sábado, 29 de julio de 2017

Desembarco en la costa malagueña

Octubre de 1944.
Llegada de Ramón Vía Fernández.
Foto de la ficha policial de Ramón Vía
Al final de la guerra civil muchos españoles se exiliaron en el norte de África, más concretamente en Argelia. Acosados por el avance de las tropas de Franco que los acorralaba en las costas levantinas, se vieron obligados a huir en el primer barco que lo permitiera, hacia un incierto destino que les garantizase la supervivencia.

La situación se agravó a finales de febrero y comienzos de marzo de 1939. La dimisión del presidente de la República, Manuel Azaña, y el exilio del gobierno de Negrín, daba la guerra definitivamente por perdida.
Las dificultades aumentaron tras la huída de la flota republicana, que partió desde Cartagena con dirección al puerto de Bizerta (Túnez). Abandonando sin una posible evacuación, a los que desesperadamente trataban de huir hacia el exilio.

Barcos como el Ronwyn, Marionga, y Winnipeg, zarparon del puerto de Alicante cargados de exiliados españoles. Mientras el 19 de marzo zarparía el carbonero inglés African Trader, que alcanzaría las costas argelinas con casi un millar de pasajeros.
En la noche del 28 de marzo de 1939 partiría el carbonero inglés Stanbrook, con todo el que logró subir a bordo, un total aproximado a los 3.000 exiliados. Era un barco de unas 1.500 toneladas, 70 metros de eslora, y 10 metros de manga.

La llegada al puerto de Orán se produjo en la tarde del 29 de marzo. Pero no obtuvo el permiso necesario para el atraque, y debió permanecer fondeado en la entrada del puerto en periodo de cuarentena.
Pese a que con anterioridad había desembarcado parte del pasaje, las condiciones higiénicas eran deplorables, para tan elevado número de personas hacinadas en las cubiertas y bodegas del barco. Llegando incluso a padecer epidemias de pediculosis y tifus. Hasta el 1 de mayo no fue totalmente librado. Acabando así uno de los episodios más dramáticos para los exiliados españoles.

En otra posterior misión, el barco en cuestión, sería torpedeado y hundido por un submarino alemán el 18 de noviembre de 1939, a la entrada del puerto de Amberes.
El territorio argelino era por aquel entonces un protectorado de la Francia de Vichy, colaboracionista con el régimen nazi. Por lo que en un principio también se convertiría en un territorio hostil. Así la mayoría de los exiliados españoles, a medida que alcanzaban sus costas, eran internados en campos de concentración y trabajo. No obstante el PC lograría tejer un entramado político para dar cobertura a sus numerosos militantes.

El 8 de noviembre de 1942, se inició la conquista del norte de África por los aliados, en la Operación Torch también denominada en un principio Operation Gymnast, que liberó de la presión que ejercía el dominio francés sobre los exiliados españoles. Por lo que el comité argelino, que contaba con elementos como Ramón Ormazábal, Ricardo Beneyto Sapena, Filiberto Cardador García, y el propio Ramón Vía, fue de nuevo reorganizado.

La situación mejoró satisfactoriamente para los antifranquistas españoles, y en octubre de 1944, la primera expedición de guerrilleros alcanzaba las costas andaluzas en las playas de cerro Gordo.
Antes, en varias ocasiones, había estado en la zona estableciendo bases de apoyo, Joaquín Centurión Centurión «Juanito». Antiguo integrante de los Niños de la Noche, conocedor del terreno por ser natural de Río de la Miel (Nerja).

Joaquín Centurión Centurión «Juanito»

Sería desembarcado junto a un compañero cerca de la costa, y en estas primeras incursiones trajo consigo diez ametralladoras Thompsom, y un radio transmisor. Que en primera instancia dejó en la casa de José Jiménez Martín «José el Quico», quien vivía muy cerca de la playa. Asimismo, las armas fueron escondidas en los domicilios de otros convecinos, entre ellos Antonio Urbano Muñoz «el Duende», y Miguel Arrabal Castro «Montañés».

Cuando Centurión regresó definitivamente con la expedición de Ramón Vía, las armas que antes había dejado, estaban en manos de la Guardia Civil. Parece que sus colaboradores habían sido denunciados por un vecino de Centurión, llamado Antonio Muela Callejón.

 En la zona alta de Río de la Miel, en el paraje conocido como Cuesta Jaboneros, estaba situada la casa de Miguel Arrabal. Éste se percató que los guardias se dirigían hacia ella, con toda seguridad en busca del armamento escondido. Entonces huyó a la sierra llevándose uno de los subfusiles. Mientras los guardias llegaban, su mujer arrojó cinco subfusiles más por una ventana hacia unas chumberas que allí había. Los guardias registraron la casa, pero no encontraron las armas.

Tras el desembarco, el supuesto apoyo popular que estos guerrilleros esperaban no fue tal. Viéndose obligados únicamente a subsistir adoptando una actitud eminentemente pasiva, en cuanto a acciones militares se refiere.
Cerro Gordo. Paraje acantilado donde se produjo el desembarco.

A los pocos días de su llegada, Ramón Vía envió a Málaga a uno de sus hombres, Ruiz Aguayo. Con el objetivo de entablar contacto con el Comité Provincial del partido y lograr su colaboración. Pero en el seno del PC, aún subyacían las disputas internas entre los partidarios de Jesús Monzón, como era el caso del comité malagueño, y los seguidores de Carrillo y de Pasionaria. Por lo que el ansiado apoyo no se produjo.
Ante estas circunstancias Ramón Vía hubo de desplazarse a Málaga, entre diciembre de 1944 y marzo de 1945, para mantener contactos con los responsables del partido en la capital, con Antonio Campos Roldán a la cabeza.

Vía tampoco consiguió la confabulación deseada de sus compañeros de partido. Por lo que decidió marchar a Madrid para entrevistarse directamente con Agustín Zoroa Sánchez «Darío», que dirigía el Comité Nacional, y mano derecha de Carrillo en España. El dirigente comunista le prometió la ayuda deseada y enviarle personal de su confianza.

A primeros de abril de 1945 Vía regresó nuevamente a Málaga, e intentó de nuevo contactar con el Comité Provincial. Aunque existió un ligero acercamiento, la situación no cambió demasiado.
En el verano de 1945 la policía logró desmantelar la organización comunista en Málaga, y la mayoría de los integrantes del Comité Provincial fueron detenidos. Esta nueva situación que podría resultar negativa para el destino del partido, favoreció los intereses de Ramón Vía. Pues lograría reorganizar y estructurar a su voluntad, un nuevo comité colaboracionista con la causa guerrillera.

El líder guerrillero situó a Francisco Martín Ramírez, como responsable de los Mosqueteros del Llano, una especie de guerrilla urbana, cuya misión era el apoyo de sus homónimos de la sierra. El joven Francisco Martín carecía de antecedentes, y además había sido antiguo legionario, por lo que disimulaba su condición clandestina ante las fuerzas del Régimen.
No obstante posteriormente seria descubierta su identidad siendo detenido, y finalmente condenado a muerte. Cuya sentencia se ejecutó el 5 de marzo de 1948.

Tras la caída del Comité Provincial malagueño, Agustín Zoroa envió a esta ciudad, a primeros de septiembre de 1945, a Alfredo Cabello Gómez Acebo, experimentado dirigente comunista. Y posteriormente en octubre, comisionó a otros dos miembros de probada experiencia y lealtad, como Ramiro Fuente Ochoa y Luís Campos Osaba, ambos procedentes de Euskadi.
Alfredo Cabello tenía la consigna de contactar con los diferentes grupos guerrilleros que operaban en las montañas malagueñas. Mientras que sus dos compañeros tenían por misión, la reconstrucción del desmantelado Comité Provincial.

Todo parecía ir sobre ruedas hasta el fatídico día 16 de noviembre de 1945, en el que fue capturado por la policía de Málaga Eugenio Navarro Montero. Uno de los guerrilleros que había llegado en la expedición desde Orán con Ramón Vía.

Este servicio de la policía político-social, también desencadenaría en la tarde del mismo día, la detención en la malagueña plaza de la Merced, de Ramón Vía. Dando así inicio a uno de los procesos de investigación más interesantes en la historia de la guerrilla en el sur de España, que finalmente acabaría con la encarcelación y posterior eliminación de este líder guerrillero.

Con motivo de estas detenciones se iniciaría el procedimiento judicial 1.431/45 recogido en el libro Causa Perdida. Agrupación guerrillera Málaga- Granada). Les ofrezco algunos pasajes del mismo.

En una de mis entrevistas con el guerrillero Miguel Salado Cecilia, dijo que este grupo guerrillero vivía lo que se dice miserablemente. Recalcó este adverbio, miserablemente. Según mi interlocutor, los guerrilleros se vieron obligados a trabajar en el campo para subsistir.
Él lo sabía de primera mano, pues era su tío Miguel Arrabal «Montañés», quien los llevaba a trabajar a las viñas cercanas a Almuñécar. Era curioso ver a un grupo guerrillero dejar escondidos sus fusiles ametralladores, cambiándolos por azadas para realizar sus labores agrícolas. Me decía.

Acto seguido a la declaración de Eugenio Navarro, el inspector instructor jefe de la brigada, previa aprobación del comisario jefe, dispuso la organización del servicio. Dirigido por él mismo, y auxiliado de los funcionarios, Antonio Campos Santiago, Francisco Fernández Valencia, Francisco Gómez de la Torre, Antonio Alés Lasanta, Manuel Moreno García, Enrique Luelmo de Ferrara, y en unión del detenido Eugenio Navarro Montero, se situaron en la plaza de la Merced, a las diecinueve horas, con objeto de proceder a la detención de Ramón Vía, jefe de la floreciente Agrupación Guerrillera.

Al mismo tiempo los agentes Sebastián Alarcón Pulido, y Juan Guerrero López, fueron comisionados para localizar y detener a Manuel Fernández Cumbre. Así como practicar un registro en la habitación que había ocupado el detenido Eugenio Navarro Montero.

A las 19:00 horas del 16 de noviembre, Ramón Vía fue detenido en la plaza de la Merced. Y a las veinte horas del mismo día, comparecieron ante el señor comisario, Eugenio Navarro Montero, y Ramón Vía Fernández. Este último, de treinta y cuatro años, casado, cuchillero, natural de Madrid, con domicilio en esa capital calle del Sol y Ortega nº 6, Puente de Vallecas.

Asimismo se significa que en el acto de su detención trató de huir, ofreciendo gran resistencia, y forcejeando con los funcionarios, de los que resultaron lesionados los agentes Alés y Valencia.
Por otra parte a las ocho horas del día diecisiete, se presentaron los agentes Alarcón y Guerrero, para dar cuenta que habían practicado gestiones durante toda la noche para la busca y captura de Manuel Fernández Cumbre. Al cual no pudieron localizar ni en su domicilio ni en su trabajo, fábrica de camas de Lopera.
Posteriormente, a las nueve horas del mismo día se presentó voluntariamente en la comisaría. Se pudo comprobar que cedió su documentación por necesidad, esto fue lo que declaró al respecto:
Quiere hacer constar que si hizo esto fue obligado por el estado de penuria en que actualmente se encuentra, tanto él como sus hijos, hasta el extremo de que únicamente tienen una cama, en donde duerme el matrimonio y cuatro hijos menores. Esto ha sido principalmente lo que le indujo a vender la documentación, comprendiendo el acto que realizaba.

Del registro practicado por los inspectores Chozas y Guerrero en la habitación que ocupó Eugenio Navarro, y de otra colindante, no resultó nada importante.

Declaración de Ramón Vía Fernández.
En Málaga el día 18 de noviembre de 1945, en los locales de la brigada político-social, declaraba Ramón Vía Fernández. Nacido en Madrid en el Puente de Vallecas, el 15 de enero de 1910, hijo de Ignacio y de Carmen. Casado con Julia López Velasco, tiene una hija llamada Dolores, y hermanos llamados Ignacio, Pedro, Bernardina, y Dolores.
Convenientemente interrogado. Manifiesta: Que desde el año 1932 pertenecía a la UGT. Sindicato de metalúrgicos El Baluarte, sección de cuchilleros. Habiendo sido únicamente delegado de la Comisión de Oficio de dicha sección, pero afirma que nunca fue detenido por delitos políticos sociales, ni tampoco por comunes.

Al estallar el Glorioso Alzamiento Nacional, siguió trabajando en su oficio, hasta la movilización de la quinta de 1931 a la que pertenecía. Siendo designado a la doce división, treinta y cinco brigada del cuarto cuerpo de Ejército que mandaba Cipriano Mera. Siendo el jefe de su batallón un tal Ramón Mercader. Individuo de filiación política correspondiente al POUM. De la campaña en Hita (Guadalajara), salió para el frente de Madrid, sector Villaverde-Vallecas (Entrevías). Encuadrado en la setenta y tres brigada mixta.

Ingresando en el partido comunista durante su permanencia en Hita, y haciendo toda la campaña en el frente de Madrid. De donde salió huyendo voluntariamente al sobrevenir el derrumbamiento de dicho frente, con dirección a Alicante. Donde marchó inmediatamente de producirse la acción comunista, perdiendo en esa capital dos días.
Embarcando al cabo de dicho tiempo en el buque inglés Estamblok, con dirección a Orán. En cuyo puerto, y a bordo, permanecieron un mes los 2.000 hombres aproximadamente que habían salido de España.

Desembarcados fueron conducidos al campo de concentración de Rabi-Blanch, y de éste al de Camp Morán. Siendo destinado a un batallón de trabajadores y conducido a Bu-Alfa, dedicándole a la construcción del ferrocarril transahariano.
A la entrada de las tropas norteamericanas se encontraba ya en Argel. Donde había sido reclamado por una familia de origen español, aunque de nacionalidad francesa, que consiguió sacarlo del campo de concentración.

Al organizarse el llamado bloque de Unión Nacional, compuesto por distintas organizaciones políticas, ingresó en el mismo en la de los comunistas. Aunque no ocupó ningún puesto de relieve ni se destacó en reuniones ni mítines.

Formando parte de dicha organización, mantuvo contacto con los demás afiliados y componentes del mismo, asistiendo algunas reuniones y actos de la citada organización.
Preguntado si además de las actividades que relata, asistió a los cursillos de preparación político-militar para guerrilleros, organizados en Argel por el partido comunista. Contesta: Que dichas conferencias, no eran en Argel si no en Orán. Y que los organizadores de las mismas eran un tal Simón, del que ignora otros datos, y otro llamado Ramón Ormazábal. Ambos destacados dirigentes del partido. Asistiendo a una de ellas en Orán.

Un día el responsable últimamente citado, le comisionó para que en unión de otros nueve individuos, embarcaran en una lancha a motor con objeto de venir a España, y desembarcar en una de sus playas. Para lo cual recibió las correspondientes instrucciones, y además armamento y municiones para dicha partida, de la cual se le hizo jefe y responsable.
¿Qué individuos componían la expedición, y qué papel debería desempeñar cada uno de ellos? Manifiesta: Que uno de ellos se llama Luís Aguayo, a quien primeramente conoció por el nombre de Ramón. Que debería ser el jefe una vez en tierra, si bien en la motora ocupaba el cargo de segundo. Del que sabe era natural de Málaga, ignorando otros datos. Si bien supone fuese también componente del partido comunista, y le consta que estaba encargado de hacerse cargo de la partida para su conducción al lugar elegido. Determinando asimismo el lugar de desembarco, por conocer el terreno.

Un tal Joaquín Centurión Centurión, natural de la provincia de Málaga, campesino, también práctico del terreno. Y que había de servir también de guía, desconociendo del mismo otros datos.
Un tal Joya «el Mellao», simple guerrillero, andaluz, y del que tampoco conoce otros datos.
Otro que sólo conoce por su apellido Armenta, el que únicamente sabe que era militar de profesión.
Otro al que conoce por el apodo del «Rubio», y que supone sea el llamado Antonio Pascual, ignorando más detalles.

Uno denominado «El Veterinario», cuyo nombre cree sea Enrique Lozano, desconociendo más datos acerca del mismo.
Otro más, al que únicamente conocía por «Arturo», y que sabe estaba encargado de la radio-emisora que traían a bordo, para el servicio de la partida.
Otro al que sólo conocía por Navarro «el Chato».

Y finalmente uno llamado «Perico», del que únicamente sabe que era natural de Madrid.
Diga quienes pilotaban la lancha, y de qué nacionalidad eran, así como el material que en ella traían. Manifiesta: Que cree que la motora era de nacionalidad francesa, y que los que la pilotaban eran dos españoles, ignorando nombres y otras circunstancias de los mismos. Y con respecto al material que traían, recuerda perfectamente que eran: cuatro fusiles ametralladores de construcción americana, dotados de 250 cartuchos cada uno aproximadamente, los cuales eran portados y estaban a cargo de Centurión, Aguayo, Navarro, y el declarante. Además de este armamento trajeron también cinco pistolas, también americanas, y una del siete sesenta y cinco, dotadas de 150 cartuchos cada una. Cinco bombas de piña, y un aparato de radio de cuyo manejo estaba encargado Arturo.

¿Además del armamento citado traían también propaganda u otros efectos? Manifiesta: Que no, que después de desembarcar, inmediatamente emprendieron la marcha con dirección a la sierra. Estableciendo el primer campamento en un sitio que no recuerda, y posteriormente estuvo en un lugar denominado Río de la Miel, próximo a Nerja. En cuyos alrededores permanecieron acampados durante cerca de cuatro meses. De este último lugar, pasaron a la llamada cueva de la Montés, próxima al denominado cerro Lucero, también al parecer del mismo término de Nerja.

Inmediatamente y desde el sitio ya mencionado Tajos Rodados, Aguayo se separó de la partida diciendo que venía a Málaga con una misión encargada previamente por el responsable en Argel, Ormazábal. Quedando el declarante desde ese instante, convertido en jefe único de la partida.

Hacia el mes de febrero del año actual, recibió por mediación de Centurión una nota de citación procedente de Aguayo. Para que se entrevistase con él en Málaga en la plaza de la Merced. Lo que realizó acudiendo puntualmente durante dos días seguidos al lugar indicado, no compareciendo el Aguayo, por lo que decidió regresar de nuevo a la sierra.

La misión de Francisco Ruiz Aguayo en Málaga, era la de contactar con el aparato político del partido. El Comité Provincial, que en aquel entonces era dirigido por Antonio Campos Roldán, se encontraba más próximo a las teorías de Jesús Monzón. Por ello era remiso a colaborar con el grupo de Ramón Vía, más partidario de las ideas de Carrillo. Aguayo se entrevistó con él y no logró su apoyo, lo que le comunicó a Ramón Vía cuando éste visitó Málaga. Era evidente que Ramón trataba de evadir la responsabilidad de Aguayo, declarando que no contactó con él, cuando en realidad si lo hizo.

Diga qué actividades desarrollaba la partida, y él concretamente en la sierra, así de cómo vivían, y el dinero que contaran. Dice: Que cuando salieron de Orán, el Aguayo traía unas 12.000 pesetas que les fueron entregadas por el responsable Ormazábal. Con cuyo dinero se pagaban los víveres que adquirían a los campesinos, quienes otras veces también se los entregaban voluntariamente.

Durante el tiempo que fue el responsable, no permitió que se cometieran delitos ni saqueos. Y en ocasión en que otra partida próxima a la suya, saqueó el cortijo denominado Cueva Colica, tanto el que habla como los demás componentes ya mencionados de su banda, afearon la conducta de aquella. Y recuerda que en dicha ocasión, y con motivo de la censura y de la discrepancia, existente entre ellos, tres individuos de los que únicamente sabe si apodaban «El Mellao», «El Jalea», y «El Barbas», se separan de su partida y su unieron a la del que habla.

Insiste en que durante el tiempo en que estuvo de jefe de la partida, ésta no tomó parte en ningún atraco ni delito de sangre. Así como tampoco mandó anónimos con amenazas exigiendo dinero. Y en las actividades tanto suyas como de su banda, consistían en esperar el momento en que el régimen cambiase, según le habían asegurado en Argel.

No siendo la partida de Ramón Vía en absoluto beligerante, no es cierto lo que declara, ya que actuaron en alguna otra ocasión, como fue el caso del comercio de Sebastián Fernández Maroto en Fornes.

Manifieste fecha exacta o aproximada en que de nuevo volvió a Málaga. Consigna que traía, así como relaciones que haya podido tener en esta capital, y actividades a que se haya dedicado durante su estancia en la misma, y armamento que portara. Contesta: Que llegaría hacia mediados del mes de agosto pasado, siendo su propósito trabajar en la organización del partido de Unión Nacional. Ya que su ideal era laborar por borrar las diferencias que existen entre los españoles, y que no exista eso de rojos y fascistas.

Desde el primer momento se dio cuenta de que no había ambiente. Pues al cambiar impresiones con algunos individuos de los que solamente sabe son mecánicos de garaje, según le manifestaron, comprendió que desconfiaban del que habla, tratándole de agente provocador. Máxime estando en aquellos días, muy reciente en el ambiente público, las noticias y bulos que corrieron con motivo de un servicio practicado por la Guardia Civil. Y por lo tanto se enteró de que había muchos detenidos.
Diga dónde pudo recoger ese ambiente de que habla, así como lugares y personas, con las que cambió conversación. Dice: Que dichas noticias eran de dominio público, y que se captaban lo mismo en las plazas, como por ejemplo la de la Merced, como en los mercados públicos, establecimientos de bebidas, etc.

Como consecuencia de todo ello, desistió de sus propósitos y se dedicó a buscar trabajo, ya que aparte de su oficio, es hábil en distintos trabajos manuales, pero tampoco lo consiguió. Asegura que ha dormido más de una noche debajo de los puentes del Guadalmedina, en el lecho del río, en la playa, y en otros lugares análogos.
Diga quién es la mujer con la que cohabitado según manifestó en el primer momento de su detención, y antes de iniciarse las presentes diligencias. Dice: Que por tratarse de una mujer casada, no puede decir quién es ni dónde vive, ya que el decirlo supondría el deshonor para la misma.
Con respecto a la última parte de la pregunta, o sea la referente al armamento que trajera de la sierra. Dice: Que no trajo ninguna pistola ni ningún arma, y que de dinero aproximadamente unas seiscientas y pico de pesetas…

Manifieste cómo habiendo traído esta cantidad, y la que se le ocupó al ser detenido, tuvo que dormir en sitios propios de mendigos. Y como además llevando un reloj de oro marca Cyma, no se le ocurrió vender éste para resolver la situación. Contesta: Que al objeto de poder subsistir el mayor tiempo posible. Y que con respecto al reloj, éste lo tiene desde hace catorce años, que lo adquirió en una casa de compra-venta sita en la calle León en Madrid. Y es una prenda de la que nunca se hubiera desprendido.

Manifieste cuándo se encontró con Navarro «el Chato», y relaciones que hayan tenido, aparte de la sierra, desde que éste llegó a Málaga. Dice: Que lo vio hará cuestión de unas dos semanas. Un día a la bajada de un puente que hay en una calle muy concurrida. Que le sorprendió por creerle en la sierra. Y al cambiar impresiones se enteró que Navarro se había venido de allí por haber tenido disgustos con Pascual, al que más bien conocen por el Rubio. Por lo que trató de disuadirle y convencerle para volver a la sierra, ya que echándose encima el invierno, no era posible seguir en la situación en que se encontraban.

Nuevamente se le pregunta para que determine y detalle la forma y medios de que se valió para llegar a Málaga, y establecer contacto con la organización de la capital. Dice: Que a mediados del mes de julio pasado, salió de la sierra acompañado de un campesino para él desconocido, que era el que servía de enlace con la organización de la capital. Y conducido en un principio a un cortijo que no puede determinar, en el que se cambió de ropa y para ello tuvo que estar varios días esperando que se la trajeran. Dejando también en el mismo la pistola y municiones que traía.

Una vez vestido y acompañado siempre del mencionado campesino, consiguieron tomar uno de los camiones de viajeros que vienen a esta capital. Llegando a la plaza de abastos, donde el que habla quedó esperando a que el tan repetido campesino le enlazara con un individuo que ignora cómo se puede llamar, y cuyas señas personales son: de un metro setecientos de estatura, moreno, pero rizado, de unos veintiocho a treinta años, bien vestido, y con el que después que cambiar los primeros saludos, se fue a dormir a su domicilio. Que es una casa del barrio del Perchel. Pero tampoco puede determinar, ya que por ser de noche y ser la primera vez que ha estado en ese barrio, no puede recordarlo.

Dándose cuenta desde el primer cambio de impresiones, de que este individuo así como también otros con los que el primero le puso en contacto, desconfiaban del que habla. No puede precisar nombres, apellidos, lugares de trabajo, ni otros datos de los mismos, como ya ha declarado anteriormente.
Únicamente puede decir que las señas personales de los otros con el que ha tenido contacto son: rubio, más bajo que el declarante, ojos azules, también bien vestido, que le parece que era mecánico, por habérselo manifestado así, y decir se llamaba Ricardo. Otro que se denominaba Perico, alto, moreno, de pelo castaño, con grandes y pronunciadas entradas, usando gafas, y al parecer por su aspecto, oficinista o algo por el estilo.

Un día tuvieron una reunión en los alrededores de un paseo, en el que parece ser se celebran las ferias de esta capital. Dicha reunión tuvo por objeto ponerlo en contacto con el llamado Ricardo. Que a su vez lo enlazaría con elementos guerrilleros de las sierras de Alhaurín, y otras dos cercanas a esta capital.

Pero como ya anteriormente ha dicho, toda la posible organización que hubiera, se desconectó a consecuencia del descubrimiento por la Guardia Civil de un supuesto complot de carácter comunista que hubo por aquellos días.

A pesar de ello, el declarante insistió con el llamado Ricardo para tratar de enlazar con dichos guerrilleros, sosteniendo con el mismo todas las semanas una entrevista en distintos lugares de la capital. Para lo cual quedaban citados, pero a pesar de todo esto, no se consiguió enlazar.
Hemos asistido a la primera declaración de Ramón Vía Fernández. En la que mostró su habilidad para contestar a las preguntas que le realizaron los inspectores, pero al mismo tiempo no comprometer a ninguno de los miembros de su organización.

A continuación tuvo lugar la ampliación de la declaración de Eugenio Navarro Montero, realizada poco después de la de Ramón Vía.
Dice: Que conoció a Ramón Vía en el campo de concentración de Camp Morán (Argel). Donde sin duda encontró protección del ambiente del partido, ya que cuando el declarante llegó a esa ciudad, y lo volvió a ver, tenía una personalidad destacada dentro de la organización. El que habla, no asistió a los cursillos y conferencias de preparación para guerrilleros, e ignora si Ramón lo hizo.

Determine qué hechos delictivos se realizaron durante su estancia en la sierra, aparte de los ya declarados. Dice: Que un día salió Ramón Vía en unión de otro llamado Gutiérrez de correrías. Regresando al otro día ambos, y herido en ambas piernas por arma de fuego el Ramón. Manifestando que en un pueblo denominado Fornes (Granada), y al intentar adquirir unas abarcas en una tienda de comestibles, el hijo del dueño de la misma hizo resistencia para entregarlas. Y con motivo de esto se cruzaron disparos entre éste y los guerrilleros. Todo esto según manifestaciones de los autores del hecho. El repetido individuo resultó también herido en una mano.

Aclare ciertos extremos de su primera declaración. Manifiesta: Que cuando vinieron de Argel, el dinero para la realización de la guerrilla lo traía Ramón Vía, siendo éste en unión de Armenta y Centurión, el alma de la misma. Dice asimismo que Aguayo fue enviado por Ramón Vía a Málaga, ignorando la consigna que le diera, y que le consta que Aguayo trajo consigo una pistola.
Como vemos lo que declaró Eugenio Navarro, no fue exactamente lo mismo que lo declarado por Ramón Vía. Considero más fiable esta versión, ya que el jefe del grupo era Ramón, y Aguayo un simple guerrillero a las órdenes del mismo.

Preguntado si durante el tiempo que Ramón Vía ejerció el mando directo de la partida en la sierra, prohibió que ésta se dedicara a cometer actos delictivos tales como saqueos, secuestros, asesinatos, etc. Dice: Que nunca vio que Ramón prohibiera tales hechos, y tampoco es cierto que otra partida los cometiera, ni que de ella se separaran los apodados el Mellao, el Jalea, y el Barbas, creyendo que todo esto sea producto de la fantasía de Ramón.

Soy de la opinión que Eugenio Navarro decía la verdad, pues nunca he encontrado referencias a los apodos de estos tres guerrilleros a los que se hace referencia.
Interrogado si tiene algo más que decir. Dice: Que cree que el individuo que servía de enlace para las idas y venidas del Ramón a Málaga, y posiblemente de otros, es el llamado Centurión, que sabe es de Nerja. Cuyas señas personales son, alto, delgado, moreno, con un diente de acero en la mandíbula superior. Y que no tiene más que decir.

A continuación se hace constar que al comparecer ante el señor Inspector y el Secretario, nuevamente el detenido Ramón Vía Fernández, se observa en él síntomas de decaimiento, y coágulos de sangre entre los dedos de ambas manos.
Se requirió la presencia del médico del Cuerpo, doctor José Aragonés Moreno. Quien al reconocerle pudo comprobar que presentaba en las articulaciones de ambos brazos, heridas cortantes que por lo visto se produjo él mismo en los calabozos de esta comisaría. Y aunque se ha realizado una minuciosa inspección ocular, no se ha podido hallar ningún objeto cortante o punzante, con el que haya podido provocarse dichos cortes, pero sí se ha observado huellas de sangre en el suelo. Siendo las lesiones calificadas de leves.

Tras el intento de suicidio, nuevamente se hizo comparecer a Ramón Vía Fernández.
Manifieste cuánto tiempo estuvo en Málaga la primera vez que vino esta ciudad procedente de la sierra, propósitos que le guiaban, y entrevistas que sostuvo. Contesta: Que como ya anteriormente ha declarado, sólo estuvo tres días. Y el propósito era entrevistarse con Aguayo, lo que no consiguió al no encontrarle. E insiste nuevamente en que no vio al Aguayo, y que la consigna o trabajo que éste había de hacer en Málaga, la recibió en Argel.

Reconoce que cuando se encontraba en el campo de concentración de Camp-Moran, huyó de él consiguiendo llegar a Blida, donde nuevamente fue detenido y conducido al desierto empleándole, en el trabajo de construcción del ferrocarril transahariano, como ya tiene declarado.
Manifieste si tomó parte activa en un hecho delictivo que ocurrió en el pueblo de Fornes (Granada). Dice: Que como quiera que la partida se hallaba casi toda descalza, y con objeto de proveerse de alpargatas o albarcas, en unión de otro llamado Gutiérrez, se presentaron en un establecimiento de comestibles de dicho pueblo. Donde requirieron al dueño para que les entregara doce o trece pares de albarcas. Pero no ejercieron coacción ni amenazas, aunque supone que los propietarios debieron sospechar que eran guerrilleros, pues se los entregaron. Y cuando ya una vez fuera del establecimiento, se disponía a regresar a la posición, fueron agredidos desde una ventana del establecimiento en cuestión. De donde partieron varios disparos resultando herido el que habla en ambas piernas. Repeliendo la agresión el llamado Gutiérrez, y creyendo que resultara también herido alguno de los propietarios.

Afirma que él quería que las abarcas se pagaran, pero Gutiérrez, hombre más violento, se negó a ello. Por lo que deduce que los propietarios, al verse despojados, hicieron fuego sobre ellos. También hace constar que si se eligió esa tienda, fue porque les constaba que los propietarios se habían enriquecido con usura, a costa del pueblo.
Sigue manifestando que tomó parte también en otros dos hechos. Rectifica diciendo que él personalmente no tomó parte en ellos, pero que dio las órdenes para que se fuera a los cortijos denominados Cueva Colica, y Nicho. Pertenecientes a la provincia de Granada. Para buscar en ellos alimentos para la partida. Se eligió dichos cortijos porque les habían dicho que durante la guerra civil, habían sido muertos en los mismos un grupo de guerrilleros, por denuncia que había partido de los propietarios.

Pero recalca en este acto, que dio instrucciones concretas a los expedicionarios, para que no se cometieran actos violentos, y mucho menos asesinatos. Por creer que fuera todo una leyenda, y que no existiera en realidad dicha denuncia.
Personados en los cortijos expresados los grupos designados, cuyos componentes no recuerda exactamente en este momento. Ya que cuando ocurrió el hecho, el declarante se hallaba convaleciente de la herida sufrida en Fornes.

Se proveyeron de comestibles, y se trajeron también una escopeta procedente del último cortijo mencionado. Pero no se cometió ningún asesinato ni acto de violencia. Enterándose en cambio que el hecho de la muerte de los guerrilleros no fue como se les había relatado, y que por eso no hubo represalias. Dice también que cuando él abandonó la partida, fue elegido como jefe de la misma por aclamación Centurión, insistiendo en que él no le nombró su sustituto.

Preguntado por qué intentó en los calabozos de esta comisaría abrirse las venas, y con qué instrumentos lo realizó. Manifiesta: Que fue con un minúsculo pedazo de lata o alambre, que circunstancialmente se encontró en el mismo. Y que lo hizo en un momento de desesperación, por entender que el trato que había recibido en la comisaría no era el que debía, ya que se le insultó, y amenazó. Llegando por lo tanto a impresionarse hasta el extremo de tomar esa resolución.

Preguntado cómo adquirió la documentación, que llevaba en la cartera en el momento de ser detenido. Manifiesta: Que se la entregó un campesino al que no conoce personalmente.
Seguidamente aparece en el procedimiento una diligencia, en la que se recoge los datos existentes en el archivo relacionados con el tema que nos ocupa. En ella se incluye la declaración de Manuel Joya Gallego, detenido el 17 de marzo de 1945, en el mencionado combate de la cueva de la Montés.

Declaró que llegó en octubre de 1944 en compañía de los guerrilleros ya mencionados anteriormente. No obstante añadió que tenía documentación falsa facilitada por los norteamericanos.
Asimismo afirmó que al desembarcar se le unieron un tal José de Almuñécar, Paco Cecilia de El Rescate, Miguel Montañés, Urbano, y Tejero de Nerja, y Gutiérrez de El Rescate.
Dijo que les ofrecieron desde Orán, que a los dos meses vendría una segunda expedición de hombres con armamento y dinero. Sin que hasta ese momento hubiese llegado más que un barco, atracando entre Motril y Salobreña.

Además declaró que se esperaba otra expedición en el presente mes procedente de Orán, que pilotaría un tal Belmonte, natural de Almería. Desembarcaron en cerro Gordo cerca de Almuñécar, también era sitio de desembarco la playa de Maro, el lugar conocido por Gibraltarillo.

El 12 de diciembre de 1945 se dictó Auto de Procesamiento contra Ramón Vía Fernández y Eugenio Navarro Montero por su actividad guerrillera, y Manuel Fernández Cumbre, por colaborador y enlace. A los cuales se les tomó las correspondientes declaraciones indagatorias sin aportar más de lo declarado hasta ese momento.
El 21 de enero de 1946, se tomó ampliación de su declaración indagatoria a Ramón Vía. Su contenido fue similar a la anteriormente realizada, pero hay un interesante pasaje relacionado a su actuación posterior a la fuga del campamento argelino de Camp Morant.

Relate su actuación desde la fecha en que se evadió del campo de concentración citado. Contesta: Al evadirse de dicho campo, consiguió pasar a Francia, donde unido a las fuerzas de la Francia combatiente, luchó contra los alemanes. Aclara que su lucha era contra el sistema fascista hitleriano. Cree recordar que su marcha a Francia, fue en el año 1941, con toda seguridad antes de la declaración de guerra a Rusia.

Su actuación en Francia consistió en colaborar con el movimiento de resistencia en el que desempeñó cargos como responsable de grupo. Sin que pueda precisar el cargo, ya que no llevaba divisa de ninguna clase.

También declararía, que estuvo entre otras localidades, en Marsella, siendo condenado a muerte por el gobierno de Vichy. De Marsella pasó al Marruecos francés, pasando posteriormente por Argel, y definitivamente a Orán.


Carta de Ramón Vía desde la prisión.
A continuación reproduzco una carta escrita en la prisión en noviembre de 1945, y que clandestinamente llegó a la luz pública. Documento que se conoce como Yo acuso, y que tuvo mucha repercusión en la época. En ella recoge sus sensaciones y su versión de lo ocurrido desde su detención en Málaga el 16 de noviembre de 1945.
Según la cual fue sometido a toda clase de torturas, y que las declaraciones que obtuvieron de él no fueron reales. Aunque lógicamente, ante tan espeluznante suplicio, algunos de los datos que recogen las mismas, sólo los sabía Ramón, por lo que algo sí que debió declarar.
Todos los hombres y mujeres del mundo civilizado, han sentido enternecerse sus fibras más sensibles, ante el horroroso relato de los monstruosos crímenes cometidos por fieras hitlerianas en Belsen y Dachau.
Toda la humanidad se ha sentido horrorizada al conocer de las bestias nazis. Millones de seres han sentido jubilosos como acababa la pesadilla dantesca de la dominación nazi y su secuela de asesinatos y crímenes en masa, con la victoria de los ejércitos liberadores de las Naciones Unidas.
¡Pero el fascismo no ha sido totalmente destruido! ¡Aún vive su brutal dominación en España! Cuando los países de Europa renacen a la vida democrática, nuestro país vive bajo el martirio, el escarnio, y el crimen de la dictadura de los lacayos de Hitler.
Acorralados por la repulsa del mundo democrático, por el odio unánime de toda la nación. Las fieras franquistas, al mismo tiempo que recrudecen bárbaramente el terror, tratan de falsear y ocultar sus crímenes, bajo el manto de la democracia cristiana.
¡En cada ciudad española hay un Belsen!


Yo Ramón Vía Fernández, español combatiente por la libertad en las filas de las naciones unidas, condenado a muerte por el régimen de Vichy, combatiente en España en una agrupación de patriotas armados en lucha por la libertad y la democracia, desde la cárcel de Málaga, con el cuerpo destrozado, y mi carne hecha jirones por las torturas y apaleamientos, me dirijo a todo el mundo democrático, a todos los patriotas españoles, para acusar al régimen franquista y denunciar su bárbara política fascista de terror.

El día 15 de noviembre fui detenido en las calles de Málaga, por la delación de un desertor llamado Eugenio Navarro. Camino de la comisaría el inspector, hijo del general López Ochoa, que dirigió la represión en Asturias de 1934, preguntó: ¿tú eres de Madrid? como le contestara afirmativamente, añadió, yo también soy de Madrid, y ahora vamos a vernos las caras.
Mientras, en la comisaría se produjo en medio de una gran expectación y felicitaciones al señor Ochoa, quien empezó el interrogatorio:
¿Cómo te llamas? Ramón Vía Fernández, contesté. ¿Dónde vives? En ningún lado, respondí. No empecemos a sí, me dijo furioso, porque vas a salir mal parado. Como insistiera en mi negativa, dijo a uno de sus esbirros que ya llevaba un buen rato enseñándome un vergajo de toro: ¡Empieza a darle!

Durante tres horas me estuvieron golpeando en el empeine y los dedos de los pies, con tal violencia que parecían haber perdido la cabeza. Los pies me engordaron por segundos, hasta que empezaron a reventarse. Así continuaron golpeándome hasta que decidieron darme de plazo para pensarlo hasta las diez, bajo la amenaza de tremendas palizas.
A las diez y media hace otra vez su aparición el inspector con nueve esbirros: ¡Venga, tráele para acá!, ordena, e inmediatamente me colocan en medio de todos. Son varias las cosas que queremos de ti, me dice, pero en primer lugar haz de decirme dónde vives.
Aquel espectáculo me recordaba a los matarifes, cuando ya tienen colgada la res y empiezan a quitarse las chaquetas y arremangarse las mangas de la camisa. Igual hacían estos señores defensores de la fe cristiana, como me negara a dar mi domicilio, dijo Ochoa: ¡Venga túmbale en el suelo y darle!

La paliza la empezaron por los pies, apaleándome durante media hora. Como insistiera en mi negativa, Ochoa, enfurecido, me dijo: Di dónde vives, porque tú no sabes lo que te espera. Hazte a la idea de que de aquí nadie ha salido con vida sin hablar, porque en caso de no decirlo ahora, lo dirás luego y nosotros no tenemos prisa.

Yo continué negando. Después de dar medio minuto para pensarlo, volvieron todos de nuevo. Venga, me dijeron, y ten en cuenta que mañana duelen más los golpes, y pasado mucho más. De esa forma, palo va y palo viene, estuvieron torturándome hasta las tres de la mañana, en que me bajaban los pantalones, y como consideraban que “ya estaba bien”, me llevaron de nuevo los calabozos, repitiéndome la recomendación de que tenía toda la noche para pensarlo.

Al día siguiente por la tarde me pasaron al despacho del comisario, que llenaron de guardias, y uno de ellos me preguntó qué me pasaba. Me bajé los pantalones mostrando mi cuerpo lleno de heridas. “Pues yo he dado orden de que no te pegaran”, dijo el comisario, “pero claro, tú tienes la culpa por no decir lo que sabes, añadió. Debes darte cuenta de que eres un hombre derrotado, y debes saber perder.

Detenido tú, no te deben importar los demás, y has de decir todo lo que sabes, que es mucho. Eso es saber perder, porque de lo contrario de aquí no sales con vida”.
Al día siguiente, a primera hora de la tarde, me llevaron a otro despacho donde hay cuatro individuos, que de inmediato comienzan la sección de gritos, puñetazos, insultos, y amenazas como la de ¡te vamos a hacer añicos! Después de una buena paliza, y con la promesa de ¡prepárate para esta noche! me llevan de nuevo al calabozo.

En efecto, a las diez, vista mi negativa, me meten en el cuarto de castigo, donde cogen los vergajos y empieza la sesión. ¿Lo dices?, ¡no! ¡Entonces ponerle bocabajo! Los pies se me habían reventado ya, y las manos también.

¡Ponerle en cruz! dijeron. Me abren los brazos y las piernas, y uno me pisa una mano, otro la cara, otro me pisotea el cuello, otro las corvas de las rodillas, y con una porra se lía a pegarme como si fuera a destajo. Mientras otro me patea las espaldas, y los restantes dirigen la operación. De vez en cuando me atizan alguna que otra patada en los costados. El de la porra se baja encima de mis rodillas, y empieza golpearme en los riñones, al mismo tiempo que uno grita: ¡Más fuerte, más fuerte!
En vista de cómo marchaban las cosas, callé y no dije ni pío, pensando para mí: ya pararán.

Cuando vieron que daban con toda su fuerza y no me quejaba, creyeron que ya estaba muerto, por lo que pararon y empezaron a echarme agua. Uno decía: ¡Os lo habéis cargado! Otros contestaban: ¡Pues uno menos! Entonces empezaron a quemarme con los cigarros las manos, los pies, y los muslos, y en aquel momento me acordaba de la democracia cristiana que ellos decían defender. Me levantan y venga agua. Me toman el pulso y dicen: Se le ve fatigado, pero le marcha. Otro añadió: No creas que no le di bien, y con ganas. Otro dijo: Este tío como ahora no hable, ¡dejármelo a mí! Y así continuaron, agua va y agua viene. Como abría los ojos, me dijeron: Vaya, vaya, ya se te pasa, si quieres te daremos un poco de vino. Me dieron ganas de decirles: cabr… pero quise ser prudente porque la realidad era que estaban como fieras desbocadas.

Una vez me puse mejor, empezaron las palabras dulces, pues había para todos los quites. Uno se enfureció y me dijo: ¡Me vas a decir dónde vives porque me cago en tu p… madre! Y se lió a darme patadas y puñetazos como un desesperado. Una patada me tocó en el corazón que todavía me duele. Otro empezó a darme puñetazos en la barbilla, lo que me ha tenido tres días sin comer por no poder abrir la boca. El que estaba más rabioso, me dijo: ¡Me cago en tu madre! y echó mano a la pistola para matarme.

En vista del cariz que iban tomando las cosas, los otros le echaron del cuarto y empezaron con palabritas dulces y ofrecimientos. En vista de que no sacaban nada, y prometiéndome que la próxima vez sería mayor aún, y que no saldría vivo de ella, me llevaron al calabozo arrastrado por dos guardias y dos policías, donde no podía estar sentado, ni tendido, ni boca arriba mi boca abajo, por los dolores.

A media mañana me conducen al despacho del comisario. Éste me dirigió una serie de buenas palabras: Debes hablar y se han acabado los palos. Si hay que darte cuatro tiros se te darán, aunque te lleves a la tumba todos tus secretos.
Por la noche me llevan a otro lugar y comienzan las torturas de nuevo, hasta las dos de la madrugada que me llevan de nuevo al calabozo.

A las diez de la noche del día siguiente, dos policías y un inspector nuevo en el asunto, empiezan a interrogarme con mucha suavidad.
¡Venga de ahí! Ramoncillo, me dice el inspector. Ten un gesto valiente conmigo, para que yo pueda decir a los demás, veis como el más viejo y sin pegarle me ha dicho todo. Como si esto fuera una lucha de gallos.

En vista de mi negativa, se lanzan encima de mí, diciéndome a gritos: ¡Tienes que hablar ahora mismo! y si no, esta noche te espera otra mayor que la última. ¡La Guardia Civil se encargará de ti! y ya verás que pronto te aplican la ley de fugas. Dicho esto, empezaron de nuevo los palos hasta que se cansaron y me llevaron de nuevo al calabozo.

Estaba ya claro para mí, que cada minuto que pasara en la comisaría aumentaría el odio de mis verdugos. Que mi vida no dependía si no de la voluntad de unos cuantos falangistas, recalcitrantes, que gozarían torturándome hasta la muerte, pues yo no traicionaría a mis compañeros.
Por eso, pensé seriamente cómo luchar contra el terror, pues estaba convencido de que aunque me hicieran trizas no me sacarían nada. Juzgué lo más útil quitarme yo mismo la vida, evitando que me la quitaran ellos, recreándose con mi muerte. Con la hebilla del cinturón y con los pinchos de dentro, preparé una especie de la lanceta para cortarme las venas.

A las seis menos cuarto me di el primer corte. Me envolví un trapo al brazo y dejé chorrear la sangre en un lugar donde mojaba, con un poco de guata de la hombrera de la chaqueta. Así escribí en los azulejos de la pared del calabozo: Hago todo esto, no por miedo al terror, si no porque no quiero servir de juguete de escarnio para mis verdugos. ¡Viva la República!

A las siete comprobé que ya no salía más sangre, y cuando me disponía a darme otro corte, sentí las llaves con que empezaban a abrir el calabozo. Un poco mareado me puse la chaqueta y fui despacio al despacho del comisario. Inmediatamente me dio un mareo, y cuando me vieron las manos llenas de sangre, se armó un gran revuelo en la comisaría. Vino el médico y me dieron a beber inyecciones.
El comisario me preguntó por qué había hecho esto, y yo respondí: Es el único medio que tenía en mis manos para protestar contra el terror. Al día siguiente el comisario me dijo: Hasta el Gobernador está interesado en saber dónde has vivido y cuáles han sido sus actividades en Málaga. Yo insistí en no decir absolutamente nada. Intentaron sobornarme, dándome toda clase de seguridades de que no me pasaría nada si me colocaba a su servicio. Se podía comprobar de que de estas entrevistas, estaba pendiente hasta el último mono de la comisaría. Las mujeres que hacen la limpieza decían: ¡Menos mal que Ramón se va mañana, y podremos limpiar bien!

En vista de que no había medio de sacarme nada, me hicieron la declaración sacada máquina, donde tenía que decir porque había intentado suicidarme. Yo me ratifique en los motivos que me habían llevado a tal decisión, pese a que Ochoa intentaba convencerme de que dijera: Que había intentado suicidarme al comprender la gravedad de los delitos cometidos.
Firmada la declaración, contraria a los designios de Ochoa, éste me dijo: Estoy en la convicción de que eres un hombre muy peligroso para el actual Régimen, porque eres firme, inteligente y organizador.

Trece días después fui trasladado a la cárcel, donde hoy estoy incomunicado, pero algo mejor de salud.

Firmado, Ramón Vía Fernández. 15 de diciembre de 1945



Es artículo completo recogido en el libro 
Causa Perdida. Agrupación Guerrillera Málaga-Granada

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