Antes de que se celebrase el
juicio a Ramón Vía Fernández, en la madrugada del 1 de mayo de 1946, tendría
lugar una espectacular fuga de la prisión malagueña de veintiséis presos. Entre
ellos el líder guerrillero, y Manuel Joya Gallego, otro de los guerrilleros que
vinieron con él desde Orán.
Con motivo de delimitar las
responsabilidades, en que pudiera haber incurrido el personal del servicio de
guardia del establecimiento penitenciario, el 6 de mayo de 1946, se inició la
instrucción del procedimiento 35/46. Llevada a cabo por el Juez, comandante de
Infantería, D. Juan Fariñas Carvajal, asistido como Secretarios, a lo largo del
desarrollo de la misma, por el capitán del mismo cuerpo, D. Benigno Ruiz Ruiz,
el teniente también de Infantería, D. Francisco Román Chicón, el capitán de
Artillería D. Salvador Casado Flores, y también por el soldado de Infantería
Manuel Galindo Martín.
El sargento D. Antonio Mata
Gómez, comandante del servicio de vigilancia de la prisión, perteneciente al
regimiento de Infantería Pavía nº 19, envió el siguiente escrito, relatando lo
ocurrido, al Excmo. Sr. Coronel Gobernador Militar de Málaga.
A V. E. da parte el sargento de lo que sigue:
A las siete y treinta, el oficial de prisiones, D. Antonio Bustos de Sigüenza,
se personó en esta guardia diciendo que se le había escapado un preso.
Inmediatamente se dio orden
por el que suscribe de acordonar la prisión y registrar las inmediaciones,
encontrando un orificio de medio metro de diámetro, a unos 35 m de la garita nº
1, y a unos 80 m de la nº 2. En un sitio que debido a la pendiente que tiene el
terreno y a la hierba que hay, estaba oculto de las vistas de ambas garitas, a
unos 5 m del orificio está la alambrada. Ésta es de dos filas de palos, unidos
cada cuatro, por dieciséis alambres espinosos, pero que por su parte baja deja
un espacio más que suficiente para que un hombre arrastrándose pueda pasar al
otro lado sin dificultad alguna. Por lo tanto, los evadidos no tuvieron
necesidad de forzar los alambres. No formando el menor ruido que hubiera
delatado su presencia.
A continuación de la
alambrada, se extiende un terreno sembrado de trigo de bastante altura,
habiendo encontrado el rastro de los evadidos que van en sentido oblicuo a las
garitas. No viéndose desde ninguna de ellas a un hombre que arrastrándose fuera
en la expresada dirección.
Lógicamente los tiempos no son
los actuales, pero resulta sorprendente que los acontecimientos se
desarrollasen de esta manera. Si tan claro tenía el sargento la posibilidad de
que esto podía suceder, cómo no tomaron anteriormente las correspondientes
medidas para evitar posibles evasiones.
El sargento que suscribe, y el
soldado José García López, pasaron a su interior encontrando ropa usada, un
abrigo de paisano, varias talegas conteniendo comida, ropa, y tabaco. Un macuto
con medicamentos, dos picos, una pala, dos carrillos rudimentarios, una
instalación de luz eléctrica, con tres lámparas y una más que apareció en el
cuarto de baño, donde empezaba la mina. Latas con aceite para alumbrarse, una
botella con aceite, cuatro sogas de esparto, varias palancas de hierro, un
escardillo, unas botas nuevas, un sombrero, una bobina, y unas tijeras. Objetos
que se encuentran en poder del Sr. Director de la prisión, lo que nos demuestra
que abandonaron la impedimenta al objeto de no producir ruido.
También es inexplicable, la
cantidad y diversidad de materiales que pudieron conseguir los evadidos en el
interior de la prisión sin ser descubiertos.
El servicio se encontraba
montado normalmente, dándose la alerta cada cuarto de hora, y habiendo
interrogado a los centinelas que había en las garitas nº 1 y 2, que manifiestan
no haber sentido ruido alguno, que no fuera producido por la lluvia y el viento
abundantes que hacía. Los centinelas estuvieran vigilando por las mirillas
interiores de las garitas.
El soldado José Ramírez
Castro, dice que estando en el puesto de dos a cuatro horas, el carcelero de
servicio le hizo entrega de las llaves de la cancela que da al exterior, con el
objeto de evitarse molestias cada vez que los cabos habían de hacer el relevo
de los centinelas, no teniendo conocimiento de esto, ni el cabo de cuarto, ni
el que suscribe.
Por información recogida
posteriormente, en vez de un preso escapado como digo anteriormente, han sido
veinticinco más.
Nota. El que suscribe hace
constar que según me manifiesta el sargento D. Bibiano Ríos Cortés, de la 2ª
compañía del 1º batallón de fusiles del regimiento de Infantería Pavía nº 19,
estando el día 14 del pasado mes de abril de comandante de dicha guardia,
escuchó sobre la una de la madrugada del día 15, un ruido extraño en el jardín,
que estuvo observando durante cerca de una hora, y como no sabía el origen de
tal ruido, y suponiendo pudiera proceder del interior de dicho centro, lo puso
en conocimiento del carcelero que estaba de servicio, por si tenía a bien tomar
algunas medidas. A lo cual contestó dicho funcionario que no tenía importancia,
y que seguramente procedía de la fuente del citado jardín.
Lo que tengo el honor de poner
en su superior conocimiento para los efectos que procedan.
Málaga 1 de mayo de 1946
El
sargento comandante.
Al día siguiente de la evasión,
fue detenido en el extrarradio de la ciudad Eduardo Álvarez Neira. Se
encontraba en prisión desde 1942, como autor de un importante robo de alhajas
perpetrado en Málaga. Sus declaraciones nos ofrecen un apasionante relato de
cómo se produjo la fuga.
Dijo: Que él se enteró por
Juan Pérez Román «Juanillo el de la Elvira», que se pretendía una evasión. Por
lo que se dirigió a Fernando Gutiérrez Rojas y a Bernardo Aranda Rando, también
recluidos en la prisión, a quienes les hizo presente que estaba enterado
del plan. Exigiéndoles que le permitiesen formar parte del grupo que quería
evadirse.
En un principio se negaron.
Pero ante las amenazas de descubrirles, accedieron y le enseñaron la galería,
que desde hacía nueve días estaban cavando, en unión de Francisco Campos Ortiz,
y Antonio Isidoro Verdejo. A éstos ya se les había unido, Juan Visquet, Antonio
Alba, el conocido por Antonio el Practicante, Miguel Ortiz, y Luis Ferrer.
Tenían establecido tres turnos
de seis hombres trabajando unas cinco horas cada uno. De esto también estaba
enterado Ramón Vía Fernández, dirigente comunista. Quien por acuerdo de todos,
quedaba eximido del trabajo por ser persona destacada en la cárcel, por temor a
ser descubiertos caso de notarse su ausencia.
A mediados del mes de abril y
seguramente por la indiscreción de sus compañeros, también se enteraron de la
existencia del plan algunos comunistas, los que también quisieron formar parte
del grupo. Lo que no les quedó más remedio que aceptar. Así se llegó un grupo
de veintiséis hombres.
Para la realización de los
trabajos se valieron de un pico, una pala, una espuerta, más dos carretillas de
mano. Cosa que Neira admite no saber cómo pudieron llegar a la prisión. La
tierra que extraían la depositaron en un hueco de la pared que para tal efecto
habían abierto en una galería del sótano.
El día 1 estuvieron todo el
día trabajando, pudiendo observar que se encontraban cerca de la superficie, y
aunque algunos de ellos se proponían mediante la galería trasponer la
alambrada, ante el temor de llegar a ser descubiertos, decidieron activar los
trabajos e irrumpieron al exterior a unos 20 metros de la tapia, en el lado sur
del edificio.
Comenzaron a salir sobre las
4:30 de la madrugada, de uno en uno, arrastrándose para no ser descubiertos por
los vigilantes del edificio. Así pasaron las alambradas, que cortaron con unos
alicates que para tal fin portaban.
Una vez fuera, todos cruzaron
por un sembrado de trigo hasta alejarse de la cárcel reuniéndose en las
inmediaciones del matadero, situado a unos 200 metros. Allí se separaron en
grupos, se despidieron y comenzaron a dispersarse.
Añade el detenido que no le
unía ninguna amistad con el jefe de los comunistas, con quien discrepaba en
todo. Especialmente en cuanto las ideas políticas se refiere. No pudieron
convencerle, porque la teoría que sustentaban era absurda en relación con su
modo de ser y de pensar, por lo que se suscitaban frecuentes discusiones.
Declaró que nunca ha podido
observar que entre los reclusos evadidos existiera relación alguna con el
personal de la cárcel, ni tampoco con el exterior. Suponiendo que las
carretillas pudieron haberlas desmontado para poder introducirlas en la cárcel,
siendo montadas con posterioridad.
Agrega que como los que
estaban en la enfermería, tenían relación con los demás y gozaban de cierta
libertad, cuando se fue acercando el día de la terminación de la galería
aquellos que estaban comprometidos con la evasión, se valían de los medios que
estaban a su alcance para producirse dolencias que les obligara a ser
internados en la enfermería. Recordando que Ramón Vía se produjo unas fiebres
altas, tras fumar cigarrillos impregnados de aceite, lo que le ocasionaba una
alta temperatura.
Declara que Ramón Vía gozaba
de una popularidad inmensa entre los comunistas, que le guardaban gran
consideración y acatamiento.
Recuerda que para realizar los
trabajos emplearon un cordón eléctrico de 26 m, con cuatro bombillas, ignorando
quién pudo facilitar este material. Pero el encargado de manipularlo era
Fernando Gutiérrez Rojas. Cuando se carecía de energía eléctrica se valían de
candiles, cuya procedencia también ignora.
Para ocultar las señales de
tierra y las manchas que les producía en sus ropas, vestían ropas viejas que
una vez terminado el trabajo, dejaban dentro de la galería, para no causar
sospecha. Procurando siempre tener estudiado perfectamente, que cada uno asistiera
a sus listas e inspecciones reglamentarias.
Hemos asistido al relato de una
fuga de la prisión provincial de Málaga, propia de las más famosas películas
del cine. Posteriormente a la declaración de este detenido, el Juez Instructor
citó nuevamente a declarar a algunos de los responsables de la vigilancia de la
prisión. Pero todos se mostraron sorprendidos del hecho, y lógicamente trataron
de evadir sus posibles responsabilidades.
A continuación declararon los
soldados y mandos intermedios, responsables de la vigilancia de la prisión de
Málaga. (Declaraciones recogidas en el libro Causa Perdida)
Diferentes encuentros de los evadidos de la cárcel con fuerzas del
régimen:
Una vez desplegadas las fuerzas
del Régimen en la ciudad, lograron dar muerte a seis de los huidos en dos
encuentros. Uno sostenido por fuerzas de la policía en la zona del Huerto de
los Claveles, y otro por fuerzas de la Guardia Civil en Granja Suárez. Los que
seguidamente paso a relatarles parte de los mismos. (Resto recogido en Causa
Perdida)
Este era el contenido del
atestado realizado por la policía en el primero de los sucesos que les
menciono.
En la ciudad de Málaga y en su
comisaría del Cuerpo General de Policía, siendo las ocho horas del día 12 de
mayo de 1946, ante el comisario jefe de la brigada de investigación criminal D.
Eugenio García la Roche, y de mí el agente D. Casto Carrillo de Albornoz y
García del Cid, habilitado como Secretario, para la práctica de las presentes
diligencias.
En el día de ayer, once de los
corrientes, pudieron averiguar y comprobar que parte de los citados individuos
se cobijaban en el nº 2 del Huerto de los Claveles. Donde habita un individuo
llamado Plaza.
También pudieron comprobar que
estos individuos tenían relación con los atracos realizados en la capital,
durante los últimos días.
Colocadas todas las fuerzas y
personal que se cita por parte del inspector y agentes que hablan, se procedió
por medio del detenido Plaza, a que éste regresara nuevamente a su domicilio y
dijera los individuos que en él se encontraban, que había notado la presencia
de agentes de policía por aquellos alrededores. Y que sería conveniente para su
seguridad se marcharan, ya que sería probable que éstos volvieran.
En efecto, siendo las cuatro
horas y treinta minutos del día que se cita, se pudo observar que un individuo
se asomaba a la puerta de entrada de la casa nº 2, de la calle Huerto de los
Claveles, cuya casa y por la situación especial del terreno se encuentra más
baja del nivel de éste. Volviendo al interior y unos minutos después salían al
exterior tres individuos.
El primero de ellos alto,
fuerte, portando una pistola en la mano izquierda. Detrás otro más bajo que el
anterior, al que no se le notaba que empuñase arma alguna. Y seguidamente otro
casi de igual estatura que el segundo, que llevaba una pistola de gran tamaño,
parecida a las que se utilizan para efectuar señales.
En vista de ello, y por los
funcionarios que comparecen, se procedió a darles el alto. Siendo este momento
cuando los tres individuos se abrieron en abanico. Tomando el primero la
dirección del puente de Armiñán. Es decir desviándose hacia la izquierda de la
entrada de la casa. El segundo emprendió la huida tomando directamente la
dirección del pretil que da al cauce del río Guadalmedina. Y el tercero
desviándose un poco más a la izquierda, pero en la misma dirección que el
anterior.
Al propio tiempo el primero de
los indicados, disparó sobre los cuatro funcionarios, a una distancia
aproximada de 3 m, sin que hiciese blanco, debido seguramente a la oscuridad
reinante. Repeliéndose por los mismos la agresión disparando a éste. Al propio
tiempo que todas las demás fuerzas y funcionarios, que estaban apostados
tomando las salidas de la carretera que conduce a Ciudad Jardín, y explanada
que conduce al puente de Armiñán. Dispararon sobre los individuos que no
hicieron caso a las voces de “alto” que les fueron dadas.
En estos momentos, en los que
se cruzaron disparos tanto de pistola como de fusiles, se pudo observar que el
primero que tomó la entrada del puente de Armiñán, sin duda resultó herido, ya
que se observaba caminaba con dificultad. Pero a pesar de ello se perdió en la
oscuridad de la avenida del hospital civil.
El segundo cayó al suelo
herido sin poder ganar el pretil del muro del río. Y el tercero que había
logrado encaramarse al mencionado pretil, cayó al cauce del río, al parecer por
las heridas que había recibido.
Practicado por todos los que
se encontraban en el lugar del hecho una inspección, se procedió a recoger al
individuo que se encontraba a corta distancia del pretil. El cual identificado
resultó ser y llamarse Francisco López Ruiz, que también usa el nombre de Francisco
Molina Cervantes. De treinta y siete años, vendedor, natural de Torre del Mar.
Huido de la cárcel en la que se encontraba cumpliendo condena.
Este individuo al que se le
podía apreciar algunas heridas se encontraba en posición de decúbito sedenta. Procediéndose
a la intervención de una pistola, de las usadas en el Ejército para efectuar
señales, cañón largo modelo 1921, nº 137, y en cuyo cañón aparece la siguiente
inscripción: “Pistola de señales modelo 1921”. La cual se encontraba cargada
con un cartucho de escopeta del calibre doce con postas, en el cual se
encontraba picado el pistón de dicho cartucho.
En un bolsillo de la americana
se le ocuparon ocho cartuchos más, todos ellos cargados de idéntica manera. Dos
fotografías, que según gestiones, pertenecen a la cartera propiedad de D.
Antonio Pereda Hidalgo. El cual el día doce de los corrientes fue atracado por
tres individuos en la Alameda Barceló, los que le sustrajeron la carretera
mencionada con metálico y documentos, entre los cuales se encontraban las
señaladas fotografías. Por cuyo hecho se remitió diligencia nº 8.124, al
juzgado de instrucción en funciones de guardia.
El herido fue trasladado al
hospital civil provincial en cuyo establecimiento ha quedado encamado,
uniéndose a las presentes, certificación de las heridas que padece, producidas
por arma de fuego de pronóstico grave.
Continuando la inspección de
aquellos alrededores, se encontró a un individuo en el cauce del río
Guadalmedina, en posición de decúbito supino, al parecer de estado gravísimo.
Disponiéndose seguidamente que el mismo fuese trasladado al hospital civil, en
el cual ingresó cadáver.
Identificado como Francisco
Campos Ortiz «el Campito». Que usa el nombre de Juan Domínguez Berlanga, y
Francisco Ladrón de Guevara García. También huido de la prisión provincial. De
unos veintinueve años, soltero, jornalero, natural de Pizarra y con domicilio
en Málaga. Al cual no se le ocupó arma alguna.
Y por último hacia las
inmediaciones del hospital civil, y a espalda del convento San José de la
Montaña, fue encontrado otro individuo, también en estado gravísimo por heridas
de arma de fuego. El cual fue trasladado también al hospital civil, en donde
ingresó ya cadáver.
Siendo identificado como
Segismundo Lorenzo Arbolea «el Segis», de veintiocho años, soltero, jornalero
natural de Narila (Granada).
Huido como los anteriores de
la prisión provincial, ocupándosele una pistola que no se le aprecia marca ni
número, calibre 7,65 mm, tres balas en el cargador y una en la recámara.
Muerte de Ramón Vía Fernández:
El segundo de los encuentros que
les mencionaba, tuvo lugar en el llamado Camino Viejo de Antequera, en la
barriada malagueña Granja Suárez. Donde tras informaciones recogidas por el
Servicio de Información de la Guardia Civil, al mando del cabo Salvador Mesa
Espada, se tuvo conocimiento de la presencia en la citada casa de algunos
individuos de los evadidos de la prisión provincial.
Cercado el grupo en el interior
de dicha casa por fuerzas de la Benemérita, se entabló un tiroteo tras el que
resultaron gravemente heridos todos los sitiados. Trasladados posteriormente al
hospital Civil, donde ingresaron ya cadáveres. Les presento el atestado de la
Guardia Civil que recogía lo sucedido.
D. Manuel Cámpora Rodríguez,
capitán de la Guardia Civil con destino en las 137ª comandancia de Málaga,
prestando sus servicios con el mando de la 6ª compañía de esta comandancia, por
las presentes diligencias, de carácter urgente, hacer constar:
Que sobre las catorce horas
del día 25 de mayo de 1946, se tuvo conocimiento por confidencia reservada, de
que varios individuos de los huidos de la prisión provincial de esta plaza, se
hallaban refugiados en una casa de la Granja de Suárez. Habitada por el
individuo llamado Salvador Bermúdez Luque, que trabajaba como obrero en unos
almacenes de hierro de esta capital, sito en el Hoyo Espartero.
El capitán que suscribe
seguidamente ordenó el servicio conveniente para la detención de los fugados. Y
auxiliado por el teniente jefe de la primera línea de esta capital D. Emilio
Fernández Soler, brigada jefe de la segunda línea D. Cipriano Herrero Gallego,
y fuerzas de esta comandancia, se dirigieron con el llamado Salvador Bermúdez
hacia la casa indicada. Y al llegar a las inmediaciones de la misma,
seguramente fueron avisados los refugiados por alguna otra persona, para lo
cual se practican activas diligencias para conseguir su captura. Éstos al notar
la presencia de las fuerzas, dieron principio a hacer fuego de pistola. Por lo
que hubo de repeler la agresión, en cuyos momentos Bermúdez Luque se dio a la
fuga con intención de unirse a los forajidos.
En el tiroteo habido
resultaron heridos los individuos. Que reconocidos son los llamados Ramón Viar
Fernández, Antonio Daza López, y Fernando Gutiérrez Rojas. Éstos, como anteriormente
se dice, fugados de la prisión provincial. Resultando asimismo herido el
inquilino de la casa, que acompañaba a las fuerzas, Salvador Bermúdez Luque.
Habiendo sido intervenidas dos
pistolas, una al Ramón Viar, y otra al Antonio Daza, que eran los que
disparaban contra las fuerzas. Seguidamente fueron recogidos, y con la premura
posible trasladados al hospital civil. Donde después de ser ingresados fueron
reconocidos por el médico de guardia de dicho establecimiento benéfico. El que
diagnosticó el fallecimiento de los cuatro individuos por arma de fuego.
Seguidamente como la casa se
encontraba cerrada, y sospechando hubiesen más fugados en el interior de la
misma, se procedió con la presencia de los testigos Antonio Bravo Fernández, y
Manuel Martín Valderrama, y acta levantada al efecto, por la premura del
tiempo, a descerrajar la puerta de entrada a la misma. Registrándose todo el
interior de ella sin encontrar a persona alguna. Pero si dos cuchillos de
grandes dimensiones y que por su tamaño son de las armas blancas prohibidas.
Así como una cartilla militar y una cartera pertenecientes a Antonio Daza
López. Una maleta pequeña y dos gabardinas.
Y para que conste que extiende
las presentes diligencias de carácter urgente, que firma el Instructor que certifica
en la fecha anteriormente indicada.
Firmado
Manuel Cámpora Rodríguez.
De este modo, acabaron los días
del célebre líder guerrillero Ramón Vía Fernández, creador de la incipiente
Agrupación Guerrillera de Málaga.
Aunque las autoridades creyeron
por fin descansar tranquilas, el partido conseguiría sustituir a este mito por
otro, de mayor calado si cabe, como luego demostraría serlo, Jorge José Muñoz
Lozano «Roberto». El que acusado de negligencia por la cúpula de su partido, al
no conseguir poner a salvo a Ramón Vía, sería enviado a la sierra para dirigir
a la Agrupación Guerrillera de Málaga. Pero de esto les hablaré más tarde.
Artículo recogido en el libro
Causa Perdida. Agrupación Málaga-Granada
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