa. El segundo emprendió la huida tomando directamente la dirección del pretil que da al cauce del río Guadalmedina. Y el tercero desviándose un poco más a la izquierda, pero en la misma dirección que el anterior.

Al propio tiempo el primero de los indicados, disparó sobre los cuatro funcionarios, a una distancia aproximada de 3 m, sin que hiciese blanco, debido seguramente a la oscuridad reinante. Repeliéndose por los mismos la agresión disparando a éste. Al propio tiempo que todas las demás fuerzas y funcionarios, que estaban apostados tomando las salidas de la carretera que conduce a Ciudad Jardín, y explanada que conduce al puente de Armiñán. Dispararon sobre los individuos que no hicieron caso a las voces de “alto” que les fueron dadas.

En estos momentos, en los que se cruzaron disparos tanto de pistola como de fusiles, se pudo observar que el primero que tomó la entrada del puente de Armiñán, sin duda resultó herido, ya que se observaba caminaba con dificultad. Pero a pesar de ello se perdió en la oscuridad de la avenida del hospital civil.

El segundo cayó al suelo herido sin poder ganar el pretil del muro del río. Y el tercero que había logrado encaramarse al mencionado pretil, cayó al cauce del río, al parecer por las heridas que había recibido.

Practicado por todos los que se encontraban en el lugar del hecho una inspección, se procedió a recoger al individuo que se encontraba a corta distancia del pretil. El cual identificado resultó ser y llamarse Francisco López Ruiz, que también usa el nombre de Francisco Molina Cervantes. De treinta y siete años, vendedor, natural de Torre del Mar. Huido de la cárcel en la que se encontraba cumpliendo condena.

Este individuo al que se le podía apreciar algunas heridas se encontraba en posición de decúbito sedenta. Procediéndose a la intervención de una pistola, de las usadas en el Ejército para efectuar señales, cañón largo modelo 1921, nº 137, y en cuyo cañón aparece la siguiente inscripción: “Pistola de señales modelo 1921”. La cual se encontraba cargada con un cartucho de escopeta del calibre doce con postas, en el cual se encontraba picado el pistón de dicho cartucho.

En un bolsillo de la americana se le ocuparon ocho cartuchos más, todos ellos cargados de idéntica manera. Dos fotografías, que según gestiones, pertenecen a la cartera propiedad de D. Antonio Pereda Hidalgo. El cual el día doce de los corrientes fue atracado por tres individuos en la Alameda Barceló, los que le sustrajeron la carretera mencionada con metálico y documentos, entre los cuales se encontraban las señaladas fotografías. Por cuyo hecho se remitió diligencia nº 8.124, al juzgado de instrucción en funciones de guardia.

El herido fue trasladado al hospital civil provincial en cuyo establecimiento ha quedado encamado, uniéndose a las presentes, certificación de las heridas que padece, producidas por arma de fuego de pronóstico grave.

Continuando la inspección de aquellos alrededores, se encontró a un individuo en el cauce del río Guadalmedina, en posición de decúbito supino, al parecer de estado gravísimo. Disponiéndose seguidamente que el mismo fuese trasladado al hospital civil, en el cual ingresó cadáver.

Identificado como Francisco Campos Ortiz «el Campito». Que usa el nombre de Juan Domínguez Berlanga, y Francisco Ladrón de Guevara García. También huido de la prisión provincial. De unos veintinueve años, soltero, jornalero, natural de Pizarra y con domicilio en Málaga. Al cual no se le ocupó arma alguna.

Y por último hacia las inmediaciones del hospital civil, y a espalda del convento San José de la Montaña, fue encontrado otro individuo, también en estado gravísimo por heridas de arma de fuego. El cual fue trasladado también al hospital civil, en donde ingresó ya cadáver.

Siendo identificado como Segismundo Lorenzo Arbolea «el Segis», de veintiocho años, soltero, jornalero natural de Narila (Granada).

Huido como los anteriores de la prisión provincial, ocupándosele una pistola que no se le aprecia marca ni número, calibre 7,65 mm, tres balas en el cargador y una en la recámara.

Muerte de Ramón Vía Fernández:

El segundo de los encuentros que les mencionaba, tuvo lugar en el llamado Camino Viejo de Antequera, en la barriada malagueña Granja Suárez. Donde tras informaciones recogidas por el Servicio de Información de la Guardia Civil, al mando del cabo Salvador Mesa Espada, se tuvo conocimiento de la presencia en la citada casa de algunos individuos de los evadidos de la prisión provincial.

Cercado el grupo en el interior de dicha casa por fuerzas de la Benemérita, se entabló un tiroteo tras el que resultaron gravemente heridos todos los sitiados. Trasladados posteriormente al hospital Civil, donde ingresaron ya cadáveres. Les presento el atestado de la Guardia Civil que recogía lo sucedido.

D. Manuel Cámpora Rodríguez, capitán de la Guardia Civil con destino en las 137ª comandancia de Málaga, prestando sus servicios con el mando de la 6ª compañía de esta comandancia, por las presentes diligencias, de carácter urgente, hacer constar:

Que sobre las catorce horas del día 25 de mayo de 1946, se tuvo conocimiento por confidencia reservada, de que varios individuos de los huidos de la prisión provincial de esta plaza, se hallaban refugiados en una casa de la Granja de Suárez. Habitada por el individuo llamado Salvador Bermúdez Luque, que trabajaba como obrero en unos almacenes de hierro de esta capital, sito en el Hoyo Espartero.

El capitán que suscribe seguidamente ordenó el servicio conveniente para la detención de los fugados. Y auxiliado por el teniente jefe de la primera línea de esta capital D. Emilio Fernández Soler, brigada jefe de la segunda línea D. Cipriano Herrero Gallego, y fuerzas de esta comandancia, se dirigieron con el llamado Salvador Bermúdez hacia la casa indicada. Y al llegar a las inmediaciones de la misma, seguramente fueron avisados los refugiados por alguna otra persona, para lo cual se practican activas diligencias para conseguir su captura. Éstos al notar la presencia de las fuerzas, dieron principio a hacer fuego de pistola. Por lo que hubo de repeler la agresión, en cuyos momentos Bermúdez Luque se dio a la fuga con intención de unirse a los forajidos.

En el tiroteo habido resultaron heridos los individuos. Que reconocidos son los llamados Ramón Viar Fernández, Antonio Daza López, y Fernando Gutiérrez Rojas. Éstos, como anteriormente se dice, fugados de la prisión provincial. Resultando asimismo herido el inquilino de la casa, que acompañaba a las fuerzas, Salvador Bermúdez Luque.

Habiendo sido intervenidas dos pistolas, una al Ramón Viar, y otra al Antonio Daza, que eran los que disparaban contra las fuerzas. Seguidamente fueron recogidos, y con la premura posible trasladados al hospital civil. Donde después de ser ingresados fueron reconocidos por el médico de guardia de dicho establecimiento benéfico. El que diagnosticó el fallecimiento de los cuatro individuos por arma de fuego.

Seguidamente como la casa se encontraba cerrada, y sospechando hubiesen más fugados en el interior de la misma, se procedió con la presencia de los testigos Antonio Bravo Fernández, y Manuel Martín Valderrama, y acta levantada al efecto, por la premura del tiempo, a descerrajar la puerta de entrada a la misma. Registrándose todo el interior de ella sin encontrar a persona alguna. Pero si dos cuchillos de grandes dimensiones y que por su tamaño son de las armas blancas prohibidas. Así como una cartilla militar y una cartera pertenecientes a Antonio Daza López. Una maleta pequeña y dos gabardinas.

Y para que conste que extiende las presentes diligencias de carácter urgente, que firma el Instructor que certifica en la fecha anteriormente indicada.
Firmado Manuel Cámpora Rodríguez.

De este modo, acabaron los días del célebre líder guerrillero Ramón Vía Fernández, creador de la incipiente Agrupación Guerrillera de Málaga.

Aunque las autoridades creyeron por fin descansar tranquilas, el partido conseguiría sustituir a este mito por otro, de mayor calado si cabe, como luego demostraría serlo, Jorge José Muñoz Lozano «Roberto». El que acusado de negligencia por la cúpula de su partido, al no conseguir poner a salvo a Ramón Vía, sería enviado a la sierra para dirigir a la Agrupación Guerrillera de Málaga. Pero de esto les hablaré más tarde.

Artículo recogido en el libro  
Causa Perdida. Agrupación Málaga-Granada


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